Aunque todavía es un campo en investigación, esta poderosa herramienta, que libera de tareas tediosas y rutinarias, puede tener, según los expertos, efectos negativos en el aprendizaje, porque incide sobre el desarrollo del pensamiento crítico
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El creciente uso de la inteligencia artificial en el aprendizaje nos pone frente a una nueva herramienta para la búsqueda de información y para la incorporación de contenidos, a la vez que plantea muchos interrogantes en torno de la manera en que aprendemos o adquirimos conocimiento sobre un determinado tema. En tiempos pasados, el estudio requería realizar una investigación que suponía acercarnos físicamente a una biblioteca para conocer lo que distintos autores habían analizado sobre un determinado tópico.
Pero los tiempos cambiaron y a la llegada de internet y los buscadores en línea se suma una herramienta revolucionaria. La velocidad con la que la IA procesa un tema y nos lo presenta supone toda una transformación en nuestra capacidad de incorporar, analizar y generar un conocimiento sobre él. Una de las preguntas que surgen sobre el uso de la IA en educación aborda el efecto que produce sobre nuestro cerebro esta cuestión de adquirir los conocimientos “ya digeridos” y qué cambios produce en el proceso de aprendizaje.
Según advierte Pedro Benedetti, bioingeniero del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), docente y estudiante del doctorado en dicha institución, al igual que la sociedad, la ciencia está aún explorando el campo de la inteligencia artificial.
“Existen pocos estudios sobre el tema y aún menos sobre su impacto en nuestros cerebros. De todas maneras, la mayoría de las investigaciones coinciden en que ciertamente hay efectos”, asegura. Y sostiene que los problemas no provienen del uso en sí de la IA, ya que, como cualquier herramienta, no es buena ni mala, sino que depende de cómo se la utilice. “Actualmente, la principal preocupación radica en su uso excesivo y en la confianza excesiva que los usuarios depositan en las respuestas de las IAs”, señala.
¿Más simple?
Benedetti recuerda que el aprendizaje es un proceso que requiere enfrentarse a desafíos, tratar de comprender lo que se quiere incorporar, formular hipótesis y evaluar si estas se cumplen o no. Es a través de este proceso de prueba y error que logramos entender un concepto y consolidarlo en nuestra memoria. “Sin embargo, la disponibilidad inmediata de respuestas a cualquier pregunta puede llevarnos a saltarnos estos pasos cruciales. Como docente universitario, observo que muchos estudiantes utilizan ChatGPT para resolver ejercicios y, en algunos casos, aunque las respuestas sean correctas, ellos no entienden por qué lo son”, asegura. A la vez, aclara que este no es un problema nuevo, porque la capacidad de buscar información de forma instantánea ya existía, la cuestión es que las IAs aumentaron esta tendencia. “Además, el hecho de que las respuestas se presenten en la forma que lo haría una persona las hace más convincentes, lo que a su vez incrementa su uso y la confianza en ellas”, añade.
El bioingeniero detalla que un estudio publicado este año sugiere que el uso de ChatGPT en entornos educativos está vinculado a una mayor tendencia a la procrastinación y a la pérdida de memoria, lo que resulta en un empeoramiento del rendimiento académico. “La hipótesis que se plantea es que el uso excesivo de ChatGPT debilita las habilidades cognitivas, ya que los estudiantes no recorren el camino necesario para llegar a las respuestas. En el ámbito académico, el aprendizaje se apoya en el proceso que nos lleva a una solución y no en la solución en sí. Dando un ejemplo muy gráfico, si permitiéramos que los niños hicieran su tarea con una calculadora, no solo no aprenderían a hacer cuentas básicas, sino que muy probablemente tampoco entenderían qué son las cuentas que están haciendo ni qué significan sus resultados”, sostiene.
