Por Gabriela Navarra De la Redacción de LA NACION
Para designar el nivel de acidez se utilizan las siglas pH : un pH 7 significa neutro; por encima es alcalino y, por debajo, ácido. El pH normal de la boca humana es 7.
El pH de la boca desciende cuando las bacterias que componen la flora bucal metabolizan los hidratos de carbono que se ingieren con los alimentos (cereales y todos sus derivados) y con los dulces y golosinas. Estos contienen sacarosa, el más cariogénico de los hidratos de carbono.
"Las bacterias normales de la boca degradan los hidratos de carbono y los convierten en ácidos -afirma la doctora Shirley García de Valente, presidenta de la Sociedad Argentina de Odontopediatría-. Eso crea condiciones objetivas para la desmineralización del esmalte dental, que es el comienzo de una caries." Esta lesión incipiente, de todos modos, no produce inexorablemente el conocido trastorno dental. Es posible que el odontólogo, cuando se realizan visitas preventivas con la frecuencia necesaria, intervenga para evitarlo.
Pero todo indica que no siempre ocurre así. La doctora García de Valente, preocupada por el aumento de las caries en niños pequeños, que aún tienen dientes de leche, comenta que uno de los motivos que mejor explica este problema es el excesivo consumo de jugos naturales e industralizados, y gaseosas. "Hoy día se toman jugos o gaseosas en todo momento y a toda hora -reflexiona la odontopediatra-. Se ignora que, lamentablemente, ingeridos en exceso revisten un riesgo muy grande para la salud dental."
Una conducta equivocada es darle al bebe mamaderas con jugos, por más que sean naturales: esto hace que el niño esté permanentemente con sacarosa en la boca y sus dientes en continua desmineralización. "La saliva es remineralizante y luego de 20 minutos permite que el pH de la boca se normalice -explica la doctora García de Valente-. Pero si la boca recibe permanentemente agresiones ácidas, la desmineralización es frecuente y, con eso, aumenta el riesgo de caries."
Lo ideal es que los jugos y gaseosas se consuman acompañando las comidas principales del día, pero no todo el tiempo. Otra sugerencia es que a la hora de desayunar o merendar regresen los lácteos a la mesa de los chicos: la leche y sus derivados son excelentes remineralizantes de los dientes. Un licuado es muy sano y también muy rico.
Algunos jugos son muy espesos y admiten ser rebajados con agua. La recomendación es optar por hacerlo con agua mineral, ya que todas, en mayor o menor medida, tienen agregado de flúor, que es un poderoso remineralizante.
La regla es no consumir estas bebidas fuera de las comidas principales ni vivir con el vaso de jugo o gaseoa en la mano.
Pero, sin embargo, los riesgos que representan los jugos y las gaseosas respecto de la dentadura no terminan aquí: además de producir acidez por contacto de la flora bucal con los hidratos de carbono, los líquidos ingeridos, en sí mismos, son muy ácidos: a veces, hasta llegan a un pH de 2,5. Esto desencadena un proceso llamado erosión que, con el tiempo, también afecta el esmalte de los dientes, que se va ablandando y puede llegar a perderse. Cuanto más esmalte dental se pierde, mayor sensibilidad dentaria, que es un trastorno muy molesto.
Las bebidas diet, si bien no presentan riesgos de caries, sí son capaces de erosionar la superficie dentaria, ya que se trata de líquidos ácidos.
La doctora García de Valente afirma que el hecho de que los niños pequeños pierdan piezas dentarias por caries -aunque sean dientitos de leche- es una situación muy perjudicial.
"Tendrán dificultades en su alimentación -explica-, porque siempre existe el riesgo de que pierdan molares importantes para la masticación. Y algunos se cambian recién entre los 9 y los 11 años. Una pieza dentaria siempre cumple una función y ocupa un espacio. Si se pierde un diente de leche antes del período en que naturalmente tiene que caerse, se corre el riesgo de que el próximo no tenga espacio para erupcionar normalmente y el niño termine necesitando una ortodoncia."
Además de reducir el consumo exagerado de jugos y gaseosas de todo tipo, la odontopediatra recomienda educación. Y esto comienza, literalmente, desde la cuna. "Las encías del bebe se limpian, por ejemplo, con una gasita, aunque aún no tenga dientes -afirma-. Lo ideal es que sea alimentado con leche materna y que la mamá, antes de alimentarlo, limpie muy bien la mama para evitar un posible traspaso de microorganismos a la boca del bebe. Cuando ya comen sólidos, no es recomendable soplar sus alimentos ni usar su chupete en un gesto gracioso."
La especialista comenta que los niños pueden comenzar a jugar con el cepillo de dientes a partir de los 2 años y que la pasta dentífrica elegida tiene que contener flúor, un reconocido remineralizador. Las topicaciones periódicas con este mineral, a cargo del odontólogo, pueden ayudar a mantener más sana la boca del niño. Y también la de los mayores.