Los especialistas afirman que uno puede trabajar en la construcción de la felicidad
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Una comunicación empática, cuidada y amorosa entre las personas tiene un lugar fundamental en la conexión humana. La ciencia está demostrando que cuidar nuestros vínculos es una pieza clave en la construcción de la felicidad.
En una encuesta a jóvenes mllennials sobre sus objetivos de vida, “más del 80% dijo que uno de sus principales objetivos de vida era hacerse rico, y un 50% de esos mismos adultos jóvenes, que otro objetivo importante en sus vidas era hacerse famosos¨.
Es interesante contrastarlo con el trabajo de la enfermera Bronnie Ware que en su libro ¨Los Cinco Mandamientos Para Tener una Vida Plena¨ (2013) plasma su experiencia de muchos años trabajando con enfermos en cuidados paliativos, y recopiló entre otras cuestiones, los cinco arrepentimientos o lamentos que expresaban dichos pacientes con más frecuencia en su lecho de muerte:
- ¨…ojalá hubiera sido valiente para vivir la vida que deseaba y no la vida que otras personas deseaban para mi”.
- ¨…no debí haber dedicado tanto tiempo a mi trabajo sino a mi familia¨.
- ¨…me hubiera gustado mostrar más abiertamente mis sentimientos¨.
- ¨…no debería haber perdido la relación con viejos amigos, me hubiese gustado estar más en contacto con ello¨.
- ¨…tendría que haberme permitido a mí mismo ser más felíz: haber tenido el coraje de hacerlas cosas que eran valiosas para mí a pesar del miedo¨.
Los objetivos de vida se contradicen con los arrepentimientos finales. Si la felicidad es un estado de estabilidad temporal, de bienestar y satisfacción en la vida y de paz transitoria ¿cuáles son entonces los factores importantes a tener en cuenta?
Nosotros ponemos en duda la noción de que la felicidad se tiene que “encontrar”, e incluso la frase tan conocida: “la búsqueda de la felicidad”, como si se tratara de algo que uno tiene que perseguir o descubrir.
Desde nuestra perspectiva preferimos pensar que podemos crear y construir nuestra felicidad. No son las circunstancias que nos tocan vivir las que pueden quitarnos la felicidad, sino que depende de cómo nos paramos frente a ellas. No es lo que nos toca atravesar, sino cómo lo atravesamos, cómo lo vivimos, con qué herramientas y estrategias personales contamos, y cómo lidiamos con lo que nos pasa. Es aquí donde los afectos y los buenos vínculos son un factor fundamental: “No es el viaje, sino la compañía.”
Una investigación del psicólogo americano Martín Seligman de la Universidad de Pensilvania, trabajando con pacientes con depresión, demostró que gran parte de nuestro bienestar depende de nuestras acciones, y se relaciona más con la forma en cómo vemos el mundo que con lo que nos ocurre.
¿Qué factores promueven el bienestar y una buena calidad de vida? Nos encontramos con los llamados: “sitios azules”; lugares donde la gente vive más que el promedio del mundo y con altos índices de felicidad.
Todo lleva a la enorme importancia de enfocarnos en cuidar y crear buenos vínculos. Por eso apuntamos nuestro trabajo profesional a las relaciones familiares, de parejas y laborales, promoviendo una mejor comunicación y lazos afectivos sólidos y amorosos como el factor prioritario que contribuye a una mejor calidad de vida, salud y bienestar física y emocional. Esto es prevención en salud.
Uno de los males más grandes de este momento es la soledad. Es, sin duda, un problema enorme de salud pública, como predictor de enfermedades, fundamentalmente depresión y todas sus consecuencias.
El “Estudio de desarrollo de Adultos de Waldinger y Shultz” que lleva adelante la Universidad de Harvard desde 1938 hasta la actualidad investiga cuestiones cotidianas sobre el trabajo, la vida hogareña y la salud de personas adultas. Es el estudio más largo existente hasta la actualidad, y arroja resultados muy claros: “el 10% de nuestra felicidad responde a nuestras circunstancias, el 90% de nuestra felicidad es el resultado de una serie de hábitos y acciones conscientes, es un proceso gradual en que la paciencia, perseverancia y conexiones sociales juegan un rol muy importante¨.
La sociedad en la que vivimos nos impone la idea de tener más y más y nos bombardea de contenido que promueve que esto es lo que nos conduce a la felicidad y a conseguir una mejor vida. Esto nos lleva a pasar menos tiempo y de menor calidad en donde estamos y con quienes están en ese momento a nuestro lado.
Es así que el factor común en todo lo investigado, y que es simple de promover y llevar a cabo, es que mejorar nuestros lazos, ampliar nuestra red de pertenencia, son la garantía para mejorar nuestra calidad de vida, longevidad y salud.
De este modo hacemos prevención de cuadros depresivos y otras enfermedades propias de nuestras vidas.
La perspectiva budista, que nos nutre hace más de 2600 años, es clara y sabia en sus conceptos de estar en el presente y advierte sobre la función de nuestra mente como generadora de sufrimiento. Estar en el aquí y ahora y conocer cómo funcionamos hará posible una mente menos codiciosa, menos dual y competitiva y, por ende, menos sufrimiento.
También es necesario incorporar las bases de las neurociencias, que dan cuenta del funcionamiento de nuestro cerebro, de la neurofisiología de las emociones, los pensamientos, y los comportamientos. Y las herramientas que de la Comunicación No Violenta (Marshall Rosemberg), como ejes de una comunicación cuidada, respetuosa, y compasiva.
Nuestro desafío es promover mejores relaciones humanas desde todas estas perspectivas para contribuir al bienestar. Todos podemos hacerlo, cada uno desde su lugar, en la relación con cada persona con la que nos cruzamos en el día a día. Es un trabajo personal, sumamente importante, que se extiende como una onda expansiva.
También nos convoca a poner en valor los conceptos de la psicología y la psiquiatría positiva, estimulando y promoviendo las cualidades y virtudes humanas que nos ayudan a conectarnos y a enfrentar al mundo. El camino apunta a fortalecer nuestras habilidades y recursos, y no meramente clasificar a las personas como enfermas o sanas.
Los vínculos son la garantía, el apoyo, la red y el tesoro más preciado que podemos promover, y que nos podrán salvar de los males de la época, de caer en el pozo más profundo y difícil: la soledad y el sufrimiento que genera.
Las autoras son psiquiatras y directoras del Centro de Cuidados Vinculares (CCV).
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