En la Costa Amalfitana, Sorrento, Positano, Capri, Amalfi y Nápoles enhebran un recorrido por caminos serpenteantes, cascos históricos bien conservados, pequeñas playas y sabores típicos
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Este recorrido es una oda al Tirreno: las ciudades y los pueblos antiguos italianos fueron construidos de frente al mar. No importa qué obra de ingeniería implique domar terrenos con inclinaciones abruptas: todo crece desde el mar hacia la cima y viceversa.
La Nastro Azzurro (Cinta azul, en italiano) y la Strada Statale 163 trazan curvas y contracurvas sobre precipicios que tienen como único destino el Tirreno. Detrás de cada ondulación aparecen casas, hoteles de estilo colonial, terrazas con frutales (sobre todo limones) y balcones que sobresalen sobre un mar turquesa.
El recorrido por la Costa Amalfitana puede hacerse de este a oeste o viceversa, incluyendo a dos, tres, cuatro o doce municipios diferentes que tienen algunas cosas en común: cascos históricos bien conservados, calitas para darse un chapuzón, heladerías donde ofrecen sorbetto de limone (helado de limón que se sirve en la misma fruta) e imponentes iglesias. No hay que dejar de hacer visitas a Sorrento, Positano, Capri y Amalfi.
El punto de partida
Torquato Tasso, un poeta renacentista destacado, es parte de la identidad de Sorrento: la plaza que lleva su nombre es una de las más importantes y es el punto de partida de su calle principal, Corso de Italia.
En la plaza Tasso hay de todo, como restaurantes, bares, negocios y también algunas callecitas peatonales que recorren el casco histórico. La Catedral, una iglesia barroca romana con una estatua del Papa Juan Pablo II en su interior; la Villa Comunale, un parque con vistas panorámicas; y la pequeña (pero coqueta) marina, son algunos de sus imperdibles.
Por su ubicación y por la variedad de hoteles, restaurantes y negocios es una buena opción para hacer base. Desde aquí se puede llegar a todas las ciudades y pueblos de la Costa Amalfitana en colectivo, ferry, auto o tren.
En una visita a Sorrento hay que probar sus limones: se venden del tamaño de melones en las verdulerías y están estampados en repasadores, delantales y remeras, en las decenas de negocios de souvenir que hay en el centro.
En bus o en auto, se puede llegar a Bagni della Regina Giovanna, unas piletas naturales transparentes para refrescarse en verano. Hay que caminar unos 30 minutos desde el estacionamiento, lo que hace que el lugar sea 100% natural aunque ya es bastante conocido por los turistas.
Destino de verano
En una de las contracurvas, una cúpula de venecitas de colores llama la atención de todos los ocupantes del bus que parece un vagón de una montaña rusa: va clavado al asfalto a pesar de los vaivenes de la Nastro Azzurro.
Se trata de la iglesia Santa María Assunta, uno de los iconos arquitectónicos de Positano, a orillas del Tirreno. Dentro, guarda una imagen de la Madonna Negra que, según cuenta la leyenda, vino en una embarcación que naufragó en las costas de este pueblo. Los marineros sintieron que la imagen les pedía quedarse en ese lugar y así se lo concedieron.
Desde la iglesia se pueden recorrer las callecitas que trazan el sinuoso casco histórico. Arcos, árboles y flores forman parte del paseo. También hay escaleras infinitas que llevan a miradores y balcones.
La Spiaggia Grande es otro de los imperdibles: una de las playas céntricas a las que se puede acceder directamente desde la marina. A su alrededor hay restaurantes y bares para disfrutar de algo fresco. También es el lugar desde donde salen los barcos que van hacia Sorrento y Amalfi.
La protagonista
Amalfi fue tan importante como Venecia, Génova y Pisa porque era una de las repúblicas marítimas que dominaban el comercio en Italia. Como testigo de esos tiempos, está la Catedral de San Andrés (patrono de Amalfi) con sus escalinatas infinitas.
Integrada por dos basílicas, llama la atención por su decoración que combina el estilo árabe-bizantino con elementos góticos y barrocos, entre otros. Como toda catedral de la Costa Amalfitana, la iglesia termina en una plaza central donde hay varias heladerías, barcitos y negocios de souvenir.
El helado de pistacho de Andrea Pansa, servido en copa de metal y coronado con un chocolate artesanal, es una buena opción después de recorrer el duomo. Tiene unas mesitas en la vereda, justo enfrente de la famosa catedral, desde donde se pueden ver pasar a las miles de personas que pasean por el lugar con sus sorbettos de limone en la mano.
