Son fanáticos de vivir al límite y de tomar riesgos pero muchos no son conscientes de las consecuencias de esa adicción
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Se caracterizan por su desenfrenada necesidad de vivir con adrenalina. Son personas que disfrutan de hacer deportes extremos, de estar todo el día “a mil” y no descansar ni un segundo. Tienen necesidad de estar en alerta 24/7, pero no en sentido negativo sino por el placer que les genera y que desean perpetuar.
Celeste Esliman, médica neuróloga (M.N. 152999), afirma que la adrenalina es una hormona que se produce en las glándulas adrenales, situadas por encima de los riñones, que se libera al recibir un estímulo desde el cerebro. Se segrega ante situaciones de estrés agudo y activa una respuesta de “huida” o de acción necesaria para hacerle frente a momentos de peligro.
Algunos de los síntomas del incremento de la adrenalina son:
- Aumento del sentido de alerta
- Dilatación pupilar
- Palpitaciones o aumento del ritmo cardíaco
- Incremento del sudor y de la presión arterial
- Dilatación de las vías respiratorias
La necesidad de adrenalina no solo atrapa a los fanáticos de los deportes extremos sino a los “workaholics” e incluso a personas que llevan un estilo de vida relajado. El filósofo Friedrich Nietzsche declaró: “Créanme, el secreto de cosechar la mayor fecundidad y el mayor disfrute de la vida es vivir peligrosamente”; mientras que el reconocido poeta T. S. Eliot afirmaba que “sólo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos pueden descubrir cuán lejos pueden llegar”. El placer fisiológico que trae la adrenalina está siempre presente.
Adictos a la adrenalina: vivir al límite
Ricardo Corral (M.N 67653), médico psiquiatra y presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP), sostiene que los adictos a la adrenalina se caracterizan principalmente porque buscan esa emoción altísima que les genera gratificación. “Puede darse razonablemente como pasa con las personas que disfrutan de los deportes de riesgo -hay que tener en cuenta que estos se practican bajo controles y normas-, pero el problema es cuando hay un exceso de necesidad de adrenalina ya que, en estos casos, no se miden los riesgos y se actúa peligrosamente”, destaca.
Por ejemplo, los corredores de Fórmula 1 pueden tener accidentes en dicho deporte de riesgo, pero en general están dadas las condiciones para evitar situaciones de colisión y competir seguros. Contrario a estos profesionales, que sí pueden medir el riesgo de lo que hacen, se encuentran quienes padecen del “síndrome de Pontius” -estado que afecta la percepción del afectado frente a actividades de riesgo, sin percibirlas como tales-. Estos casos según el Dr. Corral ya son patológicos y ocurren cuando el sistema nervioso inhibe el control de la persona ante una situación de peligro. Una ilustración de esto último podría ser alguien que decide cruzar la avenida 9 de julio de corrido sin tener en cuenta los semáforos ni el tránsito: en esta situación la persona no mide el riesgo de lo que está haciendo porque tiene demasiada liberación de adrenalina.
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¿Cuándo es perjudicial para la salud?
Quien en su vida diaria o en su trabajo presenta un grado excesivo de actividad y una sobrecarga de responsabilidades, pero intenta de cualquier forma cumplir con sus obligaciones puede mantener un ritmo de actividad intenso gracias a la adrenalina que segrega su cuerpo, pero esto solo ocurre durante un tiempo limitado.
Cuando las situaciones de estrés y adrenalina se repiten de forma continua, la capacidad de reacción del individuo se agota y la adrenalina no llega a cubrir las necesidades urgentes. Esto según el Dr. Corral puede desembocar en consecuencias negativas para la salud como hipertensión, obesidad, alteración del sueño, ansiedad y fuertes cuadros de depresión.
“Estar expuesto constantemente a la adrenalina es contranatural ya que ese nivel de riesgo en la naturaleza no se da constantemente. Eso que llamamos estrés, en verdad es distrés -una respuesta negativa o exagerada de los factores estresores-, es patológico y es el resultado del aumento de los niveles de adrenalina o cortisol en el cuerpo”, concluye Corral.
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