Una investigación publicada por Van der Ham y sus colegas en 2020 encontró que alrededor del 15% de las personas se califican a sí mismas como insuficientes cuando se trata de identificar la izquierda y la derecha.
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Cuando el neurocirujano británico Henry Marsh se sentó junto a la cama de su paciente después de una cirugía, sabía que la mala noticia que estaba a punto de darle era por un error suyo.
El hombre tenía un nervio atrapado en el brazo que requería una operación, pero después de hacer una incisión en la línea media del cuello, Marsh perforó el nervio en el lado equivocado de la columna vertebral.
Los errores médicos prevenibles tienen que ver con frecuencia con una cirugía hecha en el lado equivocado: una inyección en el ojo que no era, por ejemplo, o una biopsia del seno que no era.
Estos “never events” (término de la jerga médica con el que se conocen los accidentes graves y en gran medida prevenibles de seguridad del paciente) resaltan que, si bien la mayoría de nosotros aprendemos de niños a diferenciar la izquierda de la derecha, no todos lo hacemos bien.
Mientras que para algunas personas distinguir la izquierda de la derecha es tan fácil como distinguir arriba de abajo, una minoría significativa (alrededor de 1 de cada 6 personas, según un estudio reciente) tienen dificultades con la distinción.
Incluso para aquellos que creen que no tienen problemas, las distracciones como el ruido ambiental o tener que responder preguntas no relacionadas con lo que se está haciendo pueden obstaculizar la toma de la decisión correcta.
“Nadie tiene dificultad para decir (que algo está) adelante y atrás, o arriba y abajo”, dice Ineke van der Ham, profesora asistente de neuropsicología en la Universidad de Leiden en Países Bajos.
Pero diferenciar la izquierda de la derecha es diferente. “Es por la simetría, y porque cuando te das la vuelta, es al revés, y eso lo hace muy confuso”.
Varias partes involucradas
La distinción entre izquierda-derecha es en realidad un proceso bastante complejo, que requiere memoria, lenguaje, procesamiento visual y espacial y rotación mental.
De hecho, los investigadores apenas están comenzando a llegar al fondo de lo que sucede exactamente en nuestro cerebro cuando lo hacemos, y por qué es mucho más fácil para algunas personas que para otras.
“Algunas personas pueden distinguir la derecha de la izquierda de forma innata, simplemente pueden hacerlo sin pensar”, dice Gerard Gormley, médico y profesor en la Universidad Queen’s de Belfast, en Irlanda del Norte. “Pero otros tienen que pasar por un proceso”.
En un esfuerzo por comprender qué sucede en los errores médicos que implican el lado equivocado, Gormley y sus colegas realizaron una investigación sobre la experiencia de los estudiantes de medicina al tomar decisiones de izquierda y derecha y examinaron el proceso.
“En primer lugar, tienes que orientarte de derecha a izquierda en ti mismo”, dice.
Cuando la respuesta no llega al instante, los participantes describieron varias técnicas, desde hacer una L con el pulgar y el índice, hasta pensar en qué mano usan para escribir o tocar la guitarra. “Para algunas personas es un tatuaje en el cuerpo o una perforación”, dice Gormley.
Luego, cuando descubres de qué lado está el izquierdo o el derecho de otra persona, el siguiente paso es girarte mentalmente para mirar en la misma dirección que la otra persona. “Si estoy frente a ti, mi mano izquierda estará frente a tu mano derecha”, dice Gormley.
“Esa idea de rotar mentalmente un objeto agrega un grado adicional de complejidad”.
Otra investigación muestra que a las personas les resulta más fácil juzgar si una imagen muestra una mano izquierda o derecha imaginando su propia mano o cuerpo girando.
Un porcentaje
La investigación publicada por Van der Ham y sus colegas en 2020 encontró que alrededor del 15% de las personas se califican a sí mismas como insuficientes cuando se trata de identificar la izquierda y la derecha.
Casi la mitad de los 400 participantes en el estudio dijeron que usaron una estrategia relacionada con la mano para identificar cuál es cuál.
Los investigadores utilizaron algo llamado prueba de discriminación derecha-izquierda de Bergen para profundizar en cómo funcionan estas estrategias.
Los participantes miraron imágenes de personas dibujadas como muñecos de palitos. Unas figuritas miraban hacia ellos y otras no y estaban con los brazos en varias posiciones, y ellos tenían que identificar la mano que se resaltaba como la izquierda o la derecha.
“Parece simple, pero es un poco frustrante si tienes que hacer 100 de estos lo más rápido posible”, dice Van der Ham.
En el primer experimento, los participantes se sentaron con las manos sobre una mesa frente a ellos.
“Hubo un efecto muy claro en la forma en que se colocó esta pequeña figura de palo”, dice Van der Ham.
“Si mirabas la parte posterior de la cabeza, de modo que estuviera alineada contigo, las personas eran mucho más rápidas y precisas”.
De manera similar, cuando la persona de palo estaba frente al participante pero tenía las manos cruzadas, de modo que su mano izquierda estaba del mismo lado que la mano izquierda del participante, las personas tendían a hacerlo mejor.
“Eso nos dice que el cuerpo realmente está involucrado en esto”, dice Van der Ham.
Estrategias
La siguiente pregunta fue si los participantes estaban usando señales de su cuerpo en el momento de la prueba para identificar la izquierda y la derecha, o si se referían a una idea almacenada sobre su cuerpo.
