El escritor mexicano intenta en su nuevo libro “Estado civil: ingobernable”, romper las cadenas que mantienen a las personas atadas a una rutina cotidiana que no les satisface
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El novelista Graham Greene solía decir que “siempre hay un momento en la infancia cuando la puerta se abre y deja entrar al futuro”. No se sabe con certeza qué efecto tendrán las experiencias que ingresan, pero para Jorge Lozano, allá en su Monterrey natal, la infancia llegó con una madre llevando adelante una familia de cuatro hijos, de la que él es el mayor. Todo producto de un divorcio difícil que impuso la necesidad de trabajar con dedicación para lograrlo. De niño soñaba con ser músico y sus primeros pasos fueron tocando la guitarra y escribiendo canciones para eventos escolares. Aunque fue un estudiante promedio, siempre supo que tenía una habilidad natural para hablar. Se licenció en Relaciones Internacionales en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, cursó estudios en Mercadotecnia en la Kellogg School of Management de Northwestern University en Chicago Illinois. “Empecé hace una década como conferencista motivacional en universidades y empresas, pero en el momento en el que descubrí las redes sociales, me di cuenta de la enorme necesidad que tenían muchas mujeres de consejos para lidiar con las relaciones negativas –relata en charla exclusiva–. Siempre he pensado que mi entorno familiar fue crucial para llevarme a donde estoy. El ver a mi madre salir adelante por sí misma quedó para siempre marcado en mi memoria y me llena de orgullo poder inspirar a otras mujeres a salir adelante después de un corazón roto”.
Hoy conduce la sección “El comentario de vida” en Multimedios Televisión, transmite el programa de radio “La Cabina del Drama” a Colombia, Estados Unidos y México, y colabora con Estrella TV en el programa de radio para latinos más exitoso en EE.UU., dando consejos sobre relaciones humanas a su audiencia. Tiene más de 22 millones de seguidores en sus redes sociales y ha publicado tres libros: “La suerte no es suficiente”, “Así dile” y “Estado civil: ingobernable”. Asegura ser una especie de “hermano mayor” que intenta aconsejar y motivar para empoderar afectivamente a las mujeres.
–¿Por qué nos mantenemos atados a la vida que tenemos si queremos otra cosa?
–Desde muy temprana edad, se nos adjuntan etiquetas, inseguridades, barreras y creencias limitantes que se convierten en cadenas por años. Desgraciadamente, el ser humano se acostumbra a recibir migajas de cariño, atención o reconocimiento y empieza a acostumbrarse a la idea de que es lo único que merece. Nuestro entorno nos empieza a generar una normalidad que, aunque nos hace daño, es terreno familiar. Hace falta cuestionarlo todo y animarse a dar el paso hacia lo que deseamos.
–¿Cómo identificamos aquello que nos pesa? No siempre nos damos cuenta…
–Hay quienes pasan toda una vida sin hacerlo. A veces no entendemos por qué nunca nos fue bien en el amor, por qué nuestra relación con el dinero ha sido mala o por qué nuestro cuerpo jamás pudo llegar a su peso ideal. La respuesta se esconde en nuestro pasado. Desde una infancia en la que nos programaron, un divorcio que nos marcó con inseguridad o un trauma que todavía nos acompaña, cargamos cadenas que no nos permiten soltar. Hay que decirle adiós a todos aquellos que apostaron en tu contra y dejar atrás todo lo que roba tu paz.
–¿Qué aporta el humor en esto de encontrar un camino nuevo en la vida?
–Tengo la filosofía de que la gente no recuerda las palabras que les dices, sino las emociones que le generan. Con esto en mente, me di cuenta que los consejos que le aporto a las mujeres tienen mayor impacto cuando vienen disfrazados de humor y risas. A veces, reírnos de nuestras propias tragedias es el primer paso para superarlas y por lo que sabemos, quienes empiezan a reírse de sus tragedias inician el camino de salida.
–¿Considera que hay matices entre las cadenas que nos atan a hombres y a mujeres?
–Definitivamente. Aunque no distinguen género, la sociedad sí nos programa de formas diferentes. Muchas mujeres crecen con una enorme expectativa de perfección, estándares inalcanzables de belleza o de salud mientras que a muchos hombres aún los programan con mensajes de prosperidad económica o éxito profesional. Aún y cuando somos la generación que despertó del enorme machismo que predominaba en la cultura, las cadenas parecen no haber evolucionado al mismo paso.
–¿Por qué la motivación para el cambio nos dura poco?
–Se nos enseña siempre a cambiar hábitos y modificar conductas, pero poco se habla de modificar nuestra identidad.
