Las altas temperaturas producen diferentes reacciones en el cuerpo humano; los consejos de una especialista para prevenir y/o disminuir los efectos negativos
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Los calores extremos se están convirtiendo en una constante de los últimos veranos y sus efectos serán cada vez más notables en la medida en que el cambio climático continúe avanzando. En las ciudades, la situación se vuelve aún más compleja por el impacto que genera en el ambiente el calor a causa de los vehículos y los edificios.
Las altas temperaturas producen dos reacciones principales en el cuerpo humano: por un lado, redistribuyen la sangre hacia la piel y las extremidades, lo cual se conoce como vasodilatación, con el fin de expulsar el calor del cuerpo y, por otro, lo hacen a través del sudor, evaporándolo pero causando al mismo tiempo deshidratación. Es por ello que siempre se remarca la importancia de beber agua durante estos períodos de calor extremo.
Las respuestas del organismo ante las elevadas temperaturas hacen que nuestro corazón lata más rápido, lo que a su vez aumenta la demanda de oxígeno. Por este motivo, las personas con condiciones cardiorrespiratorias deben tener especial cuidado. Ese cuidado también lo debemos tener al realizar ejercicio físico o beber alcohol, que tiene un efecto vasodilatador y de deshidratación.
Con las olas de calor y los efectos que tienen en la salud las altas temperaturas, se registra un aumento de las muertes por problemas cardiorrespiratorios y otras enfermedades, se incrementan las consultas en las salas de emergencia, las admisiones en los hospitales y los partos problemáticos. Sin embargo, lo que no muchos conocen son las consecuencias que pueden tener en la salud mental.
Diversos estudios han demostrado que los cuadros de demencia, desórdenes asociados al estrés, ansiedad, trastorno bipolar y depresión pueden empeorar su sintomatología al transitar períodos en los cuales las altas temperaturas se mantengan. Incluso, también se ha reportado un aumento en las tasas de suicidio. No obstante, es importante aclarar que el impacto no solo se genera en personas que sufren de condiciones específicas asociadas a la salud mental sino también en quienes no tienen ninguna condición de ese tipo.
En esos casos, durante las olas de calor suele disminuir a nivel general nuestra productividad, funcionamos peor cognitivamente, nos volvemos más impulsivos e incluso más agresivos. En ese sentido, un estudio de Schmit publicado en el año 2017 resume que, cuando la temperatura supera los 38.5 grados, comienzan a generarse cambios en nuestro rendimiento cognitivo.
Además, otro estudio de Tiihonen demuestra que cada grado de temperatura que aumenta genera un aumento del 1.7% en los crímenes violentos. Los autores sugieren que la temperatura modula la transmisión serotoninérgica, lo cual puede aumentar la impulsividad generando mayor cantidad de incidentes de violencia.
Por último, un estudio de Cedeño Laurent publicado en la revista científica PLOS ONE en el 2018, demuestra que durante una ola de calor aquellos estudiantes que viven en edificios con aire acondicionado y buena ventilación rinden mejor cognitivamente en tareas de atención y memoria de trabajo que aquellas personas cuyos edificios no cumplen con esas condiciones.
En conclusión, el calor tiene un gran impacto en la salud física y mental. Por esa razón, es importante estar atentos a las recomendaciones brindadas por los especialistas de la salud: mantenerse hidratado, evitar realizar actividad física intensa y evitar consumir bebidas con cafeína y alcohol. Se debe tener particular cuidado con los más chicos, los adultos mayores y con aquellos que estén atravesando alguna condición médica específica, incluyendo las que afectan la salud mental.
Siguiendo esas sugerencias, podemos prepararnos de una mejor manera para afrontar las altas temperaturas y prevenir y/o disminuir los efectos negativos que generan. Además, esto puede lograrse realizando, de ser posible, las adaptaciones necesarias en los ambientes de vivienda y trabajo y fomentando la hidratación, particularmente en las poblaciones de riesgo.
*Por Dra. María Roca (M.N. 33819), coordinadora científica de Fundación INECO y directora de INECO Organizaciones.