El impacto psicológico que pocos conocen sobre volver al trabajo tras tener un bebé
Cuando el calendario marca la fecha de regreso, aparecen sensaciones encontradas; por eso, anticiparse ayuda a ordenar esa transición; conversamos con la psicóloga Ludmila Bosco Ackerman sobre cómo encarar este proceso y lograr un mejor equilibrio entre la vida familiar y la laboral
En la previa del regreso al trabajo, después de haber tenido un bebé, aparecen en mayor o menor dosis dos reacciones típicas que esa vuelta trae en el menú completo: la ansiedad y la culpa. Más allá de la experiencia personal y las expectativas propias que cada mujer deposite sobre ese futuro inmediato post-licencia de maternidad, es fundamental conocer que las prioridades cambian con esa llegada y eso impacta en la “identidad laboral”, y que como personas no volvemos a ser las mismas a partir de ciertos hitos, aunque tampoco somos completamente distintas.
“Existe algo que puede ser una gran trampa para los padres, sobre todo para las familias primerizas, que es que muchas veces la sociedad espera que maternemos como si no trabajáramos y que trabajemos como si no maternáramos. Y es muy distinto volver al trabajo siendo madre, siendo padre, y también criar trabajando que no hacerlo. Entonces vamos a tener que ver cómo nos vamos a organizar y gestionar qué vamos a necesitar”, advierte la psicóloga Ludmila Bosco Ackerman (@psico.lubosco), especializada en temas de crianza y orientación a padres, en el séptimo capítulo de “Primerizos, ¿y ahora qué?”, el ciclo interactivo y audiovisual de LA NACION + Huggies, Nutrilon y Swiss Medical.
Mientras los días en el calendario avanzan, impera esa premisa de “ponerle cabeza al regreso y jerarquizar las tareas” que hace falta dejar listas antes de retomar la actividad, como el funcionamiento general de la casa y la elección de quienes cuidarán del bebé. Por eso, sostiene la especialista, la anticipación, el diálogo y la flexibilidad se convierten en verdaderos aliados de esta etapa, ya que “la crianza ocupa tiempo y ocupa energía”.
-Vamos a profundizar en lo que es la antesala a la vuelta al trabajo, es decir, cuando empezamos a conectarnos con quienes éramos antes de tener un hijo. ¿Qué implica ese clic?
-Creo que todos los que tenemos hijos conocemos esa sensación, ¿no? Al impacto de la llegada de un hijo a la vida los psicólogos lo conocemos como una crisis vital. ¿Qué son las crisis vitales? Son aquellas que modifican nuestra identidad. Nunca más volvemos a ser los mismos a partir de ciertos hitos. Ahora tampoco somos completamente distintos. Hay mucha parte de nosotros que conservamos; es como una versión actualizada, complejizada, porque somos padres, somos madres, tenemos a ese niño. Las prioridades cambian y todo esto impacta en nuestra identidad laboral también.
-¿Y eso qué significa? ¿Cómo lo registramos?
-Existe algo que puede ser una gran trampa para los padres, sobre todo para las familias primerizas, que es que muchas veces la sociedad espera que maternemos como si no trabajáramos y que trabajemos como si no maternáramos. Y es muy distinto volver al trabajo siendo madre, siendo padre, y es muy distinto también criar trabajando que no hacerlo. Entonces vamos a tener que ver cómo nos vamos a organizar. Va a llevar un tiempo volver a hacer propio ese espacio, ese lugar, al que pertenecíamos antes. Hoy con tanto acceso a la información y a las redes sociales estamos cargados de un ideal de cómo tienen que ser las cosas y lo que nos va pasando es otra cosa. No hay dos vueltas al trabajo iguales, inclusive la propia experiencia va cambiando. Es darse la oportunidad de conocer, y de pensar y gestionar qué necesitamos, porque la crianza ocupa tiempo y ocupa energía.
