Lo que distingue a un secreto es la intención; los ocultamientos más frecuentes y la forma para alivianar el peso de guardarlos bajo llave
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“Nada nos pesa tanto como un secreto”, escribió el fabulista francés Jean De La Fontaine en el siglo XVII.
Esa metáfora, repetida de diversas formas por muchos otros, fue el punto de partida de una investigación de una década en la que el psicólogo Michel Slepian de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, atisbó los rincones más íntimos de las vidas de unas 50.000 personas de 26 países.
“Mis estudios originales preguntaban si las personas realmente pensaban de esa manera”, le dijo a BBC Mundo.
“Y efectivamente, al pensar en los secretos, mostraban una sensación de carga. Daban el mismo tipo de respuestas que quienes llevan peso físico”.
Queriendo ahondar en el tema, buscó literatura científica sobre los secretos y “me di cuenta de que en realidad no sabíamos nada”.
No era que no se hubieran abordado, sino que “los psicólogos simplemente asumieron que sabían cómo eran los secretos y los recrearon en el laboratorio en lugar de mirar cómo eran en el mundo real.
“No teníamos respuestas satisfactorias para algunas de las preguntas más básicas, como qué secretos guarda la gente o con qué frecuencia los conservan y qué sucede cuando un secreto viene a la mente”.
Así que se propuso encontrarlas.
Antes que nada, había una pregunta que Slepian y su equipo debían responder.
¿Qué es un secreto?
Suena fácil, pero si uno se pone a pensar: hay cosas de las que no hablamos, sin embargo ¿son todas secretos?
“Hay todo tipo de pensamientos y de experiencias que hemos tenido de los que la gente no sabe, pero eso no significa que son secretos”.
Hay temas que sólo le confiarías a tu círculo más cercano o de las que no discutirías en ciertos espacios; “pero eso tiene más que ver con la noción de privacidad”.
Según Slepian, autor de “The Secret Life of Secrets” (La vida secreta de los secretos), lo que distingue a un secreto es la intención.
“Defino el secreto como la intención de retener información de una o más personas: en el momento en que se tiene la intención de no contarle algo a otra persona, nace un secreto”.
Y no depende de si has estado o no en una situación en la que callaste.
“El que no hayas tenido que ocultar ese secreto en una conversación, no significa que no lo tengas”, dijo.
“De hecho, encontramos que no es muy frecuente que tengamos que guardar un secreto en una conversación, pero es muy común encontrarte pensando en tu secreto, o incluso rumiándolo”.
38 secretos
Slepian empezó pidiéndole a mil personas que le contaran un secreto que estuvieran guardando.
“A partir de ese conjunto de mil secretos desarrollamos una lista de 38 categorías que estaban muy bien representadas por los datos”.
Tras preguntarle a otro grupo de mil personas, comprobaron que esa lista era válida. Y siguieron confirmándolo.
“Cuando hacemos la pregunta abierta ‘cuál es el secreto que estás guardando’, el 92% de las respuestas se ajustan a una de las 38 categorías.
No sólo eso: cuando le presentan la lista a los encuestados, “más del 97% de las personas dicen que tienen uno de los secretos en la lista en este momento, y en promedio, las personas dicen que tienen 13 secretos de esa lista en un momento dado”, sostuvo.
Esa lista de 38 secretos incluye desde cosas como herir a otra persona emocional o físicamente, la autolesión, así como el uso de drogas o cualquier tipo de robo, hasta una sorpresa planeada para alguien o un pasatiempo oculto.
Livianos
Por suerte, no todos los secretos pesan.
“Lo que llamo ‘secretos positivos’ no perjudican nuestra salud y bienestar; de hecho, pueden mejorarlos. Nos hacen sentir emocionados y energizados”.
“Estamos hablando de secretos sobre cosas como una propuesta de matrimonio o quedar embarazada. Son cosas que nos hacen sentir felices”.
También hay algunos que son más bien placeres secretos, cosas que no le contamos a la gente porque pensamos que no las van a entender o compartir.
“Tal vez te gusta ver dibujos animados para niños o telenovelas, o usar drogas recreativas”.
“Cuando las personas guardan secretos con los que se sienten bien, y consideran que no están tomando las decisiones equivocadas, aunque no quieran que otros lo sepan, muestran que existe un tipo de soledad que es feliz, autónoma y libre de la influencia de los demás”, enfatizó el profesional.
Pero hay muchos secretos que sí provocan ansiedad y el objetivo de la misión de Slepian no era sólo saber cuáles guardaba la gente: quería entender porqué pesan tanto, y como psicólogo que es, cómo aligerarlos.
Tres dimensiones
Con toda la información que había amasado, Slepian siguió su análisis con su equipo, pero esta vez tratando de encontrar un orden sensato para esas 38 categorías, creando un mapa de los secretos recopilados en 3D.
Consultando con el público para ir posicionándolos en el espacio, encontró que había 3 dimensiones, y que “cada una de esas dimensiones describía una de las razones por las que pensar en secretos era perjudicial.
“Un secreto moral puede hacernos daño haciéndonos sentir avergonzados”.
“Un secreto relacional (que involucra a otras personas) puede hacernos sentir aislados”.
“Y pensar en los que se relacionan con nuestras metas o aspiraciones, puede hacernos daño al hacernos sentir inseguros o sin saber qué hacer”.
Según Slepian, el 95% de las personas encuestadas señalan que el sólo hecho de identificar cómo les está doliendo un secreto les ayuda a “sentirse más capaces de lidiar con él y encontrar un camino a seguir”.
En la primera dimensión, comprender, por ejemplo, que tus errores pasados no reflejan quién eres hoy y ni tu comportamiento futuro, te puede ayudar a sentirte mejor.
O, en la segunda, si la principal razón por la que no revelas lo que sabes es porque herirías a alguien que aprecias, aunque siga siendo difícil guardarlo, alivia estar consciente de que es por el beneficio de otros.
Pero hay algo que ayuda aún más.
El secreto para aligerar los secretos
El impulso es pensar que, si tienes secretos tóxicos, lo mejor es confesar.
Y quizás lo sea, pero no siempre: en ocasiones, ser honesto puede liberarte pero afectar profundamente a otros sin ningún beneficio, o ponerte en evidencia, sin solucionar nada.
Sin embargo, eso no significa que lo mejor sea callar.
De hecho, Slepian subraya: “El problema de no hablar de un secreto con nadie es que es muy fácil encontrar formas dañinas de pensar en él”.
¿El secreto para superarlo?
Encontrar un buen confidente.
“Una forma más saludable de lidiar con los secretos proviene de hablar de ellos con otras personas, pues pueden desafiar nuestras líneas de pensamiento improductivas y darnos apoyo social y emocional, cosas que no puedes encontrar por tu cuenta”.
Pero, ¿quién es el confidente ideal?
La investigación de Slepian señala que lo mejor es encontrar a alguien que, además de discreto, juzgues como compasivo, empático, afectuoso, sin prejuicios, amable, y con un sentido de la moral similar al tuyo, pues de nada te sirve que se escandalice con lo que le vas a revelar.
Antes de hacerlo, eso sí, recuerda que no puedes pensar sólo en ti.
Tienes que considerar si no vas a meter a esa persona en tu problema: debes estar seguro de que lo que vas a compartir sea el secreto no el agobio y la angustia de guardarlo.
“Encontrar a alguien con quien hablar sobre tu secreto y elegir a la persona adecuada puede marcar toda la diferencia”.
Por Dalia Ventura.
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