Irene Villa, periodista y psicóloga española sobrevivió a un atentado de ETA cuando tenía 12 años y cuenta su manera de enfrentar la adversidad con optimismo en el ciclo “Aprendemos Juntos 2030″, la plataforma del BBVA que emite sus contenidos en forma exclusiva por LA NACION
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Irene Villa era una niña española más hasta que el 17 de octubre de 1991 sufrió unos de los más sangrientos atentados cometidos por ETA y se convirtió en la niña de todos los españoles. Como consecuencia de la explosión de una bomba adosada al vehículo en el que viajaba con su madre, Irene perdió las dos piernas y tres dedos de una mano, pero su valentía y sus ganas de superación frente a la adversidad la convirtieron en un auténtico ejemplo de coraje.
“Mi historia está marcada por haber atravesado muchas dificultades y adversidades a lo largo de mi vida. Pero hay algo que a mí me ayuda y es no mirar el pasado. Y si lo miro, sólo me permito hacerlo de dos formas: perdonando o agradeciendo”, relata.
La hoy reconocida periodista, rememora el fatídico hecho durante la charla que realizó en Aprendemos Juntos 2030, la plataforma de contenidos inspiradores del BBVA. “El año 1991, cuando yo tenía 12 años, ocurrió algo que en principio parecía irreversible. En aquella época, había una banda terrorista que ponía bombas y aquel día decidieron masacrar Madrid, y uno de los tres coches que atacaron fue el de mi madre”. La mamá de Irene trabajaba en una comisaría haciendo DNI y pasaportes y fue un blanco fácil, porque no guardaba su vehículo en el garaje y lo estacionaba donde lo hacían los policías. Lamentablemente, la bomba colocada en el auto estalló minutos antes de que su mamá la dejara a ella en el colegio y les destrozó el cuerpo a ambas. Pero milagrosamente –o para ser justos, gracias también a la rapidez y profesionalismo de los servicios de emergencia- salvaron sus vidas. “La ambulancia se llevó a mi madre porque parecía ser la única que estaba viva, ya que se levantaba y gritaba ´Dónde está mi niña´. Yo estaba en la carretera tirada, aparentemente muerta y alguien me dio la vuelta y vio que tenía pulso, así que me llevaron corriendo al hospital más cercano”.
El primero que llegó a verla fue su padre, quien al escuchar de boca de los médicos el estado en que se encontraba su hija, pidió que no la salvaran. Era tan duro el cuadro que le contaban, que él prefería sufrir lo peor que le puede pasar a una persona -perder a un hijo- antes que ver que su pequeña tuviera una vida desgraciada e infeliz.
Su madre, en tanto, fue a visitarla al hospital sin un brazo y sin una pierna, y le dio el consejo más importante que le ha servido a Irene a lo largo de su vida. “Hija ésto es lo que nos pasó. Tenemos dos opciones: vivir maldiciendo a los terroristas toda la vida – que sería válido por todo lo que hemos sufrido- o decidir que nuestra vida empieza hoy y buscar tenerla lo más parecida a la que teníamos”.
Irene relata emocionada: “Yo con 12 años, lo tuve clarísimo: ´Mamá, he nacido sin piernas´. Y a partir de ese momento tanto mi madre como yo decidimos dar gracias por esta nueva oportunidad que la vida nos estaba dando, ya que muchísimas personas habían sido asesinadas”.
Aprender de la adversidad
Lógicamente no fue tan fácil. Porque Irene tenía que afrontar una realidad muy brusca y dura. Tenía que asumir que su cuerpo había cambiado, que ya no tenía sus piernas, más cuando ella era amante de los deportes y practicaba básquet y patinaje sobre hielo. Entonces llegó la pregunta: ¿Y ahora qué?
“Yo tuve muchísimo apoyo social, gente que vino de todos lados a verme, incluso de fuera de España, que había visto el caso por televisión, ya que las imágenes eran tan dantescas y terroríficas que dieron la vuelta al mundo. Siempre digo que hay que contar lo que nos pasa para que alguien nos pueda ayudar”.
Pero por más que se haya recibido mucha ayuda, premios, reconocimiento y amor, se asume lo que realmente pasa cuando uno se enfrenta a su realidad en soledad. “Eso no te lo puede quitar nadie, yo creo que el dolor es inevitable; lo que es opcional es quedarte en ese sufrimiento de por vida”.
Irene rescata que de la adversidad es de lo que más se aprende. Pasar por una experiencia tan difícil le ha enseñado a agarrar la vida con mucha fuerza, a tener ganas de vivir y vencer los obstáculos. “La adversidad me ha enseñado a que la vida no se acaba si tú no quieres y a valorar simplemente el regalo de estar viva. Yo creo que la clave está en ver más oportunidades que limitaciones”. Cree fervientemente que hay que enfocarse en buscar una solución, en ver lo positivo siempre, ya que, por más oscura que sea la realidad, siempre hay una luz al final del túnel. Siente que uno no sabe lo fuerte que es hasta que ser fuerte es la única opción. El ser humano huye de la adversidad y es al revés: hay que afrontarla y meterse de lleno, para conocer un nuevo yo muchísimo más fuerte del que teníamos antes.
El poder del perdón
¿Quién no tiene algo o a alguien a quién perdonar? El perdón es la base de tener una vida plena y feliz. Pero no hay que perdonar por lo que nos hirieron sino que hay que hacerlo por uno mismo, para lograr paz interior y felicidad. Si alguien te hace daño se crea como un hilo invisible que va de ti a esa persona y de cierta manera uno sigue con su vida, pero algo continúa doliendo, ya que uno tiene a esa persona en su casa, en su trabajo, en su familia. Al perdonar, se corta ese hilo invisible, se lo deja ir y se produce una liberación indescriptible.
Criar hijos fuertes y seguros
Después de tan duro golpe, Irene decidió que iba a estar abierta a los regalos que la vida le diera, que por suerte fueron muchos. Pudo continuar haciendo deporte ya que forma parte del Primer Equipo de Esquí Adaptado, que se creó hace 11 años, y aún hoy sigue compitiendo. Y es mamá de 3 maravillosos niños que son su motor. “Tengo un corazón triplicado de amor y como a todos los padres, me preocupa darles a mis hijos una educación en valores. Siempre les digo ´Hijo te haré fuerte y seguro” pero debes tropezar para aprender. Por eso voy a darte fortalezas humanas brindándote mucho amor y seguridad en ti mismo. Pero no voy a quitar las piedras de tu camino. Porque cuantas más piedras encuentres y más pesadas sean, más grande y fuerte construirás tu castillo. Esa ha sido la principal lección que la vida me ha dado y así voy a educar a mis hijos”.
Podés disfrutar de la charla completa que compartió la periodista y humanista española en Aprendemos Juntos 2030, la plataforma del BBVA con contenidos útiles e inspiradores para mejorar la vida de millones de personas de todo el mundo que desde mayo se emiten en forma exclusiva por LA NACION.
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