La Argentina es el segundo país a nivel mundial con más casos de este síndrome; el desafío de promover hábitos saludables
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Cerca de 70 millones de personas en el mundo sufren de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Un 90% sucede entre la infancia y adolescencia y se reporta que una persona muere cada 62 minutos en el planeta como consecuencia de un desorden de alimentación, según datos de la International Association of Eating Disorder Professionals (IAEDP).
Los TCA tienen una alta morbilidad médica y psiquiátrica que pone en riesgo la vida del que lo padece independientemente del peso corporal.
Según estudios internacionales impulsados por Mervat Nasser, psiquiatra especializada en investigación en temas de salud y desarrollo del instituto de psiquiatría del King’s College en Londres, el país que cuenta con el mayor índice de TCA en el mundo es Japón, con un 35% de la población afectada y el segundo lugar lo ocupa la Argentina con un 29% donde uno de cada diez afectados es mujer y los adolescentes son quienes más lo padecen.
“Lamentablemente vivimos en una sociedad muy exigente, que constantemente está poniendo la mirada en el otro. Se critica todo: que estés muy gordo o que estés muy flaco, que hagas mucho deporte o que no hagas nada”, detalla la licenciada en Nutrición Juliana Gimenez (M.N. 10553).
Para ella, es cada vez más frecuente el “culto” a la delgadez y la exigencia que se tiene por cumplir ese estándar hegemónico: “se ve a la delgadez como sinónimo de éxito, de felicidad, entonces van todos detrás de ese objetivo, creyendo que al final del camino se encontrarán con ese resultado, sin saber que van en la dirección opuesta”, agrega la especialista.
En el Instituto Argentino de Trastornos de la Alimentación (IATA), definen a los trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastorno de ingesta compulsiva como alteraciones graves del comportamiento alimentario que de forma progresiva van cobrando mayor incidencia.
Aunque estos tres mencionados suelen ser los más comunes, existen diferentes tipos de trastornos menos conocidos como la vigorexia que consiste en una preocupación excesiva del paciente para conseguir un cuerpo musculoso y puede llegar a generar dismorfia muscular; ortorexia que es una obsesión patológica hacia la comida biológicamente pura; trastorno de pica, se define como el consumo persistente de sustancias no nutritivas; y rumiación que ocurre cuando las personas devuelven del estómago los alimentos no digeridos de manera repetida e involuntaria, los mastican de nuevo y luego los vuelven a deglutir o los escupen.
Estos síndromes están clasificados en base al conjunto de síntomas con los que se presentan, existiendo en ellos una importante interacción entre la psicología y la fisiología.
Los orígenes
Los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades de gran complejidad que pueden ser consecuencia de varios elementos: factores de la vulnerabilidad o predisponentes de cada uno (también conocidos como factores individuales, familiares, socioculturales y neurobiológicos); factores que desencadenan o precipitan como un evento estresante o externo como la pandemia o dieta; y factores de mantenimiento o perpetuantes como las consecuencias emocionales o físicas del trastorno.
La pandemia agudizó estos problemas de salud: se incrementaron las consultas y según la IAEDP, un 49% de pacientes con TCA intensificó sus síntomas mientras que un 62% reportó una desmejora en la calidad de vida.
Para Alejandra Freire, nutricionista especializada en trastornos de la conducta alimentaria (M.N 1721), los casos aumentaron debido a las restricciones sociales y al aislamiento social. La ausencia de rutinas, la limitación en la actividad física y las alteraciones del sueño no jugaron a favor. El acceso limitado a las distracciones o actividades de ocio y efectos secundarios de las redes sociales fueron otros de los factores que dispararon estos trastornos.
En plena cuarentena fue noticia la influencer del fitness, Julieta Puente. Hoy es conocida por ser la creadora del “cardio de la felicidad”, entrenamiento en vivo que hace con sus seguidores, pero en aquella oportunidad contó en su Instagram que durante su adolescencia sufrió un trastorno de la conducta alimentaria y que llegó a pesar 38 kilos.
