En esta era de cataratas de información sobre lo que tenemos que hacer para mejorar nuestra calidad de vida, caemos todo el tiempo en la tentación de buscar en el afuera, cuando la idea es indagar lugares seguros dentro de uno mismo
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Suena el despertador a las 5.30 AM y “José Bienestar” (llamémosle así) se levanta, hace su cama (para empezar el día con propósito), medita diez minutos y luego encara una respiración Wim Hof, con apneas intermitentes, por unos minutos más. Ya en el baño, antes de la ducha de agua helada, se toma una microdosis de psicodélico. Antes de salir a la calle empieza el conteo de agua a ingerir (cuatro litros por día) y aprovecha a mirar por diez minutos el sol de la mañana, para ajustar su reloj circadiano.
“José Bienestar” puede parecer un personaje extremo, pero lo cierto es que cada vez más gente se encuentra agobiada por la tormenta de información que hay sobre hábitos y técnicas que hay que encarar “sí o sí” para sentirnos mejor o vivir más. Para cada una de ellas hay uno o varios gurúes podcasts y creciente evidencia científica de que correlacionan alto con un cuerpo y mente más saludables. Y probablemente sea cierto, el problema es que el tiempo es finito cuando entran en la ecuación el trabajo, cuidado de otras personas, etc.
La neuróloga Lorena Llobenes, especialista en meditación y neurociencias contemplativas y columnista de LN Bienestar, llama a este fenómeno de hacer de todo de manera desordenada “picoteo espiritual” o “picoteo de bienestar”. “En esta era de cataratas de información sobre lo que tenemos que hacer, caemos todo el tiempo en la tentación de buscar en el afuera, de ‘trabajar’; cuando la idea es aquietar, calmar, buscar lugares seguros dentro de uno mismo. Y terminamos ‘picoteando’ un poco de cada cosa en una carrera sin límite”, cuenta Llobenes, que se recibió de médica con diploma de Honor en la UBA y trabajó muchos años en Neurología Infantil del Hospital de Niños.
Llobenes tiene en la actualidad varios proyectos con Paul Gilbert, profesor en Psicología Clínica en la Universidad de Derby, quien suele asignarle círculos de colores a tres sistemas básicos de nuestro comportamiento: el azul es el sistema de búsqueda y recompensa (vinculado al trabajo y al éxito laboral), el rojo es el de “defensa y amenaza” y el verde es el de “cuidado y seguridad”. La paradoja del “picoteo de bienestar” es que estamos habitando el círculo azul cuando deberíamos movernos al verde.
Hay un neologismo que alude a esta “ruedita de hámster” de las técnicas de bienestar: la “procrastividad”: llenarse la jornada con una lista de pendientes frenética pero postergar las cosas importantes.
La gran pregunta es: ¿Cómo empezar a priorizar y no ahogarse en el mar de infinitas alternativas que hoy ofrece la nueva agenda del bienestar? El emprendedor Santiago Pinto sigue esta agenda desde muy cerca, y de hecho tiene un proyecto vinculado a hábitos y longevidad.
Pinto tiene dos recomendaciones para evitar el “picoteo de bienestar”. “El primero es no tanto ponerse objetivos sino preguntarse muy profundamente en quién nos queremos convertir. No bajar de peso para ir a un casamiento, sino trabajar sobre una nueva identidad: ‘quiero ser una persona que no toma remedios’, ‘que no está cansada todo el día’, ‘en alguien longevo y saludable. Y a partir de ahí podés encadenar hábitos de manera mucho más eficiente”, explica.
Otra sugerencia: cuando algo saludable se convierte en hábito, asociarlo: “Si vas a darte un baño de agua fría, asocialo a meditar unos minutos antes o después. De esa manera vas creando ‘bloques de hábitos’ que son más fáciles de sostener que tener diez cosas sueltas para hacer todos los días”, plantea Pinto.
Un tercer tip de yapa del emprendedor: usar en la vida cotidiana comportamientos que lleven a resultados saludables sin necesariamente entre en “modo ejercicio” o “modo dieta”. Por ejemplo, él mentalmente ya se seteó para no usar ascensores en los edificios. Trabajar en un escritorio de pie es otra idea en la misma línea.
¿Qué dirá José Bienestar de todo esto? Probablemente esté fascinado leyendo los avances del multimillonario Bryan Johnson, que a los 45 años se propuso llegar a tener un cuerpo de 18. Para lograrlo, cada mes de somete a decenas de procedimientos médicos, diseñados por un equipo de 30 profesionales a un costo de dos millones de dólares al año. Sus hábitos saludables personalizados incluyen una dieta de 1.977 calorías veganas al día, una hora de ejercicio físico por día y dos horas de uso de anteojos para bloquear la luz azul dos horas antes de irse a dormir. Al parecer, Johnson ya logró ir atrás en el tiempo con su edad biológica varios años, o al menos eso es lo que asegura su equipo.
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