Frente a los peligros externos, los chicos tienen que estar alertas sobre las situaciones que los pueden poner en riesgo
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El tema de la trata de personas nos resulta ajeno, lejano, preferimos creer que no nos va a tocar y al mismo tiempo les pedimos a nuestros chicos que se queden cerca en lugares públicos o los acompañamos al baño con explicaciones poco claras. Pero surge un caso como el de Loan u oímos hablar de una película del tema y se nos encienden las alarmas.
¿De qué estamos hablando? El protocolo de la ONU contra la trata dice que es la acción de captar a personas, recurriendo a la amenaza, al rapto, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión de pagos a una persona que tenga autoridad sobre otra con fines de explotación, que incluye prostitución, explotación sexual, servicios forzados, esclavitud, servidumbre o extracción de órganos.
A niños y adolescentes les lleva muchos años de acompañamiento adulto y maduración aprender a cuidarse, saber junto a quién pueden quedarse y de quién tienen que apartarse, cómo tener juicio crítico, evaluar fuentes de información para reconocer las que son válidas y así estar preparados para tomar decisiones distinguiendo las “piedritas de colores” que se les ofrecen de las verdaderas piedras preciosas. Durante esos años los padres, docentes y otros cuidadores los protegemos y les enseñamos estas habilidades para que puedan desenvolverse en el mundo y cuidarse a sí mismos.
Pero en el tema de la trata, hoy no alcanza con cuidarlos para mantenerlos seguros y alejados de correr ese tipo de riesgo. El entorno tiene muchas formas de entrar en nuestras casas y en sus vidas a través de pantallas, redes sociales, consolas, publicidades, whatsapp. Reciben invitaciones y mensajes que a menudo no tienen capacidad para procesar, ya que ocurre cuando todavía no tienen el discernimiento que necesitan.
Además de cuidarlos, formarlos e informarlos, hay cuestiones fundamentales que pueden proteger a nuestros chicos:
La primera es que las necesidades básicas personales y familiares de niños y adolescentes estén satisfechas, ya que los ayuda a no dejarse llevar por propuestas tentadoras que pudieran ilusionarlos con la posibilidad de salir de situaciones de carencias físicas, afectivas, sociales.
Una eficaz protección es un vínculo confiado y seguro con los padres que les permite a los chicos reconocer el “buen amor” y sentirse merecedores, de modo de saber reconocer y poder alejarse de las personas que se vinculan con ellos de formas inadecuadas, abusivas o tóxicas, incluso saber pedir ayuda y contar con los padres para hacerlo, reconociendo a su casa y a sus padres como puerto seguro al que poder acudir en caso de dudas.
Un video para pensar
Vi un interesante video en las redes: un hombre le pregunta a la madre de un niño en la plaza si su hijo se iría con él de ese lugar. Ella le asegura que no lo haría; él se acerca al niño, que juega con su perro, le conversa, le cuenta que tiene un perro parecido y que vive cerca. Lo invita a acompañarlo para presentarle a su perro y el chico se levanta para ir con él, ante los ojos azorados de su madre. Ese niño no tiene madurez ni recursos para dudar de las intenciones de ese hombre, no está acostumbrado a desconfiar. No hay forma de que sepa –salvo que lo hayamos alertado– que algunas personas pueden acercarse a él con otras intenciones, como robarle, secuestrarlo. En países de habla inglesa enseñan a los niños stranger, danger, es decir: desconocido, peligro. Es importante encontrar el equilibrio para que no crean que el mundo es un lugar peligroso y a la vez sepan cuidarse.
Es fundamental que junto al amor incondicional y al vínculo seguro, el respeto por sus personas sea la base de la relación con sus padres y otros adultos, ya que siendo respetados, pueden apartarse de quienes no les brindan ese trato.
También es importante que los chicos tengan desde temprana edad adecuada información sobre sexualidad y prevención de abuso, tanto con personas cercanas como en el intercambio en pantallas. Que sepan qué pueden decir, qué no y practicar ese no desde muy chiquitos en casa y con sus padres (así no, basta de cosquillas, no me gusta, no quiero). La información adecuada, los ayuda a no caer en trampas por desconocimiento.
Explicar los motivos de nuestras medidas de cuidado y de las reglas para el acercamiento a personas desconocidas. Es más fácil que las acaten cuando entienden los motivos. La idea no es aterrorizarlos, sabemos que las campañas que infunden miedo no llegan a los adolescentes, ellos creen que los adultos exageran. Desde su omnipotencia adolescente dicen “a mí no me va a pasar eso”, “yo no soy tonto”.
Nadie va a ir a decirles “te quiero sacar órganos” o “quiero que te prostituyas para mí”. Las reglas de juego de la trata y de otros abusos son distintas a las que los chicos manejan.
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