Animarse, desafiarse, superarse, las personas responden de manera diferente a los estímulos del ambiente; qué es el eustrés y cómo transformarlo en un beneficio
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Adentro de la carpa hacía calor. Afuera había viento, volaba arena y polvo. Mientras tanto, Alex Foresti descansaba en su bolsa de dormir y se recuperaba para el nuevo desafío del día: correr 20 kilómetros en el desierto del Sahara. Era 2002 y a sus 40 años, era la primera vez que participaba de una carrera de larga distancia. Eran 100 kilómetros en total que debía correr durante cinco días sobre un terreno con dificultades.
“El compañero de un amigo se bajó y fui en su lugar. Me anoté sin pensarlo. Era una mezcla de ganas y adrenalina”, cuenta Foresti. “A nivel personal era un desafío enorme. No me sentía físicamente preparado, no tenía ropa adecuada, tampoco estaba entrenado, pero me mandé igual. La disfruté, me estresé, pero me animé y me superé”, agrega.
A veces, aquella sensación incómoda donde reinan los nervios es el punto de partida para lo que viene. A ese impulso se lo conoce como estrés positivo o eustrés -a diferencia del patológico que se lo llama distrés- y que lleva a una persona a romper sus propios límites, animarse y superarse. María Roca Directora de Ineco Organizaciones y coordinadora Científica de Fundación Ineco, explica que es una condición que mejora el rendimiento físico y cognitivo e “impulsa a las personas a afrontar los obstáculos de la vida cotidiana de manera satisfactoria”.
Se trata de una condición natural y necesaria que motiva y pone en acción a las personas para enfrentar y superar alguna dificultad. Activa la creatividad, estabiliza las emociones. Para Roca, el punto está en que la mente y el cuerpo se adapten al entorno. “Es el motor que lleva a una persona a realizar un desafío que nos presenta el ambiente”, remarca.
Pero cuál es el límite, cómo identificar cuando el estrés positivo deja de serlo. Daniel López Rosetti, especialista en Clínica Médica y Jefe del Servicio de Medicina del Estrés del Hospital Central Municipal de San Isidro, lo responde en su libro “Estrés, sufrimiento y felicidad” con un ejemplo: “pensemos en las cuerdas de la guitarra. La guitarra suena bien cuando las cuerdas tienen una tensión justa. En esos casos se dice que está afinada. Lo mismo sucede con el estrés, debe permanecer dentro de ciertos límites, ni bajos, ni altos para que la ´persona pueda experimentar una sensación de bienestar”.
El especialista aclara que en contraposición, cuando “lo que predomina son las demandas, la balanza se inclina hacia el estrés malo”. En definitiva, el estrés depende, por un lado, de un equilibrio dinámico entre las demandas psicológicas y sociales, y por otro, de la capacidad de respuesta de la persona.
Durante la carrera, Foresti cargaba una mochila de 18 kilos repleta de botellas de agua, algo de comida y el resto de sus pertenencias. Sin embargo, cuenta que el desafío más grande al que se enfrentó fue el clima. “Estaba las 24 horas del día a la intemperie en un ambiente duro y extremo. Esta situación me causó estrés, me incomodó”, comenta. “El único refugio eran las carpas”, recuerda.
López Rosetti, aclara que “el estrés es un fenómeno que nos alcanza a todos” y remarca que: “es un proceso normal del organismo indispensable para responder adecuadamente a los desafíos y a las contingencias de la vida”.
Y hablando de retos, Foresti conoce el mundo y el país en zapatillas, a puro trote. Su historia con el running arrancó de adolescente. Cuando tenía 19 años y vio la publicidad de una carrera de once kilómetros que organizaba la facultad en la que cursaba, se inscribió con cierta duda y sin haberse entrenado, aunque también con una cuota de inercia y curiosidad. Nunca más paró.
Con el tiempo aquella actividad se transformó en un hábito, empezó a sumar distancias y a ganar resistencia. “La clave estuvo en ponerse un objetivo, en tener constancia y disciplina. La satisfacción de haberlo logrado no se compara con nada”, dice el corredor.
Conrado Estol, director del Instituto Breyna y de la Unidad de Accidentes Cardiovasculares del Sanatorio Güemes, sostiene que uno de los factores que más influyen en que el estrés tenga una variante positiva radica en las características de la personalidad de cada persona. “Hay variables que favorecen los efectos positivos. En su mayoría son hereditarias y otras que tienen que ver con el tipo de vida social, la empatía por el otro y la actitud con que se encara la vida. Se dice que hasta el 25% del optimismo que puede tener una persona es genético”, detalla.
Sin embargo, en muchos casos la mente suele jugar un doble rol. Para Roca, el problema está en que en ciertas ocasiones “existe un desequilibrio entre lo que el ambiente me demanda y los recursos que considero que tengo”, y es ahí donde rige el estrés patológico, el que tiene diferentes maneras de manifestarse. Desde físicas hasta cognitivas, puede ser el causante de enfermedades de todo tipo. También repercute en la conducta y en las emociones, causa irritabilidad, fatiga, ansiedad, problemas de ánimo e impulsos.
Expertos aseguran que lo fundamental es el manejo de la mente. Sebastián Petroni es profesor titular de natación y salvamento de la Escuela Central de Guardavidas de la Cruz Roja Argentina. “Desde el primer día de clases preparo a los alumnos para que estén fuertes a nivel físico, pero también mental ya que, es la cabeza la que tiene el control de nuestras acciones”, sostiene. “Creo que a las personas hay que entrenarlas para que estén preparadas para sortear situaciones complicadas e imprevistos de manera satisfactoria”, define.
Juan Pablo Dorta Zanini arrancó 2021 con un objetivo: nadar. Se trataba de una disciplina de la que no era experto, pero que al mismo tiempo le intrigaba. Se anotó en la Escuela de Guardavidas, cursaba de noche después de trabajar. “Cuando arranqué tuve que perfeccionar la técnica, me llevó tiempo y dedicación. Para fin de año había logrado aumentar distancias y bajar tiempos”, comenta.
Según Petroni, la clave está en el enfoque, en ponerse objetivos y superarse. “Animarse a hacer eso que se quiere aumenta la confianza personal y fortalece la autoestima. Se trata de competir contra uno mismo, de romper barreras”, dice. En definitiva, escucharse, confiar y nutrirse de esa adrenalina que ayuda y da fuerzas para dar el próximo paso.
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