Esta forma de manipulación es posiblemente una de las más perjudiciales en los vínculos de pareja
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Bella se había casado enamorada, pero su marido Paul no era buena gente y quería hacerla pasar por loca para lograr hacerse de los bienes de la muchacha.
Ella lo amaba, pero la pasaba muy mal. A la inseguridad emocional que la mujer traía por causa de su difícil historia, se sumaba que el malvado Paul, sin que Bella se diera cuenta, escondía objetos de la casa y luego los volvía a su lugar. También apagaba y prendía la luz de gas que iluminaba el living, entre otras acciones malintencionadas para desorientar a su atribulada esposa.
Metódicamente, cada vez que Bella decía que los objetos habían desaparecido y reaparecido de manera incomprensible, o que la luz de la casa se apagaba y reencendía misteriosamente, él se las ingeniaba para “comprobar” que todo lo que ella manifestaba no era cierto y que se trataba, solamente, del producto de una patológica imaginación.
El filme que acabamos de describir se llama Gaslight y su primera versión se estrenó en 1940. No todos saben de la existencia de la película, pero sí muchos han escuchado hablar (y vivido en carne propia) lo que hoy se llama gaslighting, palabra inspirada en dicho filme y que refiere a una conducta que suele verse mucho en las relaciones humanas.
Qué es el gaslighting
El gaslighting es de los fenómenos más dañinos que existen en los vínculos entre las personas. Se trata de una conducta manipuladora que apunta a socavar la confianza que el otro pueda tener respecto a sus propios pensamientos, percepciones, recuerdos y sentimientos, para anularlo y, de esa forma, sacar algún tipo de ventaja espuria.
Todos necesitamos de una mínima confianza para poder vivir, por lo que es importante confiar en, al menos, la propia percepción, como punto inicial para ir luego sumando otras perspectivas que enriquezcan y mejoren lo propio. Cuando esa confianza inicial en lo que uno percibe, siente, piensa, recuerda es metódicamente descalificada por personas significativas, el daño empieza a producirse.
Si bien los escenarios del gaslighting son muchos, suele hablarse de este fenómeno en relación a la pareja. “¡Estás loca!”, “¡siempre exagerando!”, “yo no hice (dije) eso”, “¿quién te llena la cabeza con esas ideas?” son frases habituales que, cuando tienden siempre a negar lo evidente y a descalificar al otro, forman parte del gaslighting. Todo sea por poner en un tembladeral a la víctima del caso, adjudicándole alguna deficiencia, distorsión, susceptibilidad o delirio a sus manifestaciones.
Si bien muchos tienen en su currículum (aunque en modo “pecado venial”) alguna conducta símil gaslighting, debemos decir que el concepto estrictamente aplica a las situaciones que se hacen crónicas y metódicas, y tienen una base de mala fe. Ante ese tipo de circunstancias el que es gaslighteado deberá apelar a su entereza y a no aislarse para poder salir del brete.
Telaraña de deshonestidad
En base a esto último, el aislamiento y la pérdida de referencias familiares y sociales son elementos no menores del fenómeno. No poder validar percepciones o pensamientos con otros que estén por fuera de la situación genera una gran indefensión, ya que la corroboración o no de las cosas queda monopolizado por aquel o aquella que no actúa con honestidad.
Sería una pena reducir el territorio de la pareja a uno lleno de suspicacias y manejos de poder. Sin embargo, vale entender que para que la confianza ocurra conviene dejar de lado la idea de ganar siempre las discusiones e imponer ideas y acciones, como si de eso se tratara la vida.
Por eso, más que descalificarse recíprocamente, a las parejas les conviene sentir alguna curiosidad por eso que el otro ve, siente, etc., en vez de apuntar a ningunearlo u oponerse sin más. Claro, esto sirve para cuando las cosas tienen un grado mínimo de buena fe. Y ese es un gran problema: la siempre temida posibilidad de no estar con alguien que juegue limpio y quedar envueltos en la telaraña de la deshonestidad.
Del laberinto de un tema tan complicado como la confianza se puede “salir por arriba” entendiendo que, si alguien se siente siempre poca cosa, descalificado, enjuiciado, burlado, diagnosticado, etc., en su relación de pareja, le conviene salir de la hipnosis y de la falsa idea de lealtad que hace que se acepte la trampa de un espejo distorsionado, que devuelve una imagen degradante, sea de manera grosera o sutil.
Seguramente habrá mejores espejos en los cuales mirarse, relaciones que ayuden a cotejar perspectivas y a no quedar entrampados en la duda del gaslighting. Espejos más genuinos, amables y, sobre todo, veraces, que ayudarán a entender que el amor hace bien, no mal. Sabemos que el amor puede doler y confundir muchas veces, pero nunca, degradar y anular, como lo hace el gaslighting.
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