Y aclara que, el aprendizaje activo exige cierto grado de compromiso del estudiante y el uso de recursos cognitivos para asimilar contenidos. “Esto es crucial para la adquisición y consolidación de la memoria. El exceso de uso de herramientas digitales para resolver los problemas que nos encontramos, atenta contra este aprendizaje”, advierte. Asimismo, Benedetti aclara que se observó que el uso desmedido de ChatGPT puede afectar negativamente el pensamiento crítico. “Esto se debe a que no ejercitamos nuestras habilidades para retener y analizar información, así como formular juicios sobre ella. Otro problema potencial es la desmotivación en el aprendizaje. Al no generar conclusiones propias e independientes, el proceso de resolución de problemas puede volverse superficial, lo que reduce nuestro compromiso hacia él y, por lo tanto, el valor que le damos”, dice.
Eso no es todo porque otra habilidad que se ve afectada por el uso de este tipo de inteligencia artificial generativa es la creatividad. “En otro estudio reciente realizado en el Reino Unido, se evaluó la escritura de historias en grupos de personas con y sin acceso a IA. Se encontró que las historias escritas con el apoyo de la IA eran más creativas, mejor redactadas y más disfrutables, especialmente en el caso de los escritores menos creativos. Sin embargo, todas estas historias eran más similares entre sí en comparación con las escritas únicamente por humanos. Esto crea una paradoja: aunque cada individuo puede beneficiarse del uso de la IA, el grupo no obtiene ese beneficio, sino que todo lo contrario”, analiza el docente del ITBA.
Coincide Clara Irurzun Falcón, profesora adjunta del departamento de Psicología y becaria doctoral de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y técnicas (Conicet), que desde una perspectiva neuropsicológica, depender demasiado de la IA puede hacer que perdamos habilidades cognitivas claves como el pensamiento crítico, la capacidad analítica y la creatividad. A esto se le llama atrofia cognitiva y es parecido a lo que se conoce como “úsalo o piérdelo”, dado que si no ejercitamos estas habilidades, las vamos perdiendo.
“En niños y adolescentes, que están en pleno desarrollo cerebral, usar IA de manera inmediata ante posibles desafíos cognitivos podría frenar el desarrollo de habilidades críticas y la creación de nuevas conexiones neuronales necesarias para el pensamiento profundo y la creatividad”, explica Irurzun Falcón. Mientras que sostiene que, en los adultos, la IA puede fomentar la gratificación instantánea y esto afecta la eficiencia de la corteza prefrontal en funciones ejecutivas, disminuyendo habilidades de atención sostenida y de planificación a largo plazo.
Ventajas y desafíos
Sin embargo, para Gabriela González Aleman, directora del departamento de psicología de la Universidad Católica Argentina (UCA) y fundadora de BrainPoints, con la IA sucede lo mismo que ocurrió con otros avances tecnológicos que tuvo la humanidad. “En algún momento, hubo gente que tenía su atención y su mente ocupada en cómo hacer un tornillo en forma artesanal. Cuando esto se pudo hacer de manera industrial permitió que las personas enfocaran su pensamiento sobre cuestiones más complejas. Cualquier persona, al no tener que ocupar su mente en tareas primarias, pudo ir hacia estratos superiores del pensamiento. A mí me parece que la IA no es más que una herramienta que va en esta misma dirección”, explica.
González Aleman reconoce que esta nos permite contar con más información rápidamente, que nos llega de manera ordenada, lo que representa una ventaja en el contexto de ruido informativo que hay en la actualidad y a la vez se trata de algo que estoy buscando en lo que estoy interesado a diferencia de mucha de la información a la que estamos expuestos. “Luego uno puede utilizarla en la dirección que desea, creo que es una herramienta para pensar, para trabajar, que permite enseñar y aprender”, explica. Y advierte que la interpretación no va por cuenta de la IA, “nosotros tenemos que usar nuestra inteligencia para definir qué le preguntamos y cómo lo hacemos; además de tener juicio crítico y poder chequear la información que nos da. Por ejemplo, si consulto sobre la bibliografía respecto a algún tema es importante chequear si me está dando las fuentes más importantes”, dice. Y sostiene que representa una herramienta más pero no la única.
