Con una larga tradición en ceremonias religiosas, ahora son objetos de culto por sus aromas sofisticados que les dan identidad a los espacios que perfuman; consejos para que duren más
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Las velas a través de su presencia y de su luz tenue brindan sensaciones placenteras, especialmente cerca de la época de las fiestas. Son ellas, que ya convertidas en aliadas de momentos íntimos o públicos acompañan con su múltiple simbolismo y energía mística. Están presentes desde hace siglos en celebraciones, fiestas, reuniones y cumpleaños. Acompañan en logros personales, en uniones matrimoniales y están siempre presentes en ceremonias religiosas.
Asimismo, en la historia del cine, las velas han sido un elemento clave en grandes escenas, no solo en materia de iluminación, sino por su impacto visual y gran aporte a la dirección de arte.
Recordemos momentos de films inolvidables de época, como la romántica versión de Jane Eyre o El gran Gatsby, donde el director Baz Luhrmann, las incorpora para potenciar el ambiente de las fiestas del misterioso bon vivant. En la versión de Romeo & Julieta, cuando la protagonista descubre que perdió definitivamente a su enamorado por una mala pasada del destino. El dramatismo se potencia visualmente a través de la escena centrada en una serie de velas encendidas tipo candelabro a su alrededor.
Diálogo olfativo
Uno de los factores interesantes del boom de las velas radica en que en las últimas dos décadas vienen perfumadas con los más exquisitos aromas, convirtiéndolas en objetos de culto.
La tendencia es perfumar el espacio. Lograr ese olorcito atractivo que le aportará identidad a la casa, a una tienda e incluso a las grandes cadenas de hoteles.
Por ejemplo, el Costes de París se destaca por su sofisticada vela con aroma a sándalo, canela y rosas, creada por el perfumista Olivier Pescheux, el hotel Westin luego de probar más de 50 fragancias utiliza la llamada White Tea. En el lobby del Mandarin Oriental, recibe su sequoia, en velones inmersos en cuencos de madera.
En materia olfativa, si bien la propuesta del mercado es cada vez más variada y original, las esencias florales lideran el ranking de las más buscadas. Las de rosa y jazmín son las preferidas entre las mujeres; la madera y el cotizado oud atrapan a los hombres. Porque debemos admitir que las velas ya se sumaron al lifestyle masculino.
El tilo, la verbena y la lavanda son perfectas por su efecto relajante. Mientras que la bergamota o las aromatizadas con esencias cítricas estimulan el ánimo emprendedor.
Si existe un aroma o familia de aromas para perfumar los eventos de fin de año, es por excelencia el mix que conforman la canela y el jengibre, ideal para ser incorporado en la reunión familiar de Navidad.
La materia prima de las velas es amplia, ya que se consiguen fácilmente diferentes tipos de cera.
Las de parafina, de mala fama en la era ecofriendly, fueron introducidas al mercado en la década del cincuenta y se hicieron populares por dos buenas razones: su precio y su capacidad de retener la fragancia.
“Las de cera de abeja son delicadas, queman parejo y limpio y al elegirlas se fomenta la apicultura, una actividad en extinción que contribuye a la polinización y, en consecuencia, al ecosistema” afirman las hermanas Constanza y Agustina González, creadoras de Grecia Home, en Córdoba.
La soja es la materia prima utilizada en la mayoría de las marcas nacionales que fabrican velas. Su beneficio: no contaminan; si son bien utilizadas, tienen buena performance, ya que queman lentamente. Inclusive, su textura perfumada puede también utilizarse para hidratar el cuerpo.
La historia desconocida
Según NCA, (National Candle Association) entidad fundada en 1974 que representa al sector fabricante de velas de Estados Unidos, se originaron principalmente como fuente de luz, pero también para ser parte de celebraciones, hace mas de 5000 años.
Si bien la industria tuvo su mayor evolución durante el siglo XIX, fue en el antiguo Egipto, donde se utilizaban velas de junco untadas en grasa animal como antorchas, ya que no llevaban pabilo como en la actualidad.
