El autor norteamericano del best seller Conversaciones con Dios recuerda cómo fueron sus primeros diálogos y asegura que todos recibimos señales de la divinidad a lo largo de la vida
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Tarde o temprano en nuestras vidas todos buscamos el camino de la espiritualidad. Neale Donald Walsch lo descubrió después de largas y angustiosas noches de oscuridad, cuando la desazón se apoderó de su alma. Una carta de desahogo cambió su destino. Hoy, es el célebre autor del best seller Conversaciones con Dios, una tetralogía traducida a 37 idiomas que impactó a millones de lectores alrededor del mundo.
Cálido y con gran sentido del humor, el escritor estadounidense de 80 años conversó con LA NACION desde su casa en Oregon y anticipó algunos temas del encuentro que realizará por primera vez en el país el 26 de septiembre. (La cita se hará en formato híbrido: online por zoom y presencial)
Criado en una familia católica, Walsch afirma que sus libros son inspirados por Dios pero no están atados a ninguna doctrina. Promueve una “nueva espiritualidad” basada en la creencia de que “todos somos uno con Dios y con la vida”.
–¿Cómo surgió la idea y qué lo llevó a escribir esa primera carta a Dios?
–Mi vida se estaba desmoronando. En un lapso de diez días enfrenté tres enormes desafíos: perdí mi matrimonio, cinco días después me quedé sin trabajo y sufrí un accidente automovilístico que me dejó con una gravísima fractura en el cuello. No solo tuve que usar un cuello ortopédico durante un año sino que cuando desperté en el hospital, el médico me dijo: “¿Qué planeás hacer con el resto de tu vida? La mayoría de las personas que sufren este tipo de fractura no sobreviven, y si lo hacen, suelen quedar paralizadas del cuello hacia abajo. Has escapado de ambas consecuencias, lo cual es un regalo maravilloso”. Le respondí que iba a intentar averiguarlo. Pero como resultado de todo lo ocurrido quedé en la calle, sin trabajo, sin casa y tuve que recoger latas para sobrevivir. Lo peor era no tener un lugar para ir al baño. Perdí mi dignidad y todos los anclajes de mi vida.
–¿De qué manera salió de esta situación?
–Finalmente conseguí un trabajo de fin de semana y me dieron una habitación donde vivir. Una mañana me desperté a las 4.30, muy enojado con Dios y decidí escribirle una carta como forma de desahogo: “¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué he hecho para merecer esto y qué debo hacer para que mi vida funcione?”, le pregunté. De repente, escuché una voz y sentí como si alguien estuviera en la habitación. Pero no había nadie. Pensé: “Ahora, además de todo, estoy perdiendo la cabeza”. Pero la voz me dijo: “Neale, ¿de verdad quieres estas respuestas? Te daré contestaciones a todas tus preguntas”. Y fue en ese momento que mi lapicera empezó a moverse entablando una conversación con Dios.
–¿Cómo se dio cuenta de que era Dios y no su propia imaginación?
–De dos maneras: por un lado, recibí respuestas que nunca habría pensado ni me habría dado a mí mismo. Por el otro, eso mismo le pregunté a Dios: “¿Cómo sé que no es solo mi imaginación?”. Y me dijo: “Neale, ¿de dónde creés que surgió la música de Mozart? ¿Y el arte de Miguel Ángel? ¿De dónde creés que provienen todas las grandes creaciones, todos los grandes pensamientos y obras de arte? Por supuesto, vienen de la más profunda imaginación de una persona”. Y yo usaré tu imaginación para traerte mis mensajes.
–¿Qué lo llevó luego a escribir su obra Conversaciones con Dios?
–En ese diálogo que mantuve con Dios me reveló que algún día se publicaría un libro que sería accesible a muchas personas. Por eso y pese a mi falta de confianza envié mis notas a tres pequeñas editoriales. Pensaba que nadie iba a publicar un libro de un tipo que habla con Dios. Sin embargo hoy ya lo leyeron más de 15 millones de lectores.
–¿Por qué este éxito?
–Creo que es algo divino. No encuentro otra explicación.
–¿Podría describir ese estado de paz y en comunión con lo divino?
–Creo que todos estamos conectados con lo divino. Y que tenemos conversaciones con Dios todo el tiempo. Simplemente las llamamos de otra manera. Nadie dice: “Tuve una conversación con Dios esta mañana”. Pero cuando tenemos esas experiencias, las definimos como un golpe psíquico, una epifanía o una intuición femenina.
–Usted dice que todos tenemos conversaciones con Dios, ¿cómo darnos cuenta?
–Se trata simplemente de prestar atención a las señales que recibimos y a las comunicaciones de lo divino que pueden llegar de muchas maneras.
–¿Como cuáles?
–Por ejemplo, cuando vas conduciendo y estás preocupado por algo. Doblás y ahí, en un cartel, en 12 palabras está la respuesta a la pregunta en la que has estado pensando durante tres días. O prendés la radio de tu coche y la letra de la siguiente canción, por coincidencia, habla de lo que has estado preocupado durante meses. Mi punto es que los mensajes de lo divino nos llegan de maneras diferentes a lo largo de mil momentos en una vida.
