Ya comenzó la temporada para ver a los cetáceos, emblema de la ciudad de Chubut, tanto desde la costa como en embarcaciones; además, la imperdible experiencia de nadar con lobitos
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PUERTO MADRYN.- Son las 9 y 10 de la mañana. Un día frío, pero con poco viento en el sur argentino. Neptuno, la embarcación que lleva a bordo turistas para hacer el avistaje de ballenas, partió hace unos momentos de Puerto Pirámides, el hospitalario pueblo patagónico ubicado en la Península Valdés, sobre la costa del Golfo Nuevo, en la provincia de Chubut, a 100 kilómetros de la ciudad de Puerto Madryn.
Unos 10 minutos después de comenzar la travesía, ya más lejos de la costa, la nave disminuye su marcha y todos los pasajeros afinan la vista en diversas direcciones con la intención de encontrar, en la superficie azul grisácea de ese mar matutino, algo que seguramente no van a olvidar. De pronto, dos inmensos animales rompen la estela de luz que el reflejo del sol tiende sobre las aguas. Son ejemplares adultos de ballena franca austral (Eubalaena australis), uno de los mamíferos más majestuosos del planeta.
Ellas apenas asoman una parte mínima de sus enormes anatomías, pero con eso alcanza para empezar a subyugar a los pasajeros del Neptuno. Poco tiempo después, algo más lejos de la nave, otra ballena franca austral emerge de las aguas en un salto magnífico. Toda la cabeza y parte del cuerpo del animal surgen verticalmente de la superficie para luego volver a sumergirse en una coreografía armoniosa, que parece en cámara lenta. Entonces, el silencio respetuoso de la embarcación se quiebra con un “Oh” de asombro que los pasajeros, casi sin excepción, exclaman ante tal espectáculo.
Esta fascinación es tan solo una de las tantas sensaciones que se despiertan en los privilegiados testigos con la aventura del avistaje de ballenas en Península Valdés y alrededores. La temporada oficial para ver a estos cetáceos se lanzó a finales de junio y dura hasta diciembre. Es el tiempo ideal para sentir el placer que ofrece el contacto genuino con la naturaleza, a través de una de sus más sublimes embajadoras, la ballena franca austral, considerada, desde 1984, Monumento Natural de la Argentina.
“El inicio de esta temporada de ballenas, que es nuestro atractivo convocante, representa el comienzo de la actividad turística, con una oferta muy buena para las vacaciones de invierno, que más adelante se va a prolongar con pingüinos (llegan en septiembre), delfines, la Semana Santa, todo un encadenamiento de un ciclo que incluye también variadas propuestas gastronómicas, museos y centros culturales”, dice Adrián Gelves, director de Promoción Turística de la Secretaría de Turismo de Puerto Madryn.
Desde el mar y la tierra
La base de operaciones para las diversas actividades turísticas de la llamada Comarca Península Valdés –Puerto Madryn, Puerto Pirámides, Trelew, Gaiman, Rawson– es la bonita ciudad de Puerto Madryn, a 1300 kilómetros de Buenos Aires, en la costa oeste del Golfo Nuevo. Desde allí, hay poco más de una hora hasta Puerto Pirámides, que se encuentra en el este del mismo golfo, en el lado sur de la Península Valdés, un Área Natural Protegida.
Para subir a un barco en una excursión en días de invierno, es recomendable llevar mucho abrigo. De todas formas, en ese paisaje de mar, playa y acantilados, un poco de viento frío en la cara sienta bien. Es otra de las maneras que tiene la naturaleza de recordarnos que estamos vivos y despiertos.
La excursión dura aproximadamente una hora y media. A bordo hay un capitán y dos guías balleneros, que son los que, mientras la nave surca el mar sereno, brindan información acerca de los enormes cetáceos que todo el pasaje ansía ver. Así se aprende que la ballena franca austral visita los dos golfos de la Península Valdés – el Golfo Nuevo, al sur y el de San José, al norte– para llevar adelante los eventos relacionados con su reproducción: el apareamiento, la parición y la lactancia de los ballenatos.
También se sabe que una ballena adulta puede medir entre 14 y 16 metros y pesar unas 40 toneladas, mientras que sus crías nacen con una longitud de cinco metros. Son unas 4000 aproximadamente las que eligen los golfos de la península para la reproducción, ya que encuentran allí aguas tranquilas, reparadas del viento y, especialmente, libres de orcas, que son predadoras naturales de los ballenatos. Es un hecho: cuánto más se sabe sobre las ballenas, más se las quiere.
Para el avistaje es necesario cultivar dos atributos que no abundan en tierra firme: la paciencia y el silencio. Así, a poco de comenzar la aventura, con la embarcación ya detenida, aparecen las primeras ballenas. Pablo y Steve, guías del Neptuno, barco de la empresa Punta Ballenas, les cuentan a los pasajeros que los animales están realizando un ritual de apareamiento, en el que varios machos abordan a la misma hembra.
Más allá de las precisiones biológicas, lo que se ve sobre las aguas deslumbra. Las ballenas asoman la cabeza, muestran su lomo negro que refleja la luz del sol, se ponen de costado y sacan del agua una aleta… cada cosa que hacen se convierte en memorable.