Lucho contra las etiquetas: el hecho de que hayas pasado por un trámite de divorcio no te convierte en una divorciada. Todos tenemos la posibilidad de reinventarnos. Pero para eso hay que abandonar una carga que arrastramos, en muchas ocasiones sin saber por qué, solo por inercia. Es una gran energía cotidiana destinada a algo que no nos aporta, además de limitarnos.
–Las redes sociales reciben mucho castigo por ciertos mensajes que ofrecen y por lo adictivas en que se convierten, ¿podría darme su lado bonito de la historia?
–Definitivamente la dopamina que nos generan nos hacen estar estimulados todo el tiempo. Sin embargo, a esta generación le han aportado herramientas de acceso a conocimiento, terapia remota, reflexión y motivación. Aprendamos a utilizarla para el bien. La creatividad surge de nuestros momento de soledad y aburrimiento, si logramos desarrollar la autodisciplina para dosificar la dopamina de las redes sociales, seremos capaces de domar a la bestia más implacable: nosotros mismos.
Tomo estos espacios con mucha seriedad. Aún un video de 15 segundos tiene detrás un guión que ha sido armado previamente y he cuidado al detalle. Nada es improvisado, todo es planeado. Me interesa que sea divertido, pero que todo deje un mensaje.
–Una constante en su discurso es el “cucaracho”, ¿cuál es el concepto?
–Es un tipo de hombre manipulador, mentiroso, jugador e infiel. No me refiero así a todos los hombres, sino a aquellos que juegan con los sentimientos de las mujeres y después de ignorarte toda la semana, se aparecen en tus mensajes de texto un sábado a las 2 de la mañana.
Mi intención es inspirar a las mujeres a convertirse en leonas ingobernables, que no se detengan ni se dejen limitar por los corazones rotos y que no pongan su valor en las manos de ningún cucaracho.
–Su trabajo puso en riesgo su matrimonio, ¿es que usted también ha sido un “cucaracho”?
–Es una respuesta que doy en mi libro. Haría un paralelo con el médico: el hecho de que lo sea no evita que se enferme. Yo comencé mi etapa laboral más intensa junto con mi matrimonio. Ambas cosas coincidieron en el tiempo y para mi fue un momento muy difícil de llevar. Pero esa crisis también me ayudó a encontrarme con otro lado de mi persona: la espiritualidad.
No tiene nada que ver con la religión, pero en mis conferencias también exploro ese aspecto e intento salpicar con algo de nutrición espiritual o inquietudes en ese matiz. Parte de nuestra fortaleza nace de la construcción de nuestro ánimo.
–¿Podría ofrecernos una radiografía de las emociones en este tiempo de feminismos, cuestionamiento de la maternidad, deseo de parejas no tóxicas y boom de las pantallas?
–Sin duda nuestra generación se encuentra en una licuadora de creencias en la que nos cuestionamos todo.
Generaciones anteriores buscaban venderle a las mujeres la idea de que su significado y valor venía de dos factores: sufrir y ser madres.
Hoy la mujer ha redefinido el concepto de soltería, ha renunciado a aguantar humillaciones, infidelidades y maltratos con tal de tener una pareja.
Los retos no han terminado, porque, aunque las redes sociales han servido para liberarnos de algunas cadenas, nos han atado a una guerra de comparaciones y ataques a nuestra autoestima. La pelea para las mujeres y hombres de esta generación continuará. Las batallas que nosotros nos neguemos a luchar, son las que nuestros hijos tendrán que librar.
–Insiste en que su expertise es complementario a la terapia y convoca a quienes lo siguen a que se analicen…
–Me considero un motivador, una especie de expositor de alarmas para que te des cuenta de lo que te sucede, te despabiles. Pero mis palabras son los “primeros auxilios” para cualquier proceso emocional. De hecho, pediría que todos estén alertas frente a aquellos que invitan a probar soluciones mágicas para tus relaciones, tu matrimonio o para tu autoestima. Cuando el dolor de cabeza no se va después del analgésico y permanece algunos días, todos debemos ir al médico. Las emociones no son una excepción. Puedo ofrecer un cambio de perspectiva, una forma de leer el problema que te haga despertar del sitio en el que estás anidando, pero casi con seguridad salir de ahí no va a ser solo el resultado de algunas frases inspiradoras. Mis libros y mis charlas intentan ser una especie de encuentro colectivo, con el soporte de un grupo enorme, impulsan a crear cambios, cada uno debe hacer después lo necesario para que sucedan.
–¿Qué es aquello que debemos impedir que nos gobierne?
–Literalmente por nada de lo que nos pasó. Es el paradigma para convertirnos en nuestra versión más libre y más feliz.
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