Experiencia universal y característica del ser humano, obstaculiza el crecimiento personal y depende de cada persona tomarlo como un desafío y superarlo, o quedarse estancado
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“Lamento que mis maestros y mi mamá me disuadieran de entrenarme para ser peluquera, ya que me consideraban demasiado inteligente para eso. Me convencieron de que fuera a trabajar a un banco, lo que odiaba. Desearía no haberlos escuchado y haber seguido mi sueño”, dice Carolina Giménez de 67 años.
“Me arrepiento de no haber sido lo suficientemente gentil o sensible con mi esposa e hijo. Permitir que el estrés tome el control y exponga una mala versión de mí. Alguien que carece de paciencia y se enoja. Lamento haber permitido que eso pase”, confiesa Sebastián de 32 años que prefirió mantener el anonimato.
¿Qué tienen ambos testimonios en común? Las dos personas reconocen estar arrepentidos de algo que no pudieron hacer en sus vidas. Casos como estos hay miles, especialmente en la World Regret Survey, una encuesta en línea creada por el psicólogo estadounidense Daniel Pink para recolectar historias de arrepentimiento alrededor del mundo y que además de funcionar como un lugar de desahogo se pueden usar esas revelaciones para ayudar a otros a salir adelante.
Lamentarse por algo es una experiencia universal, todas las personas en algún momento de la vida tuvieron remordimiento de algo que han hecho, dicho o dejado de hacer. Quien se enorgullece de no haber errado jamás, probablemente no es consciente del efecto de sus acciones y carece de una adecuada autoconciencia y autorreflexión.
Este tipo de lecciones no solo aparecen relacionadas a vínculos familiares, trabajo, amigos o vida social. Algunos llegan a convertirse en acontecimientos de gran magnitud, ceremonias de premiación, inventos históricos, guerras y deporte. Claros ejemplos de este último pueden ser el futbolista francés, Zinedine Zidane y el boxeador estadounidense, Mike Tyson.
El 9 de julio de 2006 el Estadio Olímpico de Berlín recibió a la selección francesa e italiana respectivamente para el último encuentro de aquel Mundial de fútbol. A solo 10 minutos del final de juego, Zinedine Zidane le dio un cabezazo al italiano Marco Materazzi en el pecho que resultó en su expulsión a instantes de una definición que decantó en victoria de la Azzurra por 5-3 en los tiros desde el punto penal. Cuatro años después, en una entrevista Zidane pidió disculpas a todos salvo a Materazzi: “Pido perdón al fútbol, a la afición, al equipo... Después del partido, entré al vestuario y les dije ‘perdónenme. Esto no cambia nada. Perdón a todos, pero a él no puedo. Nunca, nunca...sería deshonrarme... prefiero morir”.
Corría el año 1997 y el punto de encuentro era Las Vegas. Allí se enfrentaban Mike Tyson y Evander Holyfield; en pleno tercer asalto de la pelea, Tyson decidió lanzarse contra la oreja derecha de su oponente, arrancándole un pedacito de cartílago y escupiéndole al suelo. Se desencadenó un escándalo y Tyson quedó descalificado del encuentro. Pasó a la historia como “The Bite Fight” (La Pelea del Mordisco), pero tras los años el agresor pidió disculpas públicas a su contrincante y ambos boxeadores se reconciliaron e incluso llegaron a bromear con el tema en un spot publicitario.
Esta emoción incómoda que acompaña la vida puede contener algo extremadamente doloroso e impactante como un hecho que algunos considerarían casi insignificante. Se trata de sucesos que pudieron haber cambiado el rumbo de una vida, como el caso de la mujer que deseaba ser peluquera y ejerció toda su vida una profesión que la hacía infeliz; o un simple hecho como lamentarse no haber sido más demostrativo o afectuoso con un ser querido. Un ejemplo de esto es el expresidente estadounidense Barack Obama que escribió un ensayo titulado “Ser el padre que nunca tuve” en honor al Día del Padre donde reflexionó sobre su deseo de ser el mejor padre posible para sus hijas. Obama expresó su arrepentimiento por el tiempo que pasó lejos de sus hijas cuando ellas eran más pequeñas. “Cuando Malia y Sasha eran chicas, el trabajo me mantenía fuera de casa más de lo debido (...) la carga de criar a nuestras dos hijas ha recaído demasiado sobre Michelle. Durante la campaña, no pasó un día en el que no deseara poder pasar más tiempo con mi familia que es lo que amo más que a nada en el mundo”, destacó.
¿Qué es el arrepentimiento?
Para la psicóloga Valentina Agüero Vera (M.P. 99.442), el arrepentimiento es una emoción que surge después de tomar una decisión y experimentar consecuencias indeseadas de la misma. Se trata de una posibilidad implícita en el hecho de que diariamente se toman decisiones. “Cuando decidimos tenemos incertidumbre, actuamos sin certeza de lo que puede llegar a pasar”, añade la especialista.
“El arrepentimiento es una de esas emociones que preferiríamos no tener que experimentar. Sin embargo, si no existiera nos estaríamos perdiendo de información valiosa. Sentirnos arrepentidos puede motivarnos a reparar nuestros errores o a resolver un problema. Además, nos permite aprender de nuestras equivocaciones y avanzar en otra dirección, adquiriendo nuevas formas de actuar para futuras situaciones que nos interpelen”, sostiene Agüero Vera.
El campo de la Psicología ha demostrado que se puede tratar de una emoción eminentemente útil a pesar de lo desagradable que se puede tornar por momentos. Es un mecanismo que puede ayudar a mejorar la toma de decisiones, a soltar el pasado y a ser más sabio.
