Varios estudios confirman que el ejercicio vigoroso, caminar e incluso hacer las tareas del hogar pueden beneficiar al cerebro
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Durante mucho tiempo los especialistas creyeron que el ejercicio podría ayudar a proteger contra el desarrollo de la demencia. Sin embargo, aunque habían observado un patrón general de riesgo reducido, los estudios sobre el tema habían sido pequeños, y a menudo conflictivos, con poco consenso sobre el tipo, la frecuencia o la intensidad del ejercicio que podría ser mejor.
“No existe una prescripción realmente clara que podamos proporcionar para la actividad física”, dijo el Dr. Joel Salinas, profesor asistente de neurología en la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York, que se especializa en el tratamiento de personas con demencia.
Pero tres importantes estudios de largo plazo publicados en los últimos meses han intentado caracterizar los tipos, intensidades y duraciones de la actividad física que confieren la protección más general contra la demencia. Estos estudios, que siguieron a miles e incluso cientos de miles de personas durante años, confirman que la actividad física regular, en muchas formas, juega un papel importante en la disminución del riesgo de desarrollar demencia.
El ejercicio vigoroso parece ser lo mejor, pero incluso el ejercicio no tradicional, como hacer las tareas del hogar, puede ofrecer un beneficio significativo. Y, sorprendentemente, es igual de eficaz para reducir el riesgo en personas con antecedentes familiares de demencia.
Muchas formas de ejercicio pueden evitar la demencia
En el primer estudio, publicado el 27 de julio en la revista Neurology, los investigadores analizaron la información de salud de 501.376 participantes que no tenían demencia en una base de datos británica llamada UK Biobank para establecer vínculos entre la actividad física y el riesgo de desarrollar la enfermedad.
Una de las principales ventajas de esta base de datos fue que tenía “datos muy enriquecidos sobre la genética” de los participantes, dijo el Dr. Huan Song, investigador del Hospital West China de la Universidad de Sichuan, quien fue uno de los autores del estudio. Incluyó un perfil de riesgo de los participantes en función de si tenían variantes genéticas asociadas con la demencia o si tenían familiares inmediatos con la afección.
Al comienzo del estudio, los participantes completaron cuestionarios detallados sobre su participación en actividades físicas, como practicar deportes, subir escaleras o caminar, y si regularmente caminaban o iban en bicicleta al trabajo. También se les preguntó sobre varios factores del estilo de vida, incluida la frecuencia con la que completaban las tareas del hogar.
Una de las principales limitaciones de los estudios anteriores fue que “la definición de actividad física es bastante débil”, dijo el Dr. Song. “Algunos usan la cantidad total y otros solo se enfocan en un modo de actividad”. Los cuestionarios británicos ofrecieron especificidad sobre exactamente qué actividades realizaban los participantes de manera regular.
Los participantes fueron seguidos durante 11 años, tiempo durante el cual 5185 desarrollaron demencia. El estudio encontró que, en los participantes que realizaban actividades regulares y vigorosas, como practicar deportes o hacer ejercicio, el riesgo de desarrollar demencia se redujo en un 35 por ciento. Sorprendentemente, las personas que reportaron completar regularmente las tareas del hogar también experimentaron un beneficio significativo; tenían un 21 por ciento menos de riesgo.
“Algunas personas sudan bastante cuando están haciendo las tareas del hogar”, dijo la Dra. Sandra Weintraub, neuróloga de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, que no participó en este estudio. “Puede ser que si hacés tres horas de tareas domésticas, sea tan bueno como si hicieras 30 minutos de ejercicio aeróbico”.
Para el Dr. Salinas, quien recomienda que las personas apunten a hacer 150 minutos de ejercicio de intensidad moderada a alta a la semana, los resultados fortalecen la idea de que el ejercicio regular de moderado a vigoroso puede promover la salud del cerebro. Cultivar este hábito de ejercicio “probablemente tenga un efecto sinérgico muy profundo”, dijo. “Obtenés mucho más por tu dinero en términos de ayudar a promover tu propia salud a través de la actividad física”.
Quizás lo más alentador fue que la relación entre la actividad física y un menor riesgo de demencia se extendió a los participantes que tenían antecedentes familiares de demencia.
“Es muy importante saber que si tiene antecedentes familiares de demencia, puede utilizar la actividad física para reducir el riesgo”, dijo el Dr. Song.
Empezar por hacer lo que más gusta
El segundo artículo, publicado la semana pasada en Neurology, recopiló 38 estudios para ver qué actividades de ocio estaban asociadas con un riesgo reducido de demencia. En total, los estudios siguieron a más de dos millones de participantes sin demencia durante al menos tres años, tiempo durante el cual 74.700 desarrollaron demencia.
Después de controlar la edad, la educación y el género, los investigadores encontraron que los participantes que hacían ejercicio con regularidad, definido como participar en actividades como caminar, correr, nadar, bailar, participar en deportes o hacer ejercicio en el gimnasio, tenían un riesgo 17 por ciento menor de desarrollar demencia en comparación con los que no la desarrollaron.
Este metanálisis muestra que la prevención de la demencia no se limita a una actividad, ni siquiera a un tipo de actividad. Dada la diversidad de actividades físicas que realizan los participantes, “recomendamos a las personas que hagan el ejercicio que les gusta”, dijo Le Shi, investigador de la Universidad de Pekín y uno de los autores del estudio.
Cuando se trata de cosechar los beneficios de la actividad física, nunca es demasiado pronto para comenzar. En un tercer estudio publicado este mes, los investigadores siguieron a más de 1200 niños de entre 7 y 15 años durante más de 30 años. Aquellos con niveles más altos de condición física cuando eran niños tenían niveles más altos de funcionamiento cognitivo en la mediana edad, lo que sugiere que establecer un hábito de actividad física de por vida podría ser beneficioso para la salud del cerebro.
Juntos, estos estudios sugieren que las formas en que movemos nuestros cuerpos a diario podrían acumularse con el tiempo. También solidifican la noción de que la actividad física regular y de por vida, en todas sus formas, contribuye en gran medida a reducir el riesgo de demencia, incluso para las personas clasificadas como de alto riesgo.
“Su cerebro es parte de su cuerpo y se beneficiará de cualquier cosa que haga que sea buena para su salud en general”, dijo el Dr. Weintraub.
Por Rachel Fairbank, escritora científica independiente con sede en Texas.