Luego de la popularidad que le otorgó el documental “Free Solo”, un grupo de investigadores estudió el cerebro de Alex Honnold y descubrieron ciertas particularidades
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Hombre récord. Pionero de la escalada “en solitario libre” -una forma de escalada donde la persona renuncia a cuerdas, arneses y otros equipos de protección durante el ascenso, y se basa únicamente en. su físico-. Catalogado por sus pares como “el mejor de la historia”. Alex Honnold es un norteamericano de 37 años que puede ratificar que “navega como pez en el agua” cualquier situación que implique adrenalina o riesgo.
Oriundo del Estado de California, este escalador ha sido la inspiración del neologismo: “to honnold”, generalmente escrito como “honnolding”, que significa -según sus creadores- pararse en un lugar alto y precario con la espalda contra la pared, mirando directamente al abismo.
En 2018 se hizo conocido a nivel global tras su ascenso en solitario libre a El Capitán, un monolito granítico con una pared vertical de unos 914 metros de altura que se encuentra en el Estado de California y dentro del parque nacional Yosemite. En sus propias palabras, “una de las aventuras más difíciles de su vida” debido a que tuvo que escalar esa altura solo y sin la ayuda de un arnés, cuerdas o equipo de protección. A la par de la preparación física y mental que realizó para llegar a la cima de El Capitán, la aventura de Honnold fue capturada en un documental ganador del Oscar en 2018. “La preparación para esa escalada es lo que hace que el miedo no aparezca”, dijo en su momento.
Su valentía y coraje lo han convertido en un símbolo de resiliencia. No solo es considerado fuente de inspiración por sus colegas escaladores y seguidores sino que también ha sorprendido a los profesionales del ámbito de la ciencia por su determinación para someterse a situaciones extremas y permanecer con la sangre fría.
Críptico → ¿Qué diferencia tiene el cerebro de Honnold con el de una persona promedio?
En un artículo publicado en la revista Nautilus, J.B. MacKinnon relata la travesía que emprende un grupo de médicos junto a Honnold para investigar en profundidad el funcionamiento de su cerebro. Así, acostado en una camilla y dentro de un gran tubo blanco en la Universidad Médica de Carolina del Sur, el escalador se sometió a un escáner cerebral de resonancia magnética funcional (fMRI) cuya función era detectar la actividad en las diferentes regiones del cerebro de Hannold mediante el seguimiento de los flujos sanguíneos.
A la par del estudio cerebral de “el Messi de la escalada”, Jane Joseph, médica a cargo de la investigación realizaba las mismas pruebas en un sujeto de control (otro escalador masculino de edad similar a la de Honnold que se caracterizaba por disfrutar de las situaciones de riesgo extremo). Al igual que Alex describía las tareas del escáner como poco estimulantes. Las mencionadas consistían en imágenes desagradables que tenían como fin provocar miedo en los escaladores. Se les mostraban fotos de cadáveres con sus rasgos faciales sangrientamente reorganizados; casas embrujadas; e incluso, dos vertiginosas escenas de montañismo, entre otras.
Las respuestas cerebrales de los dos hombres a las fotografías eran representadas mediante colores; la amígdala -parte del sistema líbico, su principal función es el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales fundamentales para la supervivencia del individuo- del sujeto de control se destacaba por desprender colores electrizantes como el rojo y naranja en la resonancia. No ocurría lo mismo con Honnold: su amígdala se mantenía de color grisáceo, lo que implicaba que tenía cero activación.
En principio los profesionales llegaron a considerar que tal vez Honnold no poseía una amígdala, pero al estudiar las imágenes con más atención notaron que el par de nódulos en forma de almendra sí se materializaba en su cerebro. “Tal vez su amígdala no se activa, no tiene reacciones internas a estos estímulos”, dijo la Dra. Joseph. “Pero podría darse el caso de que tenga un sistema regulatorio tan perfeccionado que diga: ‘está bien, estoy sintiendo todo esto, mi amígdala se dispara’, pero su corteza frontal es tan poderosa que lo calma y evita que sienta miedo”, añadió.
El médico neurólogo y director del Instituto de Neurología Buenos Aires, Alejandro Andersson, explica que cuando una persona comienza a escalar es muy probable que su cerebro experimente cambios a medida que adquiere experiencia. “Tiene que ver con la plasticidad cerebral, que es la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse en respuesta a la experiencia; cuando este proceso se pone en marcha el cerebro establece nuevos circuitos cerebrales”, dice.
Coincide con esto Ramiro Fernández Castaño, médico neurólogo especialista en neurología cognitiva y medicina del sueño, quien añade que para erradicar la duda sobre si existen otras situaciones en las que a Honnold se le active la amígdala, habría que someterlo a más testeos. No obstante, considera que lo más probable es que la nula activación de esa parte del cerebro tiene que ver con la fisiología y anatomía del escalador. “Habría que ver si de pequeño era una persona que se exponía más a riesgos que los demás y, en el caso de que sea así desde que nació, no va a poder cambiarlo”, sostiene.
¿Puede una persona acostumbrar a su amígdala para que no se active el miedo?
En teoría, los profesionales consultados responden que si. “Si alguien intentara deliberadamente acostumbrar a su amígdala para que no se active el miedo, podría utilizar técnicas de exposición gradual a estímulos/situaciones que desencadenen miedo para disminuir la respuesta de la amígdala”, dice el Dr. Andersson.
Sumado a ello, el Dr. Fernández Castaño comenta que para lograr esto puede ser útil realizar ejercicios de visualización en los que una persona se expone mentalmente a la situación de miedo sin estar realmente en ella. “Es una práctica muy frecuente en deportistas de alto rendimiento; por ejemplo, con un futbolista se suele hacer un trabajo de visualización en el que llega al final del partido y tiene que patear el penal decisivo. Lo que se va a intentar mediante este acto es entrenar al cerebro para que cuando llegue ese momento de exposición, la corteza frontal no active al sistema límbico”, agrega.
De hecho, el mismo Honnold ha dicho públicamente que piensa que lo que le sucede puede estar vinculado con que antes de arriesgarse a escaladas como las de El Capitán, practica cientos de veces la ruta con todo el equipo de seguridad. Toma notas meticulosas y ensaya los movimientos una y otra vez. “Me tomó casi siete años de preparación sentirme listo para animarme a escalar El Capitán”, reveló. Asimismo, agregó que considera que su falta de miedo está relacionada con la preparación obsesiva.
Se acostumbró a visualizar cómo navegar por superficies difíciles. “¿Dónde van las manos? ¿Dónde debe ir el pie?” son algunas de las preguntas que se repite a sí mismo durante el tiempo de preparación. “He aprendido a pensar en patrones y recordar grandes bloques de secuencias. Con El Capitán, llegué a memorizar 900 metros de escalada”, enfatizó.
En una entrevista con Harvard Business Review, Honnold fue consultado sobre cómo desarrolló la capacidad para la escalada en solo libre. “No es que esté dotado. Los solos libres me obligan a concentrarme de forma natural, producto de estar en una pared sin cuerdas. Hay que actuar para sobrevivir, por eso activás ese interruptor”, señaló.
Por último, al ser consultado por dicha revista, el escalador habló sobre lo molesto que es que le digan que ‘hay algo único en su cerebro’. “Encuentro eso un poco irritante porque pasé 25 años preparándome para trabajar en condiciones extremas, así que, por supuesto, que mi cerebro es diferente; lo mismo ocurre con el cerebro de un monje que ha pasado años meditando o un taxista que memoriza todas las calles de una ciudad”, finaliza.
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