Los investigadores observaron que las personas cooperan cuando está presente un chismoso conocido, con el fin de proteger su propia reputación y obtener información valiosa
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Socialmente se describe a las personas chismosas con connotación negativa; y aquella descripción se fundamenta con varios motivos.
En primer lugar, el chisme puede ser perjudicial para las relaciones personales y los vínculos dado que según la intención del mensajero puede sembrar desconfianza y generar conflictos innecesarios. Otros aprovechan para distorsionar o exagerar la información sobre la que tienen poder, lo que lleva a malentendidos y prejuicios injustos. En última instancia, se encuentran quienes recurren a este acto con el fin de desviar la atención de sus propias acciones o problemas.
Sim embargo, investigaciones recientes en psicología evolutiva sugieren que se debería tratar esta actividad con mucho más respeto ya que, según señala la historiadora y académica Esther Eidinow en el libro Envidia, veneno y muerte: mujeres a prueba en la Atenas clásica, el chismorreo es “lo que hace posible a la sociedad humana tal como se la conoce”.
Una evidencia que respalda sus dichos es una reciente investigación realizada por académicos de la Universidad de Maryland y la Universidad de Stanford en la que se concluye que las personas chismosas –quienes intercambian información personal sobre terceros ausentes– cuentan con ventajas evolutivas por sobre sus pares.
El estudio, publicado en el Proceedings of the National Academy of Sciences, utilizó un modelo de teoría de juegos evolutiva que imita la toma de decisiones humana para observar cómo sus agentes o sujetos de estudio virtuales, interactuaban entre sí y alteraban sus estrategias para recibir recompensas.
“Cuando las personas están interesadas en saber si alguien es una buena persona con quien interactuar, recabar información mediante el chisme puede serles muy útil”, señaló la coautora del estudio Dana Nau al periódico Maryland Today.
Teorías anteriores ya sugerían que los chismes tienen la capacidad de unir a grandes grupos de personas y fomentar la cooperación, pero no profundizaban en la cuestión individual que implica tener esa información o querer escucharla.
Michele Gelfand, profesora de la Escuela de Negocios de Stanford y profesora emérita del Departamento de Psicología de la Universidad de Maryland profundizó: “No está claro por qué los chismes, que requieren mucho tiempo y energía, evolucionaron como una estrategia adaptativa”.
Por eso, los profesionales observaron si los agentes usarían los chismes para protegerse o para explotar a otros. Estos podían cooperar con los chismosos o desertar; convertirse en chismosos ellos mismos, o cambiar sus estrategias tras observar las consecuencias o recompensas de las decisiones de los demás.
Al final de la simulación, el 90% de los agentes se habían convertido en chismosos.
A modo de conclusión, los investigadores argumentan que es más probable que las personas cooperen en presencia de un chismoso conocido porque quieren proteger su propia reputación y evitar ser víctimas de los rumores. Para los chismosos, recibir la cooperación de otra persona puede ser una recompensa en sí misma.
“Ese beneficio luego inspira a otros a chismorrear porque identifican que hacer eso les proporciona una recompensa”, dijo Nau.
De esta manera, gracias a su capacidad para influir en el comportamiento de los demás y fomentar la cooperación, “los chismosos cuentan con una ventaja evolutiva que perpetúa el ciclo del chisme y proporciona un servicio útil a los oyentes”, se resalta en el escrito.
Jackie Delger, neuropsicoeducadora y coach, destaca que respecto del hallazgo es esencial tener en cuenta que los chismes están cargados de emoción y dado que el cerebro recuerda más los eventos de la vida que se asocian a sentimientos, aquella información dada por un tercero persevera en la psiquis.
“Contamos historias desde el estado emocional en el que estamos en ese momento. Esto quiere decir que yo le cuento algo a un amigo con mi emocionalidad actual, este después le agrega sus gracias o un poco de picante y la tercera persona que transmite la información ‘condimenta’ con otros elementos”, dice.
Coincide con lo mencionado Alejandro Andersson, médico neurólogo y director del Instituto de Neurología de Buenos Aires, quien asegura que desde el enfoque de la neurología y las habilidades sociales las personas chismosas cuentas con ventajas. “Tienen mayor capacidad para comprender las dinámicas sociales, inteligencia emocional y capacidad para influir en el comportamiento de los demás”, explica.
Estas personas que divulgan información tienen una mayor actividad en las áreas del cerebro relacionadas con la empatía y la toma de decisiones, agrega. “Decir un chisme provoca la liberación neuronal de los químicos oxitocina y dopamina que generan una sensación de bienestar y placer”, sostiene la médica neuróloga, Lucía Zavala.
Pero el chisme también puede tener un lado perjudicial. Ambos profesionales advierten sobre el costado negativo de la práctica: “realizado en exceso y con intenciones dañinas lleva a la pérdida de confianza, al deterioro de los vínculos e incluso, a situaciones de estrés y ansiedad crónica”.
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