Si bien la genética y el ambiente determinan nuestra capacidad creativa, hay maneras de ejercitar los pensamientos disruptivos
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¿Existen personas más creativas que otras? Sin duda, y esto se explica porque la configuración de las capacidades cognitivas es muy personal y cada ser humano tiene un conjunto de habilidades que desarrolla según la genética y la interacción con el ambiente. “Las cosas que vivimos, aprendemos, las experiencias emocionales, nuestras relaciones con los demás, configuran nuestras redes neuronales que se combinan con nuestras predisposiciones genéticas y generan el conjunto de habilidades que tenemos”, dice Gabriela González Alemán, doctora en Genética del Comportamiento, neurocientífica y fundadora de Brainpoints (M.N.33.343). Y, así como la mayoría de las personas suelen ser mejores para unas cosas que para otras, la creatividad no es la excepción.
Según la neurocientífica, la creatividad es el resultado de varias habilidades en acción, una de ellas es la flexibilidad cognitiva, que está por detrás de la capacidad para dar múltiples respuestas a un mismo problema o situación y es la que permite que se genere innovación. Otra habilidad es la curiosidad. “Nuestro cerebro se siente cautivado cuando los sentidos advierten una interrupción en la continuidad de las cosas. Inmediatamente, las estructuras del cerebro que se encargan de la atención se ocuparán de que nos orientemos hacia aquello que nos resultó novedoso e interrumpió la monotonía”, explica la doctora González Alemán. Pero aclara que la mente tiende a valerse de “recetas básicas” para percibir, para resolver situaciones y problemas, para tomar decisiones, porque la realidad tiene tantos estímulos, que la mente necesita reducirlos para que podamos resolver todo lo que se nos presenta a lo largo de los días. Por eso, la mayoría de las veces se ignoran las diferencias sutiles y es la curiosidad la que nos lleva a evitar estos automatismos mentales y a buscar aquello que sale de lo común.
Abrazar los desafíos
La genética también es un factor que está por detrás de la capacidad para ser creativos. “Algunos estudios realizados con gemelos monocigóticos revelan que aproximadamente el 50% de la probabilidad de ser creativos dependerá de nuestros genes. Pero como todo lo que refiere a nuestro comportamiento, la creatividad surgirá de la interacción entre la aptitud genética y el ambiente”, advierte la especialista en genética del comportamiento.
Coincide Agostina Galiani, integrante del Departamento de Neuropsicología y Rehabilitación Cognitiva de INECO, que, si bien existe un componente genético que predispone (o no) a la creatividad, los seres humanos estamos influenciados por experiencias, contextos y factores socioculturales. “Si en la infancia, nuestros padres o maestros castigan nuestros pensamientos novedosos porque parecen ridículos, no estaremos expuestos a situaciones en las que los podamos desarrollar. Si el ambiente es siempre la repetición de lo mismo, no surge la creatividad”, explica Galiani.
La creatividad viene a romper estructuras y estereotipos. En ese sentido, desde Brisa, un grupo interdisciplinario de expertos en bienestar, aseguran que si deseamos entrenarnos en el proceso creativo debemos traspasar la barrera de la negación que nos propone la mente predicadora y romper el blanco de la hoja con un trazo, con una palabra, desafiándonos sin temer a los primeros intentos.
“El proceso creativo se produce cuando nos inspiramos para combinar ropa, para crear una empresa y para dar un consejo, y también tanto para pintar un cuadro como para elaborar una receta difícil o sencilla”, explican los especialistas de Brisa.
Ejercitá tu pensamiento creativo
Pero, cuando hablamos de creatividad, no todo se reduce a genética y ambiente, también está la posibilidad de entrenar a nuestro cerebro para mejorar el desempeño cognitivo y nuestras habilidades. “La idea es entender que para producir cambios a nivel de la mente y del cerebro, necesitamos ejercitarnos. La práctica hace al maestro y la mejor forma de ejercitarnos es adquiriendo hábitos que nos ayuden a desafiar al cerebro”, explica González Alemán. Por ejemplo, si logramos interrumpir sus rutas habituales e insertar nuevas necesidades o propuestas que le impongan al cerebro la generación de conexiones que hasta ese momento, no existían.
