Suele hacer su aparición luego de una opípara comida. Mientras algunos apelan al susto, otros tratan de ahogarlo con un vaso de agua
No es un fenómeno moderno. Ya en el siglo II de la era cristiana el célebre médico griego Claudio Galeno describía el hipo y cómo combatirlo a través del estornudo. Desde entonces, y a lo largo de la historia, se han ensayado innumerables fórmulas mágicas -algunas exitosas- para derrotarlo. Pero la ciencia todavía no encuentra una explicación precisa de los mecanismos que lo producen.
Aunque constituye un padecimiento bastante habitual -sobre todo para los varones-, la medicina no ha abordado al hipo como un problema, y por lo tanto no ha dedicado grandes esfuerzos a estudiarlo, sino más bien a atacarlo. Una de las excepciones a esta regla fue el escritor y periodista Eduardo Wilde, que en 1870 obtuvo el doctorado en Medicina de la Universidad de Buenos Aires -y una medalla de oro- como resultado de una tesis sobre este tema.
Ruidos molestos
Denominado técnicamente singulto -palabra latina que significa suspiro o sollozo-, el hipo es la contracción involuntaria y repetida de un grupo de músculos responsables de la respiración.
Uno de ellos, el diafragma -que es el que separa los pulmones y el corazón de la cavidad abdominal- tiene por función habitual expandir el tórax con el fin de generar la diferencia de presión necesaria para aspirar aire del exterior e inflar los pulmones.
"El mecanismo normal de la inspiración implica la activación de una serie de músculos en un orden programado en el cual el diafragma es el último en contraerse; pero durante el hipo se produce un desarreglo en ese proceso de tal manera que el músculo diafragmático pasa a ser ahora el primero en excitarse", explica el neumonólogo Eduardo De Vito, doctor en medicina, investigador del Conicet, y jefe del Laboratorio de Cirugía Experimental del Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, y completa: "El resultado es una succión anticipada que hace que se cierre bruscamente la epiglotis (el cartílago que -como una compuerta- tapa el conducto respiratorio cada vez que tragamos para evitar que nos ahoguemos con la comida), impidiendo la entrada del aire y produciendo el ruido característico del hipo".
Más de cien causas
Curiosamente, ejecutar este sonido espasmódico y poco elegante no es una facultad exclusiva de quienes han nacido. Durante la vida uterina y a partir del séptimo mes de gestación, en el feto existen movimientos respiratorios que hacen entrar y salir líquido amniótico de los pulmones, y también hipo.
Si bien aún no se ha identificado exactamente el lugar del sistema nervioso central que lo origina, se sabe que el hipo es un reflejo y, como tal, obedece a determinados estímulos: "Se conocen más de cien circunstancias que pueden provocarlo, pero las más comunes son aquellas en las cuales algún órgano abdominal hace contacto con el diafragma y lo irrita", ilustra el doctor Juan Bautista Palmitano, jefe de Gastroenterología en el Instituto Lanari, y añade: "La causa más habitual es la distensión del estómago, que puede deberse a una ingesta exagerada de alimento, pero también a tragar aire en exceso. Esto último puede ocurrir, entre otras cosas, por beber gaseosas, hablar mucho, comer rápido, fumar, o mascar chicle".
También el embarazo y el alcoholismo son situaciones que favorecen el ataque de hipo, de la misma manera que algunas enfermedades y ciertos medicamentos.
Con una frecuencia de seis a doce manifestaciones por minuto, el espasmo diafragmático suele autolimitarse a un breve lapso, pero en algunas oportunidades puede llegar a convertirse en una molestia persistente.
Rebelde sin causa
La última edición del Libro Guinness de los Récords cuenta que Charles Osborne, de Iowa, Estados Unidos, comenzó a hipar en 1922 y no paró hasta febrero de 1990. Al mismo tiempo, la literatura científica refiere hipos de hasta trece años de evolución. Según el doctor Palmitano, "salvo casos muy excepcionales, más allá de la incomodidad para la vida de relación, la manifestación crónica de este fenómeno no implica ningún riesgo para el paciente. Lo importante -agrega- es investigar qué es lo que está originando el reflejo para descartar cualquier patología".
Pese a que varias especialidades del arte de curar tienen injerencia en el asunto del hipar, ninguna de ellas se dedica específicamente a atenderlo: "El hipo no es por sí mismo una enfermedad, sino que, en algunos casos, puede acompañar otros síntomas de una afección -explica el doctor De Vito- aunque puede ser fastidioso para el paciente, para el médico el hipo es lo menos importante".
Sabiduría popular
La medicina cuenta con una amplia variedad de herramientas para los casos persistentes de hipo. "Se puede detener con cualquiera o con ninguno de los tratamientos disponibles, lo que habla de la posible multiplicidad de factores que desencadenan este síntoma", señala Palmitano.
Para los casos autolimitados -llamados benignos-, suele ser suficiente dejar pasar unos minutos para que desaparezca la molestia. Para los más impacientes, no obstante, existe una extensa gama de técnicas caseras que, generalmente, son efectivas (ver recuadro). "Por más que parezcan rudimentarias, tienen algún fundamento científico -acepta De Vito-. Incluso hay trabajos publicados en revistas muy prestigiosas que avalan la eficacia de algunas de ellas", afirma Palmitano.
De cualquier manera, la única función conocida del hipo es importunar al que lo padece y a sus vecinos más próximos que, con un buen susto, tal vez puedan calmarlo.
El arsenal casero
- Ingerir una cucharada de azúcar.
- Tragar pan seco o hielo troceado.
- Inspirar profundamente conteniendo el aire (mecanismo a través del cual operaría el susto).
- Hacer fuerza hacia adentro con la glotis cerrada.
- Beber un vaso de agua rápidamente.
- Tirar suavemente de la lengua.
- Respirar el propio aliento durante unos minutos en una bolsa de papel (no de plástico, porque puede pegarse a los orificios nasales).
- Los bebes también tienen hipo cuando el estómago se llena con alimento o con aire (por ejemplo después de llorar). "Una forma de quitarlo es hacer que el bebe succione, o cambiarlo de posición -pararlo- para intentar provocarle el eructo. Pero aun sin hacer nada, el espasmo desaparece por sí solo cuando el estómago se reduce de tamaño", explica el médico pediatra Luis Parrilla. Según el especialista, cuando el lactante tiene hipo hay que suspender la alimentación y reanudarla cuando el fenómeno se detiene y, si en 5 a 10 minutos no se calma, se le puede ofrecer agua con azúcar. "Pero en cualquier caso -advierte Parrilla- hay que tener presente que se trata de un reflejo fisiológico que no ocasiona ningún problema."