Hay dos cosas que los amalfitanos hacen bien y que, por esto, se ganaron el reconocimiento de todo el mundo. Por un lado, el papel: muchos dicen que este es el punto geográfico donde comenzó su fabricación artesanal en el siglo XIII. Se puede conocer esta parte de la historia en el Museo del Papel (Museo della Carta, en italiano), donde hay maquinaria original y demostraciones de cómo se fabricaba en esa época.
Por el otro, el limoncello, un licor hecho a partir de alcohol y piel de limón, una de las frutas más vistas en esta zona y más utilizadas por su tamaño y aroma. Las cremas para acompañar las pastas hechas con este ingrediente también forman parte de todos los menús de Amalfi y de las recetas que muchos intentarán imitar al volver a casa.
La isla glamorosa
Apellidos como Neruda, Onassis y Loren se asocian directamente a la isla de Capri. Durante la década del 60 fue famosa por ser el destino de vacaciones de estrellas de Hollywood.
Esa fama hizo que Capri se convirtiera en un aspiracional de muchos turistas que hoy la visitan y convierten sus calles en un desfiladero de gente buscando el mejor rincón para una selfie.
Una forma de conocer la isla es hacerlo por mar y por tierra. Las navegaciones suelen hacer siempre el mismo recorrido que incluye un paseo por los farallones, unos picos rocosos que ya son icónicos en la isla. Uno de ellos se puede atravesar por un túnel de unos 60 metros donde, según dice la leyenda, los enamorados deben besarse para permanecer unidos.
Otra parada es la Gruta Azul, una especie de túnel en medio de las piedras de 60 metros de largo, que se caracteriza por el color que toma el agua en su interior. El recorrido se hace con unos pequeños barcos a remo que se adentran en este lugar y llegan hasta la Catedral Azul, un espacio donde se encontraron esculturas que representaban a los dioses del mar.
Por tierra, Capri es una isla que se despliega sobre un terreno empinadísimo. Se puede llegar al centro caminando (muchas escaleras), por funicular o tomando un taxi típico de la isla, unos descapotables vintage en los que viajan hasta seis personas. Una vez arriba, las marcas de lujo, los cafecitos coquetos y las callecitas empedradas forman parte del recorrido.
Anacapri es otra de las paradas obligadas: es un poco la antítesis de Capri. Igual de pintoresca y rodeada por la misma naturaleza, este pequeño municipio no tiene tiendas de lujo ni es visitado por apellidos famosos. Es como la parte “bohemia” de la isla con talleres de artistas y fachadas blancas cubiertas de buganvillas violetas.
La más argentina de Italia
“El Patrono de los sin nombre” reza un grafiti a una cuadra del famoso mural en honor a Diego Armando Maradona en pleno barrio Español de Nápoles. Es una especie de estampita de Jesús, en la que el cuerpo del “Pelusa” reemplaza al de Cristo: en una mano sostiene una pelota de fútbol y en la otra un globo terráqueo. En el cuello lleva una bufanda color celeste y blanca. Si se amplía la imagen, en el margen inferior izquierdo, se puede ver un cartel de tren con una sola palabra en blanco: Fiorito.
La cara de Maradona está impregnada en las calles de Nápoles: murales, estampitas, postales, banderas, imanes y medias. En todos lados está Diego, pero tiene su homenaje especial en Quartieri Spagnoli con un mural que ocupa una pared de varios metros de alto. Esa imagen está allí desde 1990, luego de que el Nápoles ganara su segundo título de la Serie A.
Alrededor hay puestos de souvenir con la cara de Diego, imágenes icónicas del futbolista y hasta un cartel que asegura que los dos mejores futbolistas del mundo “son argentinos”. Maradona y Messi, ambos con la Copa del Mundo en las manos.
Además de Maradona, los motociclistas son protagonistas en Nápoles.
La pelea de los peatones con las motos es prácticamente cuerpo a cuerpo. Ir a contramano se vuelve cotidiano en esta ciudad: las motos andan por las veredas, los peatones por la calle, el paso lo tiene el más rápido y las pizzas son mejores cuanto menos conocido sea el lugar.
La Catedral de Nápoles es uno de sus edificios más importantes ya que honra a su patrono San Gennaro y la Plaza del Plebiscito, una de las más grandes de Italia que contiene algunos edificios importantes como el Palacio Real de Nápoles.
La margarita –con tomate, muzzarella y albahaca– es la especialidad de los napolitanos y tiene algunos secretos como el amasado a mano, el horno bien fuerte y la masa fina con globos en los bordes. También una ley inquebrantable: una pizza solo alcanza para una persona.
Datos útiles