Desde Brainpoints proponen acciones disruptivas e incluso la consideración de ideas imposibles. “Podemos suponer que nuestros compañeros de trabajo son de otro planeta y no comprenden nuestro lenguaje, ni nuestra cultura humana: ¿cómo haríamos para comunicarnos con ellos?”, dice la neurocientífica y propone sumar pequeñas acciones en nuestra vida cotidiana que sorprendan al cerebro, estimulen la flexibilidad y la curiosidad. ¿Cómo? Incluyéndolas en nuestros hábitos.
Paso a paso
Por su parte, Fabricio Ballarini, director del Departamento de Ciencias de la Vida del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), advierte que si hablamos de creatividad, hay que reconocer que los procesos que involucran a la creación no se encuentran en un solo sitio de nuestro cerebro, ni tampoco en un solo hemisferio. Ballarini sostiene que todo proceso creativo conlleva una serie de pasos y nada aparece de forma mágica. “Nadie en el mundo se levanta una mañana toma una guitarra y compone un hit sin antes aprender una decena de componentes necesarios para crear. Desde conocer las notas musicales, las rimas, los tonos, los tiempos, etc. En este sentido, dependiendo de la etapa del proceso creativo se activarán diferentes regiones del cerebro para realizar dicha tarea. Regiones en ambos lados del cerebro que trabajaran en conjunto, como un equipo, coordinando paso a paso”, aclara.
Desde INECO Organizaciones, y basados en diversas investigaciones científicas, detallan una serie de pasos o etapas para generar un pensamiento creativo. El primero es la preparación, que puede llevar meses o incluso años de estudio y experimentación y responde al hecho de que no podremos generar una idea sobre algo en lo que no hemos pensado antes.
En efecto, para el equipo de Brisa también es difícil pensar que creamos de la nada. Por ejemplo, “cuando en la música se habla de un compositor creativo, se refiere a alguien que suma sus influencias a sus anhelos. Beethoven no hubiera sido quien fue si no hubiera sido a la vez fanático de Mozart, y Mozart si no hubiera sido fanático de Bach. Ellos armonizaron lo sabido con su propia impronta, al igual que en la creación de la vida, unieron dos factores bajo el signo del deseo”, aclaran. “En nuestra vida cotidiana combinar lo que sabemos con la motivación de ir más allá de nosotros mismos, es lo que nos convierte en creadores”, sostienen.
Según describe Galiani, el segundo paso es la incubación, que implica pensar demasiado (casi obsesivamente) en algo, en este caso, el problema que deseo resolver. “Como tercer paso y muy importante, necesitamos poner el cerebro en off, es decir, descansar y despejar nuestra mente cambiando el foco de atención. Como cuarto paso, hay que generar un ambiente creativo, que nos estimule a pensar y debatir. Y la última etapa del proceso es animarse a cometer errores. Es difícil que nuestra primera idea sea la más creativa. Cometer errores nos hará pensar en formas alternativas de resolución”, señala.
Cómo ser creativo afecta el bienestar
Muchas veces se considera que el comportamiento creativo está reservado a ciertas personas, pero la doctora González Alemán subraya que la creatividad no es privativa de los artistas. “Cuando pensamos en el comportamiento creativo, inmediatamente nos remitimos a aquellos que son capaces de crear obras musicales, plásticas o de generar espacios caracterizados por la belleza. Pero lo cierto es que la creatividad se expresa de muchas otras formas en la vida de personas que no se dedican al arte”, dice.
¿Para qué sirve la creatividad en la vida cotidiana? Nos permite adaptarnos con mayor facilidad a las situaciones que se nos presentan en el día a día. “Ser creativos nos ayuda a encontrar formas novedosas para afrontar problemas y hasta nos permite revertirlos transformándolos en oportunidades”, advierte. Y esto repercute directamente en nuestro bienestar porque ser creativos nos permite sentirnos menos acorralados frente a los problemas y vivir con menos ansiedad. Para la fundadora de Brainpoints, no nos beneficia únicamente en nuestra relación con nosotros mismos, sino que alcanza a nuestras relaciones con los demás.
Por último, Galiani asegura que si no desarrollamos la creatividad, estaremos limitados a guiarnos por nuestros sesgos y costumbres y nos costará cada vez más pensar nuevas alternativas. “La creatividad es una habilidad que ha sido importante en el pasado, lo es en el presente y, sin duda, lo será en el futuro. Es la tercera competencia más valorada en el mercado laboral, por lo que aquellas personas que logren potenciar su creatividad tendrán mejores herramientas para enfrentarse a los desafíos que el mañana les proponga”, finaliza.
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