-Se vuelve muy difícil eso de: “Si estás en tu casa, estás en tu casa; si estás en el trabajo, en el trabajo”. Es necesario establecer ciertos límites y tener esos marcos presentes, porque la cabeza está un poco en todos lados, sobre todo, al principio…
-Al principio el famoso multitasking te diría que es necesario o inevitable, pero, por otro lado, es muy importante saber gestionar para que no se transforme en un burn-out, es decir, para que no nos termine quemando, porque volvemos del trabajo y hay un bebé que nos espera. Entonces, ¿cómo vamos a hacer más amigable para nosotros esa experiencia? Hay que ponerle cabeza a ese regreso, ya sea con ayuda de la pareja o la familia, o remunerada, cocinar el fin de semana para dejarlo listo en el freezer y facilitar las comidas, o hacer las compras en el supermercado con anticipación. Hay que jerarquizar, porque no vamos a poder hacer todo tal cual lo hacíamos antes y saber pedir una mano, no caer en la autosuficiencia.
-A algunas mujeres les provoca un gran alivio volver a la rutina, mientras que a otras, un estrés total porque apelan a la frase de “Nadie lo va a hacer como yo” (en relación al cuidado del bebé). ¿Cuál es el origen de estas reacciones?
-Cuando el bebé nace toda nuestra atención está puesta en hacer que esa cría sobreviva, en decodificar a ese bebé. Prestamos psiquismo y cuerpo a una persona que nos necesita totalmente para vivir. Pero eso sucede durante un tiempo en el que estamos muy enfocados, y después, cuando le vamos agarrando la mano, empiezan a volver otras cosas. Los que trabajamos con salud perinatal decimos que una persona cuidando sola por más de ocho horas se enfrenta a una situación de riesgo de salud mental.
-Es muy fuerte esa conclusión…
-A ver, puede ser que la esté pasando bárbaro o no, pero: ¿por qué pensamos esto? Porque estar cuidando y dando en soledad tantas horas por día deja muy insatisfechas otras necesidades que hacen al equilibrio y a la propia regulación mental. Entonces es muy esperable que haya mujeres que quieran volver a recuperar ciertos espacios en donde no están cuidando de otro. Vas a tener a la que quiere recontra volver y también le genera ambivalencia, y a la que no, a la que todavía no le llegó ese equilibrio, ese momento de querer empezar a hacer otras cosas. Y en cualquiera de los dos casos va a aparecer algo…estoy casi segura de que vos me lo vas a saber decir…
-Ya sé qué vas a decir. Y sí, aparece la culpa. Seguro aparece la culpa.
-(Asiente y se ríe)
-La culpa es un tema para hacer un ciclo entero de Primerizos, pero vamos a limitarnos a esta charla que estamos teniendo y a hablar un poco de la culpa materna. ¿Por qué aparece?
-La culpa es como algo que te entregan con el certificado de nacimiento, ¿no? Aparece porque encaramos la maternidad, como tantas otras cosas, con ciertos ideales, y tenemos muchos frentes abiertos. Tenemos una pareja, un hijo, hay una casa, un trabajo, un tiempo personal. Muchas veces sentimos que no estamos en ningún lugar al cien por ciento. El tema es, yo creo, encontrar un poco el ritmo de cada uno y poder estar donde estamos. Cuando estamos en el trabajo, por ejemplo, poder conectarnos con eso todo lo que podamos.
-Al momento de regresar, el bebé suele ser muy chiquito. ¿Hay alguna manera de prepararlo?
-Sí, sí, por supuesto. Cada caso va a ser muy distinto, sería imposible tratar de abarcar en detalle cómo será cada uno, pero en líneas generales tenemos que saber que los bebés y los niños necesitan gradualidad en lo que vayamos hacer, en incorporar las rutinas. Vos decías antes esto de: “Nadie lo va a hacer como yo” y eso es algo que nos pesa muchísimo. La buena noticia es que los bebés no necesitan que lo hagan exactamente igual que uno. Necesitan ser cuidados por adultos afectuosos, que puedan conectar y dar respuestas a sus necesidades acordes a la edad.
-¿Qué sugerís entonces? ¿De qué manera encaramos ese momento?
-Lo que realmente puede ayudarlos mucho, una vez que sabemos que vamos a volver a trabajar, es uno, dos meses antes, empezar a pensar en las horas en las cuales no voy a estar con él y en con quién se va a quedar. ¿Va a ser mi pareja? ¿Las abuelas? ¿Los abuelos? ¿Vamos a contratar a una niñera o irá al jardín maternal? Cualquiera sea la opción, hay que empezar a practicar de a poquito porque hay un vínculo que armar. Y esto suele generar también mucha angustia. Hay que ir haciendo el despegue de a poquito y darle la oportunidad a ese bebé y a ese cuidador de hacer ese vínculo, porque van a encontrar nuevas formas de dormir, de comer, etc. Además, hay que apostar al reencuentro, a abrazarlo y jugar con él, cuando volvamos a casa. Luego todo se va haciendo más familiar.
