Construido entre 1880 y 1884 frente al Central Park, es una leyenda en la ciudad por sus cuentos de fantasmas y residentes famosos
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Durante unos años habíamos aprovechado para hacer coincidir mi cumpleaños con algún viaje. Octubre es un gran mes para viajar, sobre todo porque suele ser templado donde uno vaya. El calor en el hemisferio norte se terminó y si uno se queda por estas latitudes, la primavera ya está declarada. Y para sumar las ventajas, distrae de ese estado que suele agarrarnos a los melancólicos para esas fechas, que imponen que uno debería estar contento y ser feliz. Y ni hablar del asunto de los festejos y ese resabio de los cumpleaños infantiles y la fantasía aterradora de que no aparezca nadie. Nunca me sucedió en la infancia ni en la adultez. Y aun así, la neurosis.
Durante dos o tres años festejamos mi cumpleaños en Nueva York. Mi siempre generoso primo Roberto Gil, residente de Brooklyn, se ocupa de hacer un asado argento-neoyorkino en su jardín: siempre suma pescado y frutos de mar en una segunda parrilla. Yo hago mi tradicional ensalada de papas, herencia de mi abuela polaca, y compramos muchos vinos. Mi siempre talentoso segundo primo Gil, Mariano, toca algo de jazz y yo soplo velitas en una torta comprada. No estoy preocupada porque fallen los invitados: todos están ahí, hasta algunos amigos que viven cerca.
El día antes de mi cumpleaños, sabiendo que pasaremos gran parte del día en Brooklyn, decidimos pasear por Manhattan y atravesar caminando parte del Central Park. Cuando llegamos a Strawberry Fields, ya a la distancia escucho que suena Hey Jude. La gente reunida alrededor del círculo de mosaicos con la leyenda Imagine corea la, la, la, lalala, laaa… Hey, Jude. Qué casualidad, pienso. ¿O habrá fanáticos aquí todos los días? En el piso hay velas y flores y entonces me doy cuenta de que si mañana es 10, mi cumpleaños, hoy es el de Lennon. Me sumo a los coros, mientras nos alejamos, listos a cruzar la calle en dirección a ese edificio imponente, el Dakota.
Mark David Chapman había planeado el asesinato de Lennon durante meses y la mañana del 8 de diciembre de 1980 esperó a que saliera del mítico edificio. Esa tarde el Beatle le había autografiado una copia del álbum Double Fantasy. Cuando John y Yoko regresaban a darle un beso de buenas noches a su hijo y se disponían a entrar por una de las macizas arcadas de entrada al Dakota, Chapman disparó cinco tiros; cuatro le dieron a Lennon en la espalda, que fue declarado muerto en cuanto llegó al hospital Roosevelt a las 23.15.
El mítico edificio está lleno de historias y es una leyenda en sí mismo, con sus residentes famosos y sus cuentos de fantasmas y embrujos. Al momento de su construcción, entre 1880 y 1884, en el 1 West de la calle 72, estaba tan alejado de la ciudad que algunos bromeaban con que quedaba en Dakota (por el estado), y de ahí parece haber salido su nombre. Edward C. Clark, un rico abogado había comisionado su construcción al arquitecto Henry Hardenberg. Tiene un estilo renacentista alemán con detalles de la Francia del siglo XIX. La fachada elaborada, esculturas de hierro fundido acechando desde las rejas que rodean un foso seco, buhardillas, balcones, balustradas y esos techos altos que terminan en torres cuyo metal se ha vuelto verdoso con el paso del tiempo, hacen que sea imposible que pase desapercibido.
Si bien al poco tiempo de su construcción vivir en un lugar tan alejado del verdadero centro de la ciudad no revestía mayor glamour, el siglo XX lo volvió un imán para nombres famosos y celebridades, desde los que vivieron allí, como Lauren Bacall, Leonard Bernstein, Boris Karloff, Bono o Judy Garland, hasta los que nunca obtuvieron la aprobación de la junta de consorcistas, como Madonna, Cher o Antonio Banderas y Melanie Griffith.
Cuando se abrió a inquilinos, hacia 1884, contaba con una plantilla de 150 empleados, servicio de lavandería, tintorería propia y hasta un sastre en el sótano. Cada tarde, antes de la caída del sol, los residentes recibirían un menú impreso debajo de sus puertas y allí podían elegir algunas de las sugerencias del día. Una copia de 1907 incluye unas entradas de ostras y caviar, almendras tostadas con sal de apio y aceitunas, soufflés, pescados y una variedad de tortas y helados napolitanos. Todo por un dólar y medio por persona.
Viejo glamour, espacios conservados al detalle (nadie puede realizar modificaciones ni remover piezas originales) y una ubicación privilegiada con vistas perfectas hicieron que tarde o temprano todos quisieran su apartamento en el Dakota.
Además del brillo de Hollywood y Broadway, lo rodearon anécdotas macabras. Personajes como el ocultista, místico, mago y alquimista Aleister Crowley (apodado la Gran Bestia 666) sumaron a esta oscura fama. Las versiones cuentan que durante su residencia en el Dakota realizaba todo tipo de rituales satánicos. Años después, Roman Polanski elegiría al edificio como locación para representar al Bramford, el lúgubre solar en el que Rosemary daría a luz al Anticristo en El bebé de Rosemary. John Lennon, antes de su trágico final, contaría que el fantasma de una mujer llorando desconsolada habitaba en su departamento.
Miramos una última vez la fachada alta del Dakota, que se alza como una sombra sobre nosotros. Empieza a caer el sol y los fans de Lennon siguen cantando a lo lejos, como lo han hecho durante todo el día.
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