Un análisis de lo que ocurre en el cerebro de las personas que acumulan miles de horas de práctica; las claves para sumergirse en la disciplina que promete reducir el estrés, mejorar el sueño y aquietar el yo
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En julio de 1998, hace 26 años, un filósofo y un neurocientífico hicieron la apuesta más famosa en el elusivo campo de los estudios sobre la “conciencia”. El científico alemán Christof Koch, muy optimista por entonces con los avances por venir, le apostó una caja de buenos vinos a su amigo, el filósofo australiano David Chalmers, a que en 25 años o menos podríamos determinar cuáles son los “correlatos neuronales de la conciencia”, o en qué parte del cerebro se produce la experiencia consciente.
No fue una apuesta así nomás: se establecieron criterios estrictos para determinar el resultado, y varios equipos de investigadores se abocaron al proyecto. El año pasado concluyó el lapso y se declaró un ganador indiscutible: Filosofía 1 – Neurociencias 0. Koch dijo que por entonces se encontraba muy entusiasmado con los avances en los estudios de ADN, con aplicaciones empíricas, y creía que algo así podría pasar con los misterios más insondables de nuestro cerebro.
Sin embargo, en varias entrevistas posteriores, Koch y Chalmers se mostraron optimistas, destacaron que hubo muchos avances y renovaron la apuesta, que esta vez vence en 2048.
El campo de los estudios sobre la conciencia está hoy en ebullición, cuando hace 30 años era un tema –por varios motivos que veremos– tabú en la academia. Hay docenas de teorías que compiten por explicar su fenomenología y naturaleza, con discusiones furiosas entre distintas escuelas de pensamiento. Para empezar, hay distintas definiciones sobre qué es la “experiencia consciente”, y eso complica aún más el panorama.
“La conciencia en definitiva es el filtro en la manera en que percibimos el mundo; y siempre se la abordó como a las grandes preguntas como el origen del universo, como las supercuerdas, cuestiones que son muy fundamentales pero por ahora poco aplicadas”, dice a la nación el neurocientífico Mariano Sigman, autor de varios best sellers como “El Poder de las Palabras” y “La Vida Secreta de la Mente”, pero ahora aparece una veta nueva de estudio, muy interesante, de pensar el tema alrededor de que tenemos cierta capacidad de definir el flujo y el contenido de la conciencia”.
Para Sigman, “estamos aprendiendo que uno puede poblar la conciencia de una experiencia que es cualitativamente distinta y eso se vincula directamente con el bienestar y la salud mental”.
Y aquí entran en escena los “supermeditadores”, y lo último que se está descubriendo a partir de lo que ocurre en el cerebro (con mediciones que son cada vez más fiables y específicas) de las personas que acumulan miles de horas de práctica de distintos tipos de meditaciones.
La conversación con Sigman, y la nueva veta a la que se refiere, tienen que ver con investigaciones como las plasmadas en el libro del filósofo de la conciencia Thomas Metzinger, “The elephant and the blind” (“El elefante y los ciegos”, aún no traducido), en el que relevó más de 500 estudios sobre “supermeditadores” en 57 países, con grandes muestras de mediciones psicométricas, que puede iluminar (algo) la forma en la que el cerebro, la conciencia y las ilusiones del yo interactúan. El autor trata de liberarse de la retórica new-age y de la de religiones antiguas, y el título del libro hace referencia a la alegoría india de un grupo de ciegos que tocan un elefante y uno cree que hay una serpiente (el que toca la trompa), y así sucesivamente, que sirve para resaltar nuestra ignorancia cuando nos enfrentamos a temáticas ultra complejas.
Al pie del Himalaya
El libro de Metzinger no es el primero que aborda esta temática. Aunque ya tiene unos años (se publicó en 2017), “Rasgos alterados” (Ediciones B), de Daniel Goleman y Richard Davidson cuenta la historia de cómo las prácticas de meditación de Oriente llegaron, a partir de la década del 70, a Occidente, y de cómo la evidencia científica sobre sus ventajas y posibilidades se fue acumulando desde entonces, y particularmente de manera muy significativa en los últimos años.
Goleman es un doctor en Psicología de Harvard, autor de exitosos ensayos como “Inteligencia Emocional” y “Focus”.
