Con una cosmovisión negativa de los sentimientos intensos; en el pasado creían que la pasión provocaba malestar físico y problemas en el razonamiento de una persona
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A lo largo de la historia, el amor ha sido uno de los motores que impulsó a la humanidad en sus sucesos más increíbles como también fue considerado como un misterio que ni algunos de los filósofos y pensadores más destacados pudieron resolver. Uno de los aspectos del amor que más dudas despierta es la pasión: esa intensa emoción que ha sido fuente de inspiración de canciones, poemas e historias literarias a lo largo de los siglos. No obstante, no siempre la mirada hacia la faceta pasional del amor fue positiva; específicamente durante la Edad Media en vez de celebrar este tipo de emociones, se consideraban como una enfermedad que acechaba al alma humana.
En los soñados paisajes del Medioevo, el amor no era concebido como en la actualidad. En vez de pensarlo como algo dulce o romántico se creía que era un sentimiento peligroso y desenfrenado que desviaba a las personas de sus deberes y responsabilidades. Prueba de esto son las historias de esa época que ilustran cómo los apasionados caían rendidos ante el deseo, provocando tragedias épicas y dilemas morales. Desde Romeo y Julieta hasta Tristán e Isolda, la mayoría de las leyendas medievales inmortalizaron la intensidad de los sentimientos amorosos, pero también pusieron sobre la mesa las consecuencias devastadoras de entregarse sin reservas al amor pasional.
Socialmente se creía que aquellos que se dejaban llevar por sus impulsos amorosos eran víctimas de una dolencia del alma, denominada amor “loco” o “heroico”. Se pensaba que los amantes eran poseídos por una fuerza sobrenatural que los despojaba de su racionalidad y los conducía a un desenfreno emocional que desafiaba las normas sociales establecidas. En consecuencia, este sentimiento intenso era condenado y temido ya que se creía que amenazaba la estabilidad y el orden de la sociedad medieval.
“Padecer” amor heroico
Según señala un escrito la Universidad Autónoma de Barcelona, Arnau de Vilanova, médico reputado de reyes y papas de la Edad Media, entendía al amor heroico -nombre que se daba en la medicina medieval a la enfermedad de la pasión amorosa- como una deformación de eros, “amor-pasión” en griego, que lleva a la confusión con “héroe” como sinónimo de noble o con el término latino herus que significa “señor”. Los escritos de Arnau señalan que para ese entonces durante la “enfermedad” el enamorado se sometía a la persona amada como lo haría un vasallo con su señor.
A diferencia de otros autores o personalidades relevantes de la época, Arnau de Vilanova se distingue por considerar el amor heroico como un síntoma más que una enfermedad. Según creía, la pasión era consecuencia de un error del juicio de la persona que provocaba un calor excesivo generado por la anticipación del placer extraordinario que el afectado sentía respecto del objeto de su amor.
Para Arnau los síntomas del amor pasional eran: extenuación y debilitamiento del cuerpo, color amarillento, insomnio, falta de apetito, tristeza en la ausencia de la persona amada o alegría en su proximidad. En su tratado médico, destaca que algunos remedios para tratar la afección eran: mostrar los defectos del ser amado o distraerse del pensamiento con actividades agradables, como dormir, conversar con amigos, pasear por la naturaleza, escuchar música o tener relaciones sexuales con jóvenes y sobre todo viajar, cuanto más lejos mejor.
Asimismo, los Padres de la Iglesia, que en su mayoría se guiaban por las teorías de las pasiones propuestas por los filósofos y médicos griegos y latinos, también consideraron el amor pasional como algo desordenado y peligroso que podía conducir a la locura y desviar al individuo de la virtud, de modo que catalogaron la pasión como una enfermedad de los sentidos que corrompía el alma.
Según señala el escrito científico “El «amor que dicen hereos» o aegritudo amoris” realizado por María Eugenia Lacarra Lanz, crítica literaria y medievalista española, el texto que mayor influencia tuvo en el conocimiento de la enfermedad de amor fue el Viaticum de Constantino el Africano -relevante figura de la Escuela de Salerno (primera escuela médica medieval) del siglo XI-; un escrito de gran difusión que servía como manual dirigido a viajeros sin acceso a cuidados médicos, y que contenía un capítulo sobre esta enfermedad. Constantino señalaba que eros era una enfermedad del cerebro relacionada con el deseo que produce una alteración de los pensamientos. Al igual que Galeno -médico, cirujano y filósofo griego en el Imperio romano-, la localiza en el cerebro y no en el corazón. Para él, la ausencia de control emocional se atribuía a las tristezas y llantos de los enamorados. Sumado a eso, la obsesión por el amado dificultaba la comprensión de todo lo que no tenía que ver con el amor y con esa persona deseada.
“El amor vincular ha ido evolucionando y modificándose a lo largo de la historia de la humanidad dependiendo mucho de los contextos socioculturales. Es común confundir lo que es el amor como sentimiento y lo que es la sexualidad, de ahí surgen las malas interpretaciones que es lo que considero que pasaba en la época medieval”, dice la médica y sexóloga clínica, Sandra Magirena (M.N. 65130). Sucesivamente, la especialista sostiene que es importante tener en cuenta que para ese entonces existía una dominación del masculino y por lo tanto la noción de placer -que se encontraba más ligada a lo femenino- no existía ni tenía el visto bueno.
Según considera la Dra. Magirena, el paso del tiempo y la aparición de movimientos sociales que cuestionaban estas cosmovisiones lograron “sacar los grilletes sociales que existían” y dar nombre a palabras que conectan a las personas con su sexualidad.
En la actualidad, la evidencia científica que hay sobre la ciencia del amor reconoce que los neurotransmisores como la dopamina, adrenalina y serotonina en el cerebro causan los síntomas físicos que se experimenta cuando se está enamorado. Un estudio publicado en el Journal of Neurophsyology concluye que el amor romántico/pasional es una motivación o un estado orientado a un objetivo que conduce a emociones o sensaciones como la euforia o la ansiedad en quienes tienen ese deseo.
“Si se tuviera en cuenta esa concepción en la actualidad sería preocupante en el caso de adultos que se comporten o viven la pasión igual que lo haría un adolescente ya que para esa edad madurativa no se considera normal desvivirse por un vínculo como si fuese lo único que se tiene”, dice la sexóloga y licenciada en Psicología, Sandra López (M.P. 61148). Y revela que al vivir con ese nivel de intensidad una relación, los adultos se quedan sin energía para otras cosas importantes o responsabilidades. “Así, la persona comienza a ser disfuncional en otras áreas de su vida y aparecen los problemas”, dice la Lic. López.
Las señales del extremismo emocional pueden indicarle a un profesional que hay algo en la historia de ese adulto que no está resuelto. “Como especialista en relaciones de dependencia emocional sé que quienes hacen estas cosas cuando se enamoran esconden una cuestión de fondo que, generalmente, tiene que ver con su historia personal y que debe ser tratada”, añade López.
Por último, la Dra. Magirena advierte que “no hay que confundir el amor con las emociones tóxicas” ya que estas últimas desencadenan dependencia emocional y relaciones tóxicas y codependientes. “El amor puro o sentido es la emoción más perfecta que tenemos los humanos y es la única que se puede manifestar y expresar libremente con toda su intensidad y no enferma; al contrario, cura”, enfatiza.
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