Terapeutas e investigadores de relaciones comparten seis preguntas que pueden acercar a las parejas durante esta etapa
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La mediana edad puede ser una etapa particular. Tal vez se esté lidiando con nuevos dolores y molestias o confusión mental. Quizá formes parte de los 2,5 millones de cuidadores de la generación sándwich encargados de cuidar simultáneamente a sus hijos y a sus padres mayores. Tal vez estés atravesando una crisis de identidad, o quizás no.
La mediana edad se sitúa entre los 36 y los 64 años, o quizás entre los 40 y los 60 , según a quién se le pregunte. También es un punto de inflexión en las relaciones, dicen los expertos, un momento en el que muchas parejas emergen de la rutina diaria de construir carreras y una familia, y se dan cuenta de que están en una unión que ya no reconocen del todo. Las tasas de “divorcio gris” entre los adultos mayores de 50 años se han duplicado en los Estados Unidos desde la década de 1990.
“Si uno tiene hijos, es normal que ellow estén empezando”, dice Linda Hershman, autora de “Gray Divorce” y terapeuta matrimonial y familiar con licencia en Pensilvania. “De repente, las parejas se dan vuelta y se miran y piensan: ¿De qué se trata este matrimonio y de qué se tratará a futuro?”
Se consultó a la Sra. Hershman y a otros expertos en relaciones para que ofrecieran algunas preguntas generales que las parejas de mediana edad pueden discutir entre sí (o reflexionar individualmente) para ayudarse a comprender mejor sus relaciones y lo que desean.
¿Cuál es nuestro próximo capítulo?
Orna Guralnik, psicóloga clínica y psicoanalista radicada en Manhattan que protagoniza la serie documental de Showtime “Couples Therapy”, alienta a sus clientes a considerar sus planes para el tercer capítulo de sus relaciones (cuando el matrimonio no es ni fresco ni nuevo, ni consumido por las demandas domésticas).
Es una conversación que muchas parejas mantienen de forma natural, en particular aquellas de 50 y 60 años cuyos hijos se han ido de casa. “¿A dónde van a dirigir esa atención?”, pregunta a menudo. “¿Y qué impacto va a tener eso en la pareja?”.
Galena Rhoades, psicóloga y profesora de investigación de la Universidad de Denver, ha aconsejado a sus clientes que se pregunten entre sí: “¿Cuáles son nuestras esperanzas y sueños?”. Aprovechar la oportunidad de fantasear puede ayudar a cultivar un sentido compartido de optimismo, afirma.
¿Alguno de los dos quiere mudarse a una nueva ciudad o viajar más? ¿Lanzarse a un nuevo pasatiempo o habilidad? ¿Volverse más comprometido cívicamente?
“No todas esas cosas se podrán adaptar al resto de la estructura de tu vida”, indica la Dra. Rhoades. “Pero creo que es muy valioso pasar ese tiempo juntos para conectar y ver la relación como un lugar donde es posible soñar en grande”.
¿Qué estamos modelando para nuestros hijos?
La Dra. Rhoades, autora de una próxima edición de “Fighting For Your Marriage”, cuenta que sus clientes piensan y se preocupan mucho por cómo interactúan con sus hijos cuando son más pequeños.
“Una vez que sus hijos son adultos, es como si se olvidaran de que siguen siendo modelos a seguir”, añade.
Ella ha aconsejado que las parejas se pregunten: ¿Qué queremos que nuestros hijos aprendan de nuestra relación? ¿Cómo podría eso influir en sus propias relaciones?
Por ejemplo, tal vez uno quiera dejar en claro que las relaciones requieren trabajo, comenta la Dra. Rhoades, por lo que podría ser útil hablar con los hijos sobre cómo manejan los conflictos. O tal vez se prefiera enfatizar en la importancia de las noches de citas y priorizar la relación de pareja.
¿Cómo contribuyo a nuestros problemas?
Este tipo de autorreflexión es más fácil de decir que de hacer, admite Adam R. Fisher, psicólogo y terapeuta sexual de Salt Lake City. Pero, a la mediana edad, la mayoría de las personas han aprendido algo sobre sí mismos y sus relaciones.