Debido a su complejidad, los niños pequeños suelen ser incapaces de sentirlo y la emoción tiende a surgir recién alrededor de los seis o siete años. De ser así, el problema del lamento se va construyendo con el tiempo, pero de acuerdo con profesionales que tratan el tema no siempre es negativo, si se aprende cómo tratarlo desde temprana edad, el arrepentimiento puede servir para redefinir una situación. Podría ser una especie de maestro que quiere enseñar algo importante.
Para la Lic. en Psicología, Laura Radovich arrepentirse ayuda a adaptarse al mundo social. “Por ejemplo, un individuo que no muestra arrepentimiento después de haber hecho una acción en la que perjudicó a otro sufrirá rechazo, en cambio, si esa persona repara las consecuencias de su acción, va a poder componer esa relación”, agrega.
Otro enfoque
Según la Wellness Coach, Pilar Pose, el padre del yoga, “Patanjali”, enseña cinco yamas -conjunto de reglas éticas que tienen lugar en la religión del hinduismo y en el Yoga-: Ahimsa (no violencia), Satya (hablar con la verdad), Asteya (no tomar lo que no es de uno), Brahmacharya (moderar los sentidos) y Aparigraha (aceptar solo lo que uno necesita).
Relacionado con el arrepentimiento, el yama de Aparigraha, refiere a aceptar estrictamente lo que no se necesita y a no gastar energía deseando lo que no se posee, ya sean cosas materiales o experiencias. “Aparigraha nos lleva por un camino hacia la responsabilidad y es clave para trabajar el desapego, es decir, liberarnos de la ilusión de poseer. Asimismo, cultivar el desarraigo es una oportunidad de soltar el sufrimiento que nos genera ser ‘dueños’ de cosas, personas, estructuras o hasta incluso de las proyecciones que hacemos en relación a expectativas y oportunidades”, dice Pose.
Seguido de esto, cuenta la coach espiritual que a quienes llegan a su consultorio arrepentidos por acciones que hicieron o evitaron, los ayuda a hacer un trabajo para sanar esa parte mental y emocional que se siente incompleta. “Conectamos con la verdad de que si algo no fue, es porque no tenía que ser y eso fue perfecto para nuestra evolución, ‘si sucede, conviene’ nos decía siempre mi maestra Verónica Amar”, afirma Pose.
Asimismo, añade que en el período que se transita este sentimiento uno puede sentirse víctima de lo que Patanjali llamaba “torbellino mental”, pero una vez que pasa, la persona siente paz y liberación al darse cuenta de que todo lo que sucedió lleva a la persona a ser quien es en el momento presente.
Por otro lado, al analizar los contenidos de su encuesta mundial sobre el arrepentimiento, el psicólogo Pink descubrió que los mayores lamentos de casi todas las personas caen en uno de estos cuatro campos:
Los fundacionales giran en torno a una falta de responsabilidad, que traicionó la necesidad de estabilidad. Esto puede incluir arrepentimientos por faltar a la escuela, gastar demasiado o descuidar la salud, malos hábitos que tuvieron consecuencias negativas a largo plazo para la vida.
Los que se dan por audacia están relacionados con ser demasiado cauteloso. Especialmente suceden cuando se presentan oportunidades únicas que pueden cambiar la vida de uno y como consecuencia de la sorpresa aparece el miedo a tomar ese riesgo.
Los morales se centran en otras personas, a quienes se ha lastimado a través del paso del tiempo y que tienen como único culpable a uno mismo. Engañar a una pareja es uno de los ejemplos más comunes.
Los de conexión lamentan la pérdida de relaciones con familiares, amigos o colegas, a menudo por simple negligencia. Tienen que ver con problemas en los vínculos.
Lidiar con él
Una estrategia general para evitar arrepentimientos futuros es usar el lema ”pre-mortem”, en el que se deben imaginar deliberadamente los peores resultados potenciales antes de tomar una decisión, sugiere Pink. Esta técnica puede ser útil para evitar los arrepentimientos morales y fundacionales, es decir, cuando no se actúa en línea con los propios valores y no se preserva la salud ni felicidad futura.
“El camino que nos queda es el de la aceptación radical: aceptar la realidad tal cual es para liberarnos del sufrimiento, reconocer las emociones para dejarlas pasar. Para eso existen técnicas como repetir en voz alta una y otra vez las consecuencias de lo que no podemos cambiar ligadas a nuestra errada decisión, o actuar como si ya lo hubiéramos aceptado. Una vez que logremos la aceptación de nuestra realidad actual, podemos preguntarnos hacia dónde ir, planteándonos nuevas metas”, asegura la licenciada Agüero Vera.
Es cierto que no se puede dar marcha atrás en el tiempo, pero sí se puede actuar en el presente. “Es ahí donde entra en juego el poder hacer cosas en el ahora, teniendo en cuenta las experiencias del pasado, poder preguntarte ‘¿qué aprendí de mi arrepentimiento?’, como un proceso de aprendizaje para elaborar y analizar nuevas herramientas que se acerquen a mi deseo”, concluye Radovich.
Quien sí tomó un remordimiento y lo transformó en algo fortalecedor y en una enseñanza es el músico Paul McCartney. Hace unos años al ser consultado por un fan sobre qué haría si tuviera una máquina del tiempo, el ex miembro de los Beatles dijo que regresaría y pasaría más tiempo con su madre. El músico ha dicho que el amor por ella era tan fuerte y el dolor por su muerte tan intenso que lo llevó a componer de manera catártica uno de los mayores éxitos de la banda inglesa, “Let It Be”.
Por último, si el arrepentimiento se convierte en una carga emocional muy fuerte puede afectar al bienestar, generar angustia e interferir en los vínculos cercanos. Por eso, para los especialistas, cuando aparecen estos síntomas es bueno consultar con profesionales que se dediquen a estos casos.
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