“Había días en que me pegaba la cabeza contra la pared por sentir sensación de asco mirándome al espejo. En los cumpleaños, fiestas y cenas me perdí de disfrutar por estar físicamente ahí pero mentalmente en cualquier lado, haciendo fuerza para no comer nada y sufriendo por dentro”, recordó en la publicación.
Pero después de años de tratamiento se recuperó y hoy usa el ejercicio para motivar a otros. “Si me estás leyendo y estás pasando por lo que pasé yo: confiá en mí, vas a poder salir adelante. No aflojes, sé fuerte”, concluye en el posteo.
Un enemigo visible dentro de casa
La obsesión por estar delgados no tiene edad, género ni tallas pero los más susceptibles son los adolescentes y los jóvenes.
“Los síntomas del trastorno suelen aparecer en la adolescencia y en el sexo femenino principalmente. Cuando se hacen comentarios indebidos sobre el cuerpo, los adultos tienen mayores herramientas para luchar contra “el que dirán” pero cuando se trata de niños o adolescentes, esto repercute instantáneamente sobre sus comportamientos. Comienza la distorsión corporal, la obsesión por las calorías, la comparación con sus pares, entre otros” aclara la licenciada Giménez.
Se trata de un enemigo que en un principio es invisible y con el tiempo se hace más visible, en conductas, en el físico y en señales que repiten todas las personas que padecen estos trastornos.
Por eso, es muy importante el rol de la familia y del entorno en la detección y en el proceso de recuperación de las personas que sufren esta enfermedad.Según Alejandra Freire el mejor tratamiento con evidencia científica se llama Family Based Treatment donde la familia es coterapeuta con los profesionales. Si bien esto es fundamental en el caso de pacientes menores de edad, se demostró también que en pacientes adultos con anorexia o trastorno por atracón este tratamiento ayudó a mejorar la sintomatología.
“Necesitamos que la familia sea un aliado, que estén comprometidos con la recuperación. A veces pasa que los padres también tienen estas creencias y conductas restrictivas. Por eso es muy importante ver en qué punto se ponen la ´camiseta de la recuperación. Los profesionales sabemos que es muy difícil la situación del cuidador, ya que a veces tienen que volver a cuidar a sus hijos como si fueran chiquitos. Tenemos que revisar la puesta de límites en la casa, cómo se validan las emociones, cuáles son las creencias acerca del cuerpo o el peso”, dice la psicóloga especialista en desórdenes alimentarios, Alicia Alemán (M.N. 16630).
Añade también que una vez detectadas las conductas del trastorno, los familiares tienen que internalizar que el tratamiento con el paciente es un camino largo que puede tener recaídas y evoluciones, pero que de ellas se obtienen estrategias para salir adelante.
Señales para detectar un problema de conducta alimentaria:
Los especialistas coinciden en que hay ciertos mensajes de alerta en los pacientes que permiten a su entorno detectar la presencia de estos comportamientos:
- Depresión y cambio de hábitos
- Dificultad para comer frente a los demás
- Rechazo a pesarse o chequeo constante del peso
- Aislamiento social
- Cambio de humor frecuente sin motivo aparente
- Ejercicio excesivo
- Cambios pronunciados en el peso
- Cambios agudos en la conducta alimentaria
- Interés excesivo por temas nutricionales
- Rituales con la alimentación
- No compartir comida con la familia o no tener hambre
- Evitar salir con los amigos cuando van a comer
Los profesionales destacan que existen distintos tipos de pacientes que padecen TCA: los de tipo restrictivo que tienen una tendencia de mayor control como la anorexia nerviosa y no suelen acudir a consultas porque quieren sostener ese control de peso; por otro lado están los que cursan un trastorno de la alimentación con mayor descontrol, como pueden ser los atracones y las conductas compensatorias. Estos últimos suelen recurrir a ayuda profesional cuando sus conductas empiezan a desbordarlos.
“En el tratamiento lo que intentamos es darles estrategias para afrontar la vida, para que sean más flexibles, más compasivos, se acepten a sí mismos y traten de no controlar todas las situaciones”, aclara Alemán.
