Un nuevo estudio indica que pasar tiempo con canes ayuda a reducir los niveles de estrés en los menores, incluso más que los ejercicios de relajación
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Un beneficio inesperado de adoptar a Annie, la perra callejera de 18 kilos y orejas caídas, es el efecto calmante que ha tenido en mis hijos. A menudo llegan a casa después de un día largo y cansador en la escuela y se dejan caer en el piso junto a la cama de Annie, acostados en silencio mientras ella les lame los dedos y las mejillas. O la acarician, tomándose un momento antes de ir a cenar, hacer los deberes u otras tareas que realizan antes de irse a dormir.
Annie es traviesa y tiene mucha energía, pero su mera presencia en nuestra casa calma a mis hijos de una manera inesperada desde que la trajimos a nuestro hogar hace más de un año.
Un estudio publicado recientemente habla sobre esa poderosa conexión niño-perro. Indica que tener sesiones al menos dos veces por semana con un perro y su adiestrador redujeron significativamente los niveles de cortisol de los niños, la hormona del estrés del cuerpo, que midieron a través de muestras de saliva. La intervención pareció ser más efectiva que las sesiones de relajación guiada.
“Nuestro estudio muestra, por primera vez, que las intervenciones asistidas por perros pueden reducir el estrés en los niños, con y sin necesidades educativas especiales, durante un período escolar típico”, dijo Kerstin Meints, profesora de Psicología del Desarrollo en la Universidad de Lincoln en Inglaterra, y una de las investigadoras del estudio.
El ensayo aleatorizado y controlado de su equipo, publicado en la revista PLOS ONE, incluyó a 149 niños neurotípicos y no neurotípicos de 8 y 9 años en Gran Bretaña, que se clasificaron en tres grupos.
En uno de ellos, los niños pasaron 20 minutos dos veces por semana, en el transcurso de un mes, con un perro entrenado y su guía. Acariciaban al perro durante unos minutos si este estaba dispuesto, hacían algunas preguntas y jugaban. En otro grupo, los niños trabajaron en ejercicios de relajación durante el mismo período de tiempo sin ningún perro alrededor, haciendo cosas como mover los dedos de las manos y los pies antes de acostarse en colchonetas de yoga para escuchar una meditación guiada. Un tercer grupo sirvió como control.
Los investigadores tomaron muestras de saliva de todos los niños para medir sus niveles de cortisol antes y después de la prueba de cuatro semanas, y también midieron los niveles de cortisol de los niños neurotípicos antes y después de cada sesión. En general, encontraron que los niños en el grupo de intervención con perros tenían niveles de cortisol más bajos que sus compañeros en los grupos de relajación y control.
“Como adiestrador clínico que trabaja a tiempo completo con un perro de la instalación, no me sorprende ver resultados tan positivos en este estudio”, dijo Ali Spikestein, coordinador del programa de perros Paws and Play en el Hospital Infantil Mount Sinai Kravis, que no participó en el nuevo estudio.
Spikestein está bien familiarizado con el potencial terapéutico de los caninos, y trabaja con los tres “golden doodles” de su hospital (Profesor, Amos y Moby) para sentarse y, a veces, abrazar a niños que experimentan un dolor significativo o que luchan simplemente por estar en un entorno hospitalario. Pero dijo que era “emocionante y prometedor” ver un nuevo estudio que analiza específicamente el potencial que los perros podrían desempeñar para calmar a los niños sanos en las escuelas.
De hecho, los investigadores y los profesionales de la salud mental dicen que existe una necesidad real de más investigación sobre cómo las intervenciones asistidas por animales de todo tipo pueden ayudar a los niños. La doctora Meints también espera ver más ensayos controlados, así como estudios a largo plazo que puedan responder preguntas sobre la frecuencia con la que los niños deben participar en sesiones de terapia asistida por perros y la duración de las sesiones. También hay grandes interrogantes sobre cuán importante es que los niños puedan tocar al perro durante las sesiones, o si simplemente es suficiente para ellos estar en presencia del animal, dijo, y sobre si la terapia grupal o individual es la adecuada.
Aunque puede ser tentador para los padres como yo, hay una gran diferencia entre la terapia canina y los tipos de interacciones impredecibles que tienen los niños y las mascotas cuando simplemente están pasando el rato juntos en casa.
“Hay una diferencia entre un animal entrenado y una mascota doméstica”, dijo el Dr. Arun Handa, psiquiatra adjunto del departamento de psiquiatría infantil y adolescente del Children’s Hospital of Philadelphia. “Dicho esto, no es loco pensar que las mascotas domésticas puedan brindar algún tipo de consuelo y apoyo”.
Independientemente del entorno, se debe enseñar a los niños cómo interactuar con los perros, y la Academia Estadounidense de Pediatría ofrece orientación a los padres sobre cómo elegir y vivir con una mascota familiar. A los niños del nuevo estudio se les recordó antes de las sesiones que no besaran, abrazaran ni amontonaran a sus perros de terapia de ninguna manera, y siempre fueron monitoreados de cerca por adultos. El equipo buscó señales para identificar si los perros no estaban contentos, como lamerse la nariz, mover el cuerpo o la cabeza, o bostezar repetidamente, y finalizaron las sesiones en las que los perros parecían cansados o como si ya no quisieran participar.
Puedo dar fe de que en mi propia casa, ese tipo de formación es continua. A veces, tengo que recordarles a mis hijos que le den su espacio a Annie; otras veces, ella es la que necesita que se lo recuerden. Pero la mayoría de las veces, mis hijos y mi perro parecen compartir un entendimiento emocional que no puedo evitar reconocer que es bueno para ellos.
“Los animales brindan este amor incondicional”, dijo el Dr. Handa, “y provienen de un lugar de apoyo sin prejuicios”.
Por Catherine Pearson.
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