-¿Qué tenemos que tener en cuenta a la hora de elegir a la persona que cuidará al bebé?
-Hay que tratar de elegir, dentro de las posibilidades, a personas que puedan escuchar pautas y darles tiempo para que las implementen, a quienes puedan continuar nuestra forma de criar y que le podamos pedir cosas que queremos que sucedan.
-En el caso de que optemos por un jardín maternal, ¿cómo manejamos eso?
-Empezar un tiempo antes, poder tener una reunión con las maestras, que les transmitamos confianza de con quién se van a quedar, aunque sea un bebito. Contémosle todo, prendamos la radio, anticipemos: “Vamos a ir a este lugar, te vas a quedar algunas horas, mamá te va a llevar y después te va a ir a buscar. Vamos a ir a casa y vamos a estar juntos”. Por otro lado, tenemos que animarnos a preguntar y hablar, hacer equipo con los docentes. Es fundamental esta comunicación y ver cómo nos responden. Vamos a elegir un lugar donde nos sintamos cómodos. También ayuda saber que todo puede ir cambiando, pero sí tiene que ser funcional a nosotros, en nuestra logística, en nuestra manera de ser y de criar.
-¿Y hay alguna forma de garantizar, de continuar, el estilo o modelo de crianza que decidimos previamente en casa? ¿Podemos colaborar en esto?
-Primero, tienen que ser lugares que nos cierren, que sintamos que pertenecemos. Por el otro, tenemos que saber que cuando hay un otro, hay una otredad, y que no siempre va a ser exactamente igual que en casa. Tampoco hace falta que lo sea, porque de eso se trata la entrada en el mundo y empezar a habitar lugares diversos, aunque no tiene que ser un corte disruptivo. Creo que es muy importante poder llegar a acuerdos y a puntos medios. Tienen que ser cuidadores a los que podamos transmitirles los puntos más importantes para nosotros, y ver que del otro lado hay una escucha y dar lugar a que las cosas pueden ser distintas. Distinto y diferente no es malo, es diferente.
-Pasaron unos meses, volvimos al trabajo y buscamos que las piezas encajen de la mejor manera. ¿Se puede lograr ese equilibrio entre la vida familiar y la laboral?
-Es muy saludable ver en qué contexto vivimos. Vivimos en un sistema económico y social que no tiene una verdadera conciliación de crianza y trabajo. Es como un rompecabezas que vino mal impreso y no encaja. El mundo de los cuidados queda afuera. No está resuelto. Ahora, vos me preguntás si es posible un equilibrio ahí. Trabajo en el consultorio con mujeres y mucho con parejas. La vuelta al trabajo es un motivo de consulta, unos meses antes por todo lo que moviliza, y también unos meses después. Hay un ejercicio que me gusta darle a las personas, cuando estamos trabajando en este tema, y que se los comparto. Tiene que ver con bajar esta carga mental al papel. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cuáles son todas las tareas? Entonces la vuelta va a tener que ver mucho con abrir un canal de diálogo con la pareja, con ser un equipo de trabajo.
-A veces se complica en el día a día, pero hay que enfocarse en los resultados, ¿no?
-Tenemos que encontrar momentos para hacerle un lugar en la agenda a estas reuniones familiares, que nos van a tomar un rato, pero que nos van a hacer ganar mucho después. Porque pasa que no hablamos de las cosas y nos vamos peleando sobre la marcha, porque estamos con muchas cosas, porque estamos todos cansados. Cuanto más cabeza y corazón le prestemos en un tiempo afuera, mejor vamos a jugar en la cancha. Y otra variable en todo esto es la flexibilidad, porque todo esto que pensemos en este tiempo afuera, después tiene que cobrar vida. Como cierre de oro, cuando le encontramos la vuelta a nuestros hijos, todo cambia, porque crecen. Acá sirve mucho la tribu. Somos seres sociales y nos sentimos mejor cuando estamos acompañados. Vivirlo en compañía es muy distinto que hacerlo en soledad, donde además se proyectan todos estos ideales que después no existen.