Se debe tener en cuenta que dependiendo de lo avanzada o internalizada que la persona tenga estas conductas, más difícil va a ser el tratamiento. Por eso, estos pueden variar desde consultas con psicólogos, nutricionistas o psiquiatras, hasta tratamientos ambulatorios, asistir a hospitales de día y en los casos más severos, internación clínica o psiquiátrica.
“Hay que saber hacer diagnóstico diferencial en adolescentes que concurren al consultorio con la idea de tener una alimentación saludable y en realidad esconden un trastorno alimentario difícil de diagnosticar”, sostiene Freire.
Y añade: “Cuando tenemos pacientes y hacemos este diagnóstico, se deriva a un equipo interdisciplinario. El trastorno alimentario no se puede trabajar solamente en el consultorio. Como profesional necesitás trabajar con un equipo que incluya: pediatra o médico clínico, psicóloga o evaluación psiquiátrica”.
Coinciden con la especialista, Giménez y Alemán, quienes agregan que en estos casos tratan con pacientes que demandan mucho y como profesionales necesitan ir revisando a cada rato las estrategias que proponen a la familia y al paciente. Para Alicia Alemán “si o si el abordaje es multidisciplinario y los profesionales tienen que estar conectados entre sí”.
¿Cómo promover hábitos saludables en la casa?
A la hora de prevenir, Alejandra Freire asegura que hay ciertos hábitos que se pueden implementar en la casa desde que los niños son pequeños para evitar conductas tóxicas con la alimentación. Funcionan como maneras de prevención y de acompañamiento en los casos que ya tienen síntomas de TCA avanzados.
- Respetar el hambre y la saciedad en los hijos. Enseñarles a escuchar las señales internas de cada uno
- Comer en familia, que sea un momento de diálogo y encuentro. No hacer uso de la televisión ni de los celulares
- Promover rutinas, establecer los horarios para cada comida y el número adecuado de ingestas (desayuno, almuerzo, merienda y cena)
- No utilizar los alimentos como premio o castigo
- Promover la actividad física
- No burlarse ni hacer comentarios de las personas que son demasiado flacas, gordas, bajas o altas
- Fomentar el desayuno desde pequeños: reservar tiempo para que lo hagan y hacerlo acompañados
- No prohibir ni promover el consumo de comidas rápidas, limitar su frecuencia de consumo
- Procurar que los alimentos a consumir en la mesa familiar sean los mismos para todos los integrantes
Recalcan los profesionales que este tipo de enfermedades es curable pero se estima que menos del 20% de quienes lo padecen reciben tratamiento. Generalmente, las personas que padecen estas enfermedades no las reconocen y las esconden, esto hace que no pidan ayuda a su entorno.
Hay que tener en mente que la verdadera cura depende de que la persona tome consciencia y se dé cuenta de que está en peligro. Como dice la influencer Julieta Puente: “lo importante es que sepan que pueden pedir ayuda, tener a su disposición a los mejores médicos... Pero cuando de verdad van a salir adelante es cuando ustedes hagan el clic. Cuando ustedes sientan que su cuerpo dice ‘basta’”.
Lugares de ayuda para personas con trastornos de la conducta alimentaria:
- Hospital Durand: Tel.: 011 4982-5555 / 5655
- Hospital Piñero: Tel.: 011 4631-8100 / 0526
- Hospital Borda: Tel.: 011 4305-6666 / 6485
- Hospital Pirovano: Tel.: 011 4546-4300
- Hospital Argerich: Tel.: 011 4121-0700
- Hospital Garrahan: Tel.: 011 4122-6000
- Hospital Gutiérrez: Tel.: 011 4962-9247
- Red de Trastornos de la Conducta Alimentaria de CABA: Tel.: 011 4863-8888
- La Casita: es un centro de atención y prevención para adolescentes, jóvenes y su familia. Tel.: 011 4787-5432.
- CITPAD: es una institución médica especializada en anorexia, bulimia y trastornos depresivos. Tiene un hospital de día. Tel.: 011 4863-7640
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