Poco después, bajo la superficie del mar, un ballenato se acerca a la embarcación y se puede ver en toda su dimensión. En su cabeza se perciben las callosidades que son típicas de su especie, unos engrosamientos de la piel blancos o grisáceos cuya disposición y tamaños –diferentes en cada ejemplar– funcionan para identificar a cada uno de ellos, a modo de las huellas dactilares de los humanos.
En un movimiento que hace hacia un costado, el ballenato muestra uno de sus pequeños ojos. “Vino a curiosear y nos está mirando”, dice uno de los guías del barco y uno siente la obligación de creer que en verdad hay un vínculo entre esos animales y nosotros. Y más cuando, en una de sus apariciones en la superficie, el cachorro lanza uno de sus soplidos y el agua que sale de sus dos espiráculos alcanza y moja a los pasajeros del Neptuno. “Les dio su bendición”, dice, poético, el guía ballenero.
“Cada avistaje es único”, señala, en la excursión que se realiza esa misma tarde, Luis, el guía ballenero de la nave Islas Malvinas, de la empresa Yellow Submarine. Entonces, ocurre otro suceso mágico. Una ballena franca austral, no muy lejos de la nave, asoma su cola de las aguas. La figura se recorta perfecta sobre el fondo celeste, tal como se la ve en los folletos turísticos. Pero mucho mejor, porque aquí es verdadera y nada supera la potencia de lo natural.
Existe otra opción para avistar ballenas desde cerca sin embarcar. Se puede hacer una excursión o llegarse hasta El Doradillo, una zona agreste de 25 kilómetros de extensión ubicada a unos 15 kilómetros al noreste de Puerto Madryn. Allí existen varias playas desde las cuáles pueden verse los cetáceos australes. Como La Cantera, con sus costas de canto rodado, donde es posible observar a estos animales a muy pocos metros de la orilla. Es un lugar ideal para llevar un mate y sentarse a contemplar un rato largo a las ilustres visitantes, de manera gratuita.
También desde la misma costanera de la ciudad de Puerto Madryn, o desde su muelle, es posible avistar ballenas. Y en el silencio de la noche, incluso, pueden oírse sus resoplidos.
Todos al agua
Otra de las posibilidades que ofrece Madryn para establecer un encuentro con la naturaleza es el snorkeling con lobos marinos, en las aguas del área protegida de Punta Loma, a unos 17 kilómetros al sur de Madryn, donde existe una colonia permanente de estos animales.
La actividad puede hacerse bien temprano a la mañana. A propósito, es casi obligatorio levantarse al alba al menos un día en Madryn para observar su amanecer, cuando el horizonte se incendia en tonos rojos y naranja que, reflejados en el mar y en las nubes, generan una postal de escandalosa belleza.
Antes de partir a la excursión, que realiza la empresa Aquatours, ubicada en el centro de Madryn, los pasajeros son asistidos por el personal del lugar para ponerse los trajes de neoprene seco o semihúmedo, que aíslan el cuerpo del agua y del frío. Más tarde, en una pequeña lancha, se llega hasta la zona de los lobos y allí, luego de una zambullida desde la embarcación, comienza la aventura, que dura unos 40 minutos.
Los lobos marinos, especialmente los más cachorros, se acercan, juguetones, a sus visitantes. Solos o en grupos nadan, bailotean, miran y hasta mordisquean las manos de los turistas que viven la situación con retemplado asombro.
Es posible verlos asomar sus cabezas sobre la superficie o, con el visor y el snorkel, observar sus hipnóticos movimientos y contorsiones bajo el agua, siempre bien cerca. Una maravilla sensorial plena, muy difícil de describir, pero imposible de olvidar. “En unos años, cuando tengan 80, van a estar tomando un mate en sus casas, y van a recordar: ‘Yo nadé con los lobos marinos’”, dice reflexivo Nahuel, uno de los cuatro guías que acompañan a los pasajeros en esta excursión.
Puerto Madryn es un excelente lugar para vivir la dicha del encuentro con la naturaleza y su energía vital.
Datos útiles
- Traslados. Transfer desde el aeropuerto de Trelew, $5500. Desde el aeropuerto de Madryn, $1930. Alquiler de vehículos: de $31.000 a $65.000 (500 km por día).
- Excursiones. A Península Valdés (sin avistaje de ballenas): mayores: $29.500; menores: $20.500. Excursión a El Doradillo: $18.250 y $12.750. Avistaje de Ballenas en Puerto Pirámides: ofrecido por seis compañías (Hydrosport; Southern Spirit; Whales Argentina; Punta Ballena; Tito Botazzi; Peke Sosa). Duración: 1 hora 30 minutos: $25.000 y $12.500. Avistaje submarino en Puerto Pirámides (empresa Yellow Submarine): $50.000 y $25.000. Snorkeling con lobos marinos en Punta Loma (salen de Puerto Madryn), ofrecido por nueve compañías, $39.000.
- Otras actividades. Entrada al Área Natural Protegida Península Valdés: mayores: $3100, menores: $1550. Buceo. Bautismo: $30.000; buceo breve: $42.250. Mountain Bike: $3500 a $9000 (full day). Kayaks: $4000 a $5000 (alquiler por hora).