En esta época suele llegar el momento de generar nuevas ideas sobre lo que queremos sumar o cambiar en nuestras vidas; cómo aprovechar este tiempo de manera positiva sin frustrarse por lo que no se logra
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Akitu se llamaba la celebración babilónica que hace 4000 años comenzaba el año con ideales para la siguiente temporada. La abuela María Antonia, más cerca de casa, no pensaba demasiado en lo que había logrado durante el año, pero dedicaba un tiempo cada enero a plantearse algunas cosas que deseaba encarar en el que comenzaba. Muchas veces no podía con lo imaginado, pero siempre había una construcción de deseo. Los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) de Estados Unidos, indicaron en una investigación que aquellos que hacen propósitos de fin de año tienen diez veces más probabilidades de lograr sus objetivos que los que no los hacen. También que casi el 30% de las personas ha dejado de formularse intenciones porque cree que no puede cumplirlas.
Cada uno, a su modo, enfrenta esta etapa como un momento simultáneo de cierre y de apertura. “Solemos hacer pequeños balances sobre nuestras metas y objetivos. Sobre cómo impactan en cuatro áreas; la primera es la de los vínculos interpersonales, evaluando la reciprocidad. Cuánto afecto recibo y cuánto doy. La segunda se refiere al sentido de control sobre las metas y sentirse protagonista de la vida. La tercera es la medición del placer y cómo ayuda a mitigar los aspectos más dolorosos. Por último, la autoestima y el reconocimiento de los demás”, dice Mariana Maristany, doctora en Psicología de la Fundación Aiglé.
“Una meta no siempre está destinada a ser alcanzada; a veces sirve simplemente como algo a lo que apuntar”, decía el astro de las artes marciales Bruce Lee. “Lo que vale es la motivación –completa la psicóloga Rocío Ramos Paúl–, esa intención que nos pone en movimiento, y también plantearse objetivos realistas. No debemos desasosegarnos si no se cumplen. Sería aconsejable no plantearse más de tres propósitos, intentar hacer los tres, pero si se dan dos o uno trabajados con constancia, lo hemos logrado. Si no fue posible, autoperdonarnos, no ser muy autoexigentes”.
¿Qué nos pasa a cada edad? “El propósito mantiene la motivación y la energía –dice Cristina Veiga, psicóloga de la Fundación Aiglé–. Proporciona una sensación de disfrute de los logros que estimula la autoconfianza. Lo que lleva a mejorar la salud física y mental”. Maritchu Seitún, especialista en asesoramiento familiar, aclara: “Como concepto general es aconsejable no hacer megaproyectos ilusorios y poco realistas, de modo de no terminar frustrados y enojados con nosotros mismos. Solo se termina un año, seguramente tengamos unos cuantos más. No es el fin del mundo no haber hecho tal o cual cosa, podemos hacerlo más adelante, aprendamos a no comernos la vida porque terminamos exhaustos, estresados y enojados”. “La vida es dinámica y nuestras necesidades pueden experimentar altibajos –continúa Maristany–. Cuando un balance negativo se vuelve recurrente, el sufrimiento puede intensificarse, y muchas veces es necesario buscar ayuda para poder sobrellevarlo o cambiar. Hay momentos específicos que invitan a una reflexión consciente sobre nuestras vidas. Estos instantes pueden convertirse en oportunidades para cultivar nuevas esperanzas y considerar posibles cambios, aunque también pueden suscitar frustraciones al confrontar aspectos que no hemos podido modificar”.
En el caso de los niños, para Ramos Paul “estaría bien reflexionar con ellos, porque es una habilidad que necesitamos y que estamos perdiendo. Es un buen momento para hablar de cómo ha ido el año, qué es lo que más nos ha gustado y lo que no, qué recuerdos bonitos tenemos, e incluso qué nos gustaría conseguir el año que viene, e intentar abonar entre toda la familia a ese proyecto”. Son las cuestiones no materiales las más interesantes para trabajar. Seitún propone: “Veamos si dejamos suficiente tiempo para conversar, sonreír, estar juntos, pasarla bien, jugar, cocinar con nuestros hijos o simplemente estar en compañía de nuestros seres queridos confirmando cada vez que las mejores conversaciones, los juegos más divertidos, la intimidad más lograda se dan en ese ámbito”.
Maristany explica que durante la adolescencia se desarrolla la capacidad de reflexión sobre uno mismo y el porvenir, permitiendo la generación de escenarios futuros y la formulación de nuevas metas. “Es crucial ayudar a establecer objetivos que sean acordes a las capacidades individuales y que sean alcanzables. Aunque no siempre se logren, esto también forma parte del aprendizaje adolescente. La frustración óptima puede ayudar a ajustar la percepción de uno mismo y la realidad, facilitando un crecimiento personal saludable”, agrega.
Según Pew Research Center los adultos jóvenes son los más propensos a hacer resoluciones de Año Nuevo (49% entre 18 y 29 años). Lo mismo ocurre con un tercio (31%) de las personas de entre 30 y 49 años y solo alrededor de una quinta parte (21%) de los adultos de 50 años o más lo han hecho. “Esto se relaciona con las utopías –explica Shanay Gracia, analista del informe–. A medida que pasan los años muchos se sienten desilusionados por no haber logrado lo pautado, o han agotado las reservas de esperanza. Curiosamente, aquellos que mantienen la toma de propósitos, se expresan motivados”. ¿Será la meta el origen del entusiasmo o es este el que permite fijar objetivos? “El propósito –indica Veiga, especialista en adultos mayores– permite que las personas conserven un espíritu abierto y explorador, donde se mantiene viva la llama de la curiosidad por aprender hasta el último minuto de vida”.
Hacer el recorrido
Para Gracia todo comienza con el entusiasmo: “El plan no debe ser llegar a la meta, sino iniciar el recorrido. Para eso hay que darle lugar al trayecto”. Ramos Paul sugiere resumir el año anterior con buena actitud, poniendo el acento en lo que sí logramos. “Luego se puede dar marco a la temporada que se inicia: va a estar signada por… Todos los planes deben dividirse en pequeñas tareas. El viaje de tus sueños empieza por hacer un presupuesto, elegir la fecha, investigar el destino, ahorrar en familia…”, detalla.
No se trata solo de enunciarlo. “Hay que hacer algo más que lanzarlo al mundo como idea –sugiere Ramos Paul–. Pensemos en un principio específico, que sea simple y significativo. Que pueda ser medido y alcanzable en un cierto tiempo. No hace falta que se proyecte a todo el próximo año. Se pueden establecer etapas cortas que permitan analizar desvíos y, si es necesario, recalcular”.
Todo propósito “requiere un plan –aporta Gracia–. Establecer cómo se va a alcanzar el objetivo es parte de él”. Todos los especialistas coinciden en la autoconfianza: creer en uno mismo para generar un terreno fértil en que lo que se deseó pueda cultivarse. “Uno de los mayores obstáculos para el éxito es la autocrítica exagerada –sentencia Ramos Paul–. No te fortalece en absoluto. Esta es una etapa para agrandar un poco la compasión. Haremos lo que podamos intentando lo mejor”.
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