Benedetti concuerda en que uno de los aspectos más destacados de la IA es su capacidad para ayudarnos a evitar tareas rutinarias y tediosas, al mismo tiempo que permite detectar y corregir errores en nuestros propios trabajos, así como reformular su escritura. Esto nos brinda la oportunidad de enfocarnos en actividades más relacionadas con la toma de decisiones y la creatividad.
Para que estos beneficios sean reales es crucial que analicemos de manera crítica las respuestas que nos ofrece la IA. “Además, nos permite desarrollar metodologías de enseñanza personalizada, adaptadas a las necesidades y al ritmo de cada usuario. Aplicaciones como Duolingo utilizan la IA para ajustar el aprendizaje al estilo y progreso del usuario, presentando nuevas palabras y ejercicios basados en su rendimiento”, aclara. “Sin embargo, es importante no depender exclusivamente de las respuestas de la IA, ya que pueden contener errores y sesgos”, enfatiza.
Para Irurzun Falcón a partir del uso de la IA como una herramienta de aprendizaje surge una responsabilidad compartida tanto para los aprendices como para los maestros: modelar y maximizar los beneficios de las nuevas herramientas tecnológicas mientras se analizan e intentan minimizar sus riesgos. “Es crucial que los educadores adopten una postura activa en la implementación de estas tecnologías, asegurándose de que se utilicen de manera que fomenten el pensamiento crítico y la creatividad, en lugar de reemplazarlos”, menciona.
En ese sentido, considera que los recursos de la IA se encuentran en expansión y su uso va cobrando un desarrollo exponencial. “Los niños y adolescentes van a formarse teniendo la tecnología al alcance de su mano y en las instituciones educativas no podemos ni debemos negar su utilización. Los niños y adolescentes aprenderán a convivir con la IA, desarrollarán habilidades para evaluar su pertinencia, para cuestionarla o aprovecharla. Cuando se masificó el uso de la calculadora, rápidamente entendimos que, igualmente, no debíamos dejar de enseñar a realizar cálculos. De la misma manera, el uso de la IA puede potenciar nuestras actividades, resolver de manera rápida situaciones que resultaban extensas o tediosas en ‘horas hombre’. Sin embargo, no reemplazarán la posibilidad del pensamiento crítico y la toma de decisiones si se utilizan responsablemente”, advierte.
Por último, destaca que los educadores también deben trabajar para garantizar un uso equitativo de la IA, evitando la perpetuación de desigualdades y fomentando un desarrollo cognitivo saludable en todos los estudiantes. “Aunque aún queda mucho por investigar, con un enfoque cuidadoso y crítico, es posible que la integración de la inteligencia artificial en la educación complemente el desarrollo cognitivo integral”, concluye.
Con ojo crítico
Aunque representa una herramienta ágil para brindar información, la IA no está libre de errores, por eso será necesario prestar especial atención a lo que propone en sus respuestas. En esto ahonda Pedro Benedetti, bioingeniero del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), quien sostiene que las IAs con las que estamos familiarizados, como ChatGPT (de OpenAI) o Gemini (de Google), son modelos de lenguaje entrenados para generar respuestas imitando a un humano.
“Estas IAs funcionan prediciendo la siguiente palabra en una oración, teniendo en cuenta el contexto y las palabras anteriores, basándose en un extenso conjunto de textos utilizados para su entrenamiento”, explica.
No obstante, no hay garantías de que este entrenamiento esté libre de errores. “A menudo se prioriza la forma de la respuesta sobre el contenido mismo”, finaliza.
Los sí y los no de la IA
- Pone al alcance mayor cantidad de información que se presenta de manera ordenada.
- Libera de tareas tediosas y rutinarias.
- Deja más tiempo para la toma de decisiones y soluciones creativas.
- Facilita la corrección de errores.
- Acota los recursos cognitivos.
- Promueve la procrastinación y la pérdida de memoria.
- Reduce el pensamiento crítico, la capacidad analítica y la creatividad.
- Afecta la capacidad de atención.
- Puede disminuir el rendimiento académico.
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