El Dr. Fisher dice que tomarse el tiempo para reflexionar sobre el tipo de pareja que quieren ser, independientemente de lo que la pareja haga o no haga, en última instancia les da a sus clientes un mayor sentido de autonomía dentro de sus relaciones.
Quizás uno se diga a sí mismo: “Aunque tenga grandes quejas sobre mi pareja, sé que no me comporto como un ángel perfecto, y estoy tratando de trabajar en esas cosas”, destaca Fisher.
Como alternativa, se podría pedir a la pareja que comparta una o dos maneras en las que uno es difícil o le dificulta la vida, dice, aunque rápidamente reconoce que esa idea puede no funcionar para parejas que tienen dificultades para comunicarse o para quienes esa pregunta podría parecer insegura.
En última instancia, pensar en el tipo de pareja que se quiere ser es una forma de equilibrar la tendencia que muchos tienen de culpar al otro por los problemas propios.
¿Qué habilidades hemos desarrollado?
Cuando las parejas llegan a la mediana edad, muchas han caído en patrones de comunicación que han perdurado durante décadas, algunos mejores que otros, sostiene Jeffrey Chernin, terapeuta matrimonial y familiar radicado en Los Ángeles y autor de “Achieving Intimacy”.
Por eso, suele animar a sus socios a pensar en las habilidades de comunicación positivas que han desarrollado. “Hay que fortalecerlas”, afirma.
Tal vez ambos sepan escuchar sin interrumpir, por ejemplo. Tal vez sean expertos en disculparse. Simplemente reconocer algunas de esas fortalezas puede ser un ejercicio útil para fortalecer el vínculo, asegura Chernin.
“Fortalezcamos lo que va bien”, dice, “no solo abordemos lo que necesita mejorarse”.
Las parejas que han estado juntas durante un tiempo también pueden olvidar por qué se gustan, por lo que necesitan mirar atrás, sugiere Harriet Lerner, psicóloga radicada en Kansas y autora de “La danza de la ira”.
“Cuando las parejas vuelven a repasar las cualidades que los unieron en un principio, esto cambia el clima emocional de la conversación, aviva el momento presente y sirve como un poderoso recordatorio de los cimientos sobre los que se construyó su relación”, afirma Lerner.
¿Vale la pena esta relación?
Con la experiencia, la mayoría de las personas llegan a comprender que nadie consigue todo lo que quiere de una sola persona, dice Terrence Real, terapeuta familiar y autor de “Us: Getting Beyond You and Me to Build a More Loving Relationship” (Nosotros: superarte a ti y a mí para construir una relación más amorosa). Por eso, la mediana edad puede ser un buen momento para hacer lo que él llama un “ajuste de cuentas relacional”.
“Un ajuste de cuentas relacional es una pregunta”, explica, “y la pregunta es: ¿Estoy obteniendo lo suficiente en esta relación para que el duelo por lo que no obtengo sea algo aceptable para mí?”.
Por ejemplo, tal vez uno y su pareja no tengan la mejor vida sexual, pero tienen una hermosa conexión emocional y han formado una familia feliz, dice. Si esa compensación les parece bien, lo reconocen y lamentan la pérdida de lo que no tienen.
“Lamentar y digerir los límites de las imperfecciones humanas del otro es una parte central de la intimidad a largo plazo”, dice Real.
¿Deberíamos buscar ayuda externa?
Es importante abordar las preguntas anteriores con un sentido de curiosidad y apertura, indica Tiana Frazier, terapeuta matrimonial y familiar con licencia que reside en Texas. “Trate de permanecer presente y evite ponerse a la defensiva y si la conversación se vuelve abrumadora, está bien tomar un descanso”, revela.
Las parejas que están considerando si quieren seguir juntas, o tal vez cambiar radicalmente la estructura de su relación, tal vez quieran buscar ayuda profesional. La terapia de discernimiento es una opción para las parejas que están considerando hacer grandes cambios, añade Hershman.
Dependiendo de las circunstancias, podría considerarse una forma específica de asesoramiento, como terapia sexual o terapia individual si la pareja se muestra reacia a acompañarlo.
“Haga lo que haga, no espere a que los problemas exploten”, dice Real. “Las cosas que no está recibiendo generan resentimiento”, agrega, y cuando muchas parejas llegan a un terapeuta, “su resentimiento ya se está filtrando por todas partes”.
Por Catherine Pearson.