–¿Puede dar un ejemplo de cuándo le pasó algo así?
–Hace unos años estaba en la sección de hombres de una tienda departamental buscando un saco deportivo y percibí un aroma a gardenia. Me pareció raro y le pregunté a uno de los vendedores si había un mostrador de perfumes cerca. Me dijo que no, me aseguró que no olía gardenia. Enseguida recordé que la gardenia era el perfume favorito de mi madre, su aroma característico. Cuando llegué a casa, la llamé y le conté lo que me había pasado. Tuvimos una charla maravillosa durante más de una hora y esa fue la última conversación con ella; falleció siete días después. ¿Qué me impulsó a llamarla? ¿Por qué estaba oliendo su perfume en el departamento de hombres? La vida nos informa y se comunica con nosotros a través de los eventos de la vida misma. Solo tenemos que prestar atención.
–¿Qué impacto cree que tienen sus libros en la conciencia colectiva?
–Bueno, no puedo estimarlo con precisión. No me considero un maestro espiritual. Simplemente tomé dictado y compartí lo que me dijeron. No tengo más sabiduría que cualquier otra persona. He recibido cientos de correos electrónicos, cartas e incluso comentarios en conferencias y talleres diciéndome: “Estos libros me han cambiado mi vida”.
–¿Qué es la felicidad para usted?
–No busco la felicidad, la proporciono. “Neale, no seas un buscador; sé la fuente. Da a los demás lo que deseás experimentar en tu propia vida y descubrirás que lo que fluye a través tuyo se queda contigo”, me dijo la voz. No busco sabiduría; la comparto con los demás. No busco compañía; acompaño. Tampoco persigo la abundancia, pero cuando veo a alguien sin hogar, le ofrezco algo de dinero. Así, doy a los demás lo que solía buscar para mí. Y he aprendido que lo que fluye a través de mí, se queda conmigo.
–¿Cómo definiría su misión y su propósito de vida?
–Mi propósito y mi misión en la vida es cumplir con la agenda del alma. Creo que el alma de todo ser viviente, no solo en la Tierra, sino en el cosmos, comparte la misma agenda.
–¿Y cuál es esa agenda?
–Es expresar, demostrar y experimentar nuestra verdadera identidad como expresiones individuales de la divinidad. En una palabra: evolucionar. El propósito de la vida es avanzar hacia nuestra mejor versión.
–Habla sobre la gratitud como una herramienta poderosa para enfrentar el sufrimiento. ¿Cómo se puede estar agradecido en momentos de dolor?
–La clave es no añadir energía negativa a tu dolor porque solo amplifica el dolor emocional o físico. En lugar de empeorar la situación con enojo, decepción o frustración, elijo no contribuir con energía negativa. Como me enseñó Conversaciones con Dios: “Lo que resistes persiste”. La vida es una serie de eventos, algunos bienvenidos y otros no tanto, pero todos ofrecen una oportunidad para crecer. Cada experiencia me ayuda a ser más paciente, comprensivo, amoroso, compasivo, gentil y sabio. Estoy agradecido por la oportunidad de ser una mejor versión de mí mismo cada día.
–¿Y qué consejo le daría a alguien que busca una conexión más profunda con la espiritualidad o lo divino?
–Dar a los demás lo que desean recibir en su propia vida. Les aconsejaría que formen un grupo de apoyo espiritual en su comunidad y que lean libros espirituales.
–¿Medita?
–No de la manera clásica. Para mí, la meditación ocurre a través de mi escritura. Al final de uno de mis libros, describo siete métodos distintos.
–Dijo que para usted la meditación es escribir…
–Esa es una forma. Además, practico otra técnica que llamo “meditación de parar”. Es mágica. Consiste en detenerme seis veces al día durante diez segundos cada vez. Paro todo lo que estoy haciendo y me conecto con el silencio interior. Diez segundos de silencio inesperado. Prueba hacer esto seis veces al día durante 90 días y observa los resultados.
–¿Tiene miedo a la muerte?
–No. Escribí En casa con Dios una vida que nunca termina basado en un diálogo con Dios. Le pregunté sobre la muerte, qué pasa cuando morimos y qué ocurre después de dejar nuestro cuerpo. El libro explora en profundidad el proceso que llamamos muerte y es uno de los diálogos más poderosos que he producido. Cuando le pregunté a Dios, me respondió que la muerte es simplemente un proceso de “reidentificación” o, en términos más simples, un cambio de dirección. Es un cambio del reino físico al espiritual, pero seguimos existiendo, manteniendo nuestra experiencia individual. No soy mi cuerpo ni mi mente; estos son solo herramientas que utiliza mi alma. Soy un ser espiritual y, como tal, vivo para siempre.
–Para cerrar, ¿cuál es el mensaje más importante de Conversaciones con Dios?
–Todos somos una manifestación de lo divino y estamos conectados como parte de un todo único. El libro enfatiza en que Dios no es una entidad externa que juzga, condena o castiga sino una presencia amorosa y no juzgadora que reside en todos nosotros. Para crear una vida más plena debemos dejar ir el miedo y las ideas equivocadas sobre Dios y sobre nosotros mismos, abrazando el amor incondicional y la unidad con todos los seres.
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