Para responder a eso, los investigadores repitieron su experimento, pero esta vez probaron cuatro escenarios diferentes: los participantes se sentaron con las manos cruzadas o sin cruzar sobre la mesa frente a ellos, y tenían las manos visibles durante la prueba o cubiertas con un paño negro.
Pero los investigadores encontraron que ninguno de esos cambios influyó en el rendimiento de la prueba. En otras palabras, los participantes no necesitaban ver sus manos para usar su propio cuerpo para distinguir la derecha de la izquierda.
“No hemos resuelto completamente el problema”, dice Van der Ham. “Pero pudimos identificar nuestros cuerpos como un elemento clave para reconocer la izquierda de la derecha, y consultamos nuestra representación corporal tal como la tenemos de una manera más estática”.
En los experimentos de Van der Ham, el aumento en el rendimiento que resultó de estar en línea con la figurita de palo fue más pronunciado en las personas que dijeron que usan una estrategia relacionada con la mano para diferenciar la izquierda de la derecha en su vida diaria, así como en las mujeres en general.
Los investigadores también encontraron que los hombres tendían a responder más rápido que las mujeres, pero los datos no respaldaban estudios anteriores que mostraban que los hombres se desempeñan mejor en general en las pruebas de discriminación de izquierda a derecha.
No está claro exactamente por qué las personas difieren en su capacidad para diferenciar la izquierda de la derecha, aunque la investigación indica que cuanto más asimétrico es el cuerpo de alguien (en términos de preferencia de mano para escribir, por ejemplo), más fácil les resulta diferenciar la izquierda y la derecha.
“Si un lado de tu cerebro es un poco más grande que el otro, tiendes a tener una mejor diferenciación de derecha-izquierda”, dice Gormely.
Los primeros años
Pero también podría ser algo que aprendemos en la infancia, como otros aspectos de la cognición espacial, dice Van der Ham.
“Si los niños están a cargo de encontrar el camino, si simplemente los dejas caminar frente a ti por un par de metros y tomar las decisiones, esos son los niños que terminan siendo mejores navegantes”, dice la experta.
La investigación realizada por Alice Gomez y sus colegas en el Centro de Investigación de Neurociencia de Lyon en Francia sugiere que la discriminación de izquierda a derecha es algo que los niños pueden aprender rápidamente.
Gomez diseñó un programa de intervención de dos semanas, impartido por maestros, para aumentar la representación corporal y las habilidades motoras de los niños de cinco a siete años.
Cuando se evaluó su capacidad para ubicar la parte correcta del cuerpo en sí mismos o en un compañero (su rodilla derecha, por ejemplo), después del programa, el número de errores de diferenciación izquierda-derecha se redujo casi a la mitad.
“Fue muy fácil para nosotros aumentar las habilidades de los niños para poder localizar la (parte del cuerpo) sobre la base del nombre”, dice Gomez.
Una razón para esto podría ser que a los niños se les enseñó una estrategia: pensar en la mano que usan para escribir, cuando no pudieran recordar la derecha y la izquierda.
El enfoque del programa en los propios cuerpos de los niños es otra posible explicación, especialmente porque otras investigaciones muestran que un marco de referencia egocéntrico es clave cuando tomamos decisiones de izquierda a derecha.
En un salón de clases típico, los niños pueden etiquetar las partes del cuerpo en un diagrama en vez de sus propios cuerpos, porque este último requiere más tiempo y es más difícil de evaluar para un maestro, dice Gómez. “Es muy raro que tengan tiempo para ser egocéntricos”, dice ella.
La más desafiante
Si bien hay muchos escenarios cotidianos en los que es importante distinguir la izquierda de la derecha, hay algunas situaciones en las que es absolutamente vital.
El neurocirujano Marsh pudo corregir su cirugía de nervio atrapado, pero un cirujano que extrajera el riñón equivocado o amputara la extremidad equivocada, por ejemplo, tendría consecuencias devastadoras.
La medicina no es el único campo en el que los errores de izquierda a derecha pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte: es posible que un timonel que giró el barco a la derecha en lugar de a la izquierda fuera un factor que contribuyera al hundimiento del Titanic.
Pero mientras algunas personas tienen que esforzarse más para distinguir izquierda y derecha, todo el mundo tiene la capacidad de equivocarse en las decisiones de izquierda a derecha, indica Gormley.
El especialista espera que una mayor conciencia de lo fácil que es cometer un error de este tipo conduzca a menos estigma para aquellos que necesitan verificar su decisión.
“Como profesionales de la salud, dedicamos mucho tiempo a etiquetar las orientaciones espaciales: proximal, distal, superior, inferior, pero en realidad no prestamos atención a la derecha o la izquierda”, dice.
“Y, en realidad, de todas las orientaciones espaciales, esa es la más desafiante”.
Un cerebro diferente
Aproximadamente una de cada 10 personas es zurda, y los estudios de gemelos han demostrado que la genética juega su parte.
Un estudio de la Universidad de Oxford reveló recientemente cuatro regiones en el ADN humano que parecen desempeñar un papel en la determinación de si alguien es zurdo o diestro.
Se descubrió que aquellos que eran zurdos tenían “mutaciones” en cuatro genes que codifican el citoesqueleto del cuerpo, el andamiaje complejo que se encuentra dentro de las células para ayudar a organizarlas.
Los estudios con escáner de personas con estas mutaciones mostraron que la materia blanca en sus cerebros tenía una estructura diferente.
Los lados izquierdo y derecho del cerebro de las personas zurdas también estaban mejor conectados que en las personas diestras.
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