Davidson es un neurocientífico de renombre y un pionero en lo que ahora se conoce como “neurociencias contemplativas”.
Ambos cuentan que, como jóvenes graduados a principios de los 70, y luego de experiencias individuales de meses de meditación en la India y el Tibet, sus tutores universitarios les decían que estaban locos cuando anunciaron que querían dedicarse a estudiar estos temas.
Por entonces el tema de la conciencia y sus estados alterados estaba prácticamente prohibido luego de los escándalos por los experimentos de Timothy Leary y Richard Alpert con psicodélicos en estudiantes de Harvard, lo cual hizo que se los destituyera públicamente de esta prestigiosa universidad.
Con los “rasgos alterados”, los autores se refieren a rasgos duraderos que pueden surgir y permanecer más allá de la meditación. Los rasgos alterados delinean nuestra conducta en la vida cotidiana, no solo durante o inmediatamente después de haber meditado. “Desde nuestro punto de vista, el mayor impacto de la meditación no consiste en mejorar la salud o lograr éxito en los negocios, sino en acercarnos a lo mejor de nuestra naturaleza”, dicen Goleman y Davidson.
Los autores cuentan los inicios infructuosos –y la curva de aprendizaje muy costosa– de las primeras mediciones a “yoguis expertos”, con aparatos muy primitivos que se trasladaban en animales hasta bases del Himalaya y otros lugares remotos, y que fueron un fracaso total porque los “supermeditadores” no tenían el más mínimo interés en colaborar con la ciencia occidental.
No es, tampoco, la primera puerta que se abría a este mundo. Ya en 1830 Thoreau, Emerson y otros trascendentalistas estadounidenses coquetearon con los saberes orientales, y casi un siglo más tarde Sigmund Freud recomendaba a los psicoanalistas que mantuvieran una “atención flotante” cuando escuchaban a sus pacientes. Pero el ida y vuelta más sistemático, con detalles sobre la práctica y secretos de los “supermeditadores” se dio en los últimos 50 años, cuentan Goleman y Davidson.
Un punto de inflexión para poder empezar a estudiar a los “supermeditadores” fue la colaboración de Matthieu Ricard, un biólogo molecular del Instituto Pasteur, que hizo su tesis bajo la tutela de Francois Jacob, luego premio Nobel de Medicina. Después de obtener su doctorado, Ricard abandonó su promisoria carrera de biología y se convirtió en monje. Durante décadas transcurridas desde entonces vivió en retiros, monasterios y ermitas.
Mathieu fue el primer monje que se ofreció para que lo estudiaran en laboratorios, y gracias a la confianza que le tenían sus pares, pronto más de 20 yoguis muy experimentados accedieron a viajar y pasar meses en universidades en EE.UU., con sus cerebros analizados mientras realizaban distintos tipos de prácticas. Fue el inicio formal de una serie de descubrimientos que asombraron desde entonces a los neurocientíficos que se dedican a estudiar este campo.
Las tres oleadas
¿Qué se descubrió? Lorena Llobenes se recibió de médica con Diploma de Honor en la UBA y trabajó muchos años en el área de neuro-pediatría del Hospital de Niños, antes de dedicarse de lleno a la investigación sobre neurociencias contemplativas, tema sobre el cual en la actualidad es una autoridad mundial. Llobenes cuenta a LA NACION que hubo tres grandes oleadas en los estudios sobre la meditación: “La primera fue todo el trabajo de Jon Kabat-Zinn con el mindfulness y su programa de reducción del estrés, que entrena la atención en sus distintas formas; luego vino una segunda oleada de prácticas que llamamos ‘generativas’ o ‘constructivas’ (donde entra el cultivo de la compasión, la gratitud, la generosidad, etc.); y finalmente la tercera ola, que estamos viendo ahora, que tiene que ver con deconstruir nuestra idea del yo”.
En esta última ola, plantea Llobenes, el objetivo es aquietar (algo) a nuestro “yo biográfico” (construido desde la narrativa, la conceptualización y el diálogo interno) para empezar a darle más espacio al “yo experiencial”.