En 1834 el inventor Joseph Morgan ayudó al avance de la industria desarrollando un máquina productora de velas moldeadas mediante un cilindro que solidificaba la cera y las inyectaba. Con la introducción de la producción mecanizada las velas se convirtieron en un producto accesible a todos.
En 1850 se introdujo la parafina, provocando una revolución en el mercado, como resultado de experimentos realizados por químicos que lograron separar con eficiencia, la serosidad del petróleo y refinarla. Inodora y de color blanco azulado, la parafina fue un boom en la fabricación de velas por su limpia combustión. La desventaja: se derretía rápidamente.
Ya entrado el siglo XX fue el químico francés Michel Eugène Chevreul quien descubrió cómo extraer ácido esteárico de los ácidos grasos de ciertos animales. Trasladó dicha técnica al desarrollo de cera estearina en velas, aportándole atributos favorables en la evolución de estos productos. El ácido esteárico se utiliza en la actualidad para dar consistencia y estabilizar emulsiones en la fabricación de las velas en general.
En la década del noventa, mientras que la industria química norteamericana desarrollaba la cera de soja, logrando un slow burning, un quemado más lento que la parafina, en la otra punta del mundo, en Indonesia e India comenzaban a exportar de los cocos, grandes cantidades de sus derivados como el aceite y cera aplicable a velas.
Hoy se han convertido en símbolo de estilo, bienestar y conexión emocional. Desde sus originales blends y en envases novedosos, son furor, y colaboran armoniosamente con el espíritu slow living.
Tips para un buen uso
- Siempre mantenerla en un lugar fresco y oscuro con su tapa correspondiente, así podrá conservar su aroma hasta el final.
- Es conveniente encenderla con fósforo y no con encendedor
- No cortar el pabilo antes del primer uso.
- No exponer el recipiente al sol o cerca de fuentes de calor.
- No apoyarla en estanterías ni mover la vela encendida. Esto hará que se deforme y queme mal.
- Una vez encendida, no apagarla hasta que se forme una piletita pareja en toda la superficie. Si se apaga antes, el pabilo podrá quedar ahogado en el próximo uso.
- El apagado debe realizarse con apagavelas o con la tapa metálica de la misma vela. Se puede apagar también con una cucharita de metal.
- No soplarla ni dejarla prendida más de cinco horas, ni mientras dormimos.
- Una vez que se vuelve a encender la vela ya empezada, limpiarle previamente el/los pabilos con papel tisú, de manera suave para no lastimarlo o romperlo.
- De cortarlos, debería ser con un despabilador. No retorcer ni forzar los pabilos.
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Entre las marcas internacionales top, hay tres que vale la pena comprar en algún viaje.
Las velas Cire Trudon están consideradas como las más antiguas, –datan de 1643– y lujosas por su excelencia, savoir faire, presentación majestuosa y calidad artesanal, además de ser toda una experiencia sensorial y olfativa. Su línea de velas en recipientes de alabastro son pura sofisticación y si están perfumadas con su rose, insuperables en aroma y performance.
La historia se remonta a 1643, en París, cuando Claude Trudon comenzó a proveer de velas a sus clientes de la rue Saint-Honoré, y a las parroquias circundantes, convirtiéndose, con el paso del tiempo, no solo en el proveedor de las catedrales más emblemáticas de Europa sino de la corte de Luis XIV.
Voluspa es una de las marcas más buscadas por sus blends aromáticos, realizados en base a aceite de coco. Lo que la diferencia a simple vista es su propuesta original de packaging, basado en coloridas versiones de recipientes de vidrio labrados que potencian el efecto de la llama de sus velas, logrando una ambientación super atractiva y cálida.
Diptyque es la marca más cool de velas y perfumes para el hogar. En 1961 abrió las puertas de su tienda de 34 Boulevard St. Germain, París, y en 1963 lanzó su primera vela con diámetro de ocho centímetros con logo engarzado en el recipiente. Entre sus blends se destaca Baies (Berries), una de las más icónicas.
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