Es un fenómeno que se da esencialmente en países desarrollados causado por el deterioro en la calidad de los vínculos
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Hoy en día se tienen menos relaciones sexuales que unos años atrás. También nacen muchísimos menos niños en nuestro país (260.000 menos por año que hace una década) y, además, la gente tiene menos tendencia a vincularse de manera real que antaño.
Los expertos no se ponen del todo de acuerdo para entender qué está pasando. Se trata de un fenómeno que se da esencialmente en países de los llamados desarrollados, pero no se limita a ellos. En pareja o sin ella, los humanos tienden a tener menos calidad de relaciones y, dentro de las mismas, las sexuales llaman la atención, a pesar de que parecía que el sexo se llevaría puesto todo una vez que se “abriera la tranquera” para su ejercicio irrestricto.
No es que esta nueva forma del celibato, que hace que se prefiera ver una serie en casa o pasear al perro antes que forjar relaciones “reales”, haya llegado por el lado de una toma de conciencia espiritual o que sea producto de una decisión consciente y feliz de abstinencia erótica. Ni cerca de ser así. El incremento del porno, por ejemplo, ha crecido y, según muchos autores, su pedagogía mecánica y grosera ha hecho estragos en las relaciones sexuales de la gente porque, más allá de propiciar un culto al onanismo, ha “enseñado” cosas que distan de ser gozosamente aplicables en la vida real, pero modelan las conductas de una manera altamente insatisfactoria para aquellos que pretenden relacionarse entre sí con sexo incluido.
La idea “porno” de la vida sexual no es patrimonio de esta generación, pero, internet mediante, ese modelo se acrecentó y “legitimó” infinitamente en estos tiempos.
Desencuentro afectivo
Sumado a lo antedicho, hay una variada danza de hipótesis que se barajan para sumar explicaciones a este complejo fenómeno. Consideramos que la merma sexual es sinónimo de merma vincular y, quizás, merma demográfica (sabemos que el sexo no es solamente procreativo, pero convengamos que sin el mismo es difícil que los humanos se reproduzcan). Pero según los expertos hay también otros aspectos del tema que se ligan a lo económico, lo laboral y lo estresante de la vida aun para quienes llegan a fin de mes con sus entradas económicas.
Asimismo, existe un creciente desencuentro afectivo entre las personas, inmersas en telarañas ideológicas y emocionales en las que el miedo al dolor y al desencuentro son una secreta y corrosiva pandemia emocional. El síndrome I can buy me some flowers (Puedo comprarme flores a mí misma), la canción que Miley Cyrus escribió como himno redentor tras una fuerte pena de amor, cunde, y muchos prefieren regalarse flores a sí mismos antes que adentrarse en la aventura de estar vinculados con otros.
A modo de ejemplo, días atrás una mujer española, Vanessa García, se casó consigo misma. Como una suerte de sacerdotisa de la llamada “sologamia”, manifestó sentirse feliz de casarse con su propia imagen en el espejo. En la ceremonia hubo invitados y todo. Al escuchar sus declaraciones no se sabe si creerle o no cuando manifiesta estar feliz. Lo que sí surge como convicción es que a este paso nos extinguiremos, aun cuando los argumentos sean valederos… si es que lo son.
Sin necesidad de demostrar
Los que hoy tienen entre 60 y 99 años son la vanguardia de aquella rebelión contra la pacatería y el punitivismo respecto de la sexualidad. A la moralina victoriana la enfrentó, con exageraciones y todo, la generación de los que hoy son abuelos. Si no se cree en esta afirmación, habrá que preguntarle al octogenario Mick Jagger sobre la cuestión. En los hechos, los jóvenes de hoy ya no tienen mucho contra qué rebelarse a la hora de conseguir permiso para expresar su sexualidad de las más variadas maneras, al menos si lo comparamos con lo que ocurría antaño.
Quizás en esta línea sí podamos ver un aspecto positivo a la merma de la sexualidad de hoy en día. La falta de urgencia hace que el sexo no se busque de manera ansiosa y apurada, ya que no hay quien venga a estropear la fiesta con represiones sin sentido.
No sabemos qué importancia tiene esta variable en la complejidad de todo el asunto, pero no hay dudas que en muchos casos hay menos sexo porque no hay que demostrar que se lo tiene, y eso permite el desarrollo de otros aspectos de las relaciones, despojados de la ansiedad sexual de otrora.
La idea de un individuo parapetado frente a un mundo peligroso y hostil es la que ha impregnado el alma de la época. Como hermosas flores… pero en un florero y sin raíces en tierra, los individuos solos apuntan al nirvana solitario, dado que allí afuera las cosas se han puesto difíciles. Ni la repetición de citas vía aplicaciones, ni el permiso de tener una sexualidad que jamás antaño se hubiera soñado posible parece superar el comprar una rica comida vía delivery, mirar la pantalla y cobijarse en el confort de la soledad. Al menos así la vida duele menos y, si duele, no se nota tanto.
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