En este camino de las tres olas hay una gran cantidad de descubrimientos prácticos que pueden servir mucho para mejorar el bienestar. Uno tiene que ver con un paper famoso, “A Wondering Mind is an unhappy mind” (“una mente pensativa es una mente infeliz”), de Daniel Gilbert y co-autores. Gilbert descubrió que, en promedio, pasamos la mitad de nuestra vida (o más) pensando en cosas que no ocurren, y que eso lleva a malestar emocional porque el cerebro consume más energía que cuando estamos focalizados y por el sesgo hacia la negatividad que percute en ese derrotero de irnos por las ramas.
Es todo un dato, porque la literatura sobre creatividad pondera estos procesos de divagación y menos foco para tener buenas ideas. “Hay que mantener un equilibrio, como en todo”, acota Llobenes. El pensamiento divergente que trae esos “momentos Eureka”, de las ideas en la ducha, sigue siendo muy importante, el tema es no abusar de ese estado.
Lo que sí se logró comprobar con evidencia abrumadora es la correlación alta entre distintas prácticas de meditación y variables de bienestar. Con varias horas de meditación semanales desde hace ya tres años, el ex basquetbolista y medalla dorada en Atenas 2004 Juan Ignacio “Pepe” Sánchez, un pionero mundial en la nueva agenda de bienestar, da fe de los enormes beneficios asociados. “Ya no construyo mi mundo en base a lo narrativo y conceptual, o a mis pensamientos; vas descubriendo que la riqueza mayor está en el cuerpo y en el inconsciente. Las respuestas del campo más conceptual pueden generarte pseudo-seguridades que son necesarias para la supervivencia, pero en la práctica nos siguen rodeando de angustia y de lo contrario al bienestar”.
Para Pepe Sánchez, hay que dedicarle menos tiempo a “querer tener razón, que es una lucha que dimos por demasiado tiempo y que termina siendo vacía; y más a la entrega al océano de lo no-conceptual, que es lo que trae en definitiva más armonía y bienestar”.
En el camino de los estudios sobre supermeditadores en la última década aparecen distintos beneficios asociados a distintos tipos de prácticas. Pero Llobenes remarca una frase de la monja budista Pema Chodron que lo simplifica todo: “Tendemos a pensar que la meditación nos va a mejorar, pero en realidad se trata más de aceptarnos tal cual somos ahora”.
Y mientras Chalmers y Koch se toman su caja de seis vinos Madeira de 1978 y renuevan la apuesta sobre la conciencia por 25 años más, la conversación sobre meditación está creciendo de manera explosiva. En el último festival de innovación SXWX, que se realizó en marzo en Austin, EE.UU. y está considerado una meca de la vanguardia, la palabra más mencionada en seminarios y actividades en 2024 fue “compasión”. En ediciones anteriores había sido “Web3″, “IA” o “Marte”. Pasamos de la urgencia por explorar planetas lejanos a indagar en un territorio más cercano, pero tal vez más desconocido: el de nosotros mismos.
Para mantener la mente atenta
- La vida secreta de la mente de Mariano Sigman (Ed. Debate). Un viaje al centro de los pensamientos. Explora cómo funciona el cerebro humano y cómo influye en nuestras decisiones, emociones y percepción del mundo.
- The elephant and the blind de Thomas Metzinger (The MIT Press). Uno de los principales investigadores del mundo sobre la conciencia, argumenta que la percepción del yo es una construcción mental ilusoria.
- Rasgos alterados de Daniel Goleman (Ediciones B). Examina cómo la meditación y otras prácticas contemplativas pueden cambiar permanentemente la mente, el cerebro, mejorando el bienestar y la cognición.
- I am a strange loop de Douglas Hofstadter (Ingram Publisher). Analiza la naturaleza de la conciencia y el yo a través de bucles autorreferenciales, argumentando que nuestra identidad es un fenómeno emergente.
Testimonios de los expertos
- Lorena Llobenes, médica neuróloga: “Tendemos a pensar que la meditación nos va a mejorar, pero en realidad se trata más de aceptarnos tal cual somos”
- Pepe Sánchez, ex basquetbolista: “Ya no construyo mi mundo en base a lo conceptual o a mis pensamientos; la mayor riqueza está en el cuerpo y en el inconsciente”
- Mariano Sigman, escritor: “Estamos aprendiendo que uno puede poblar la conciencia de una experiencia que es cualitativamente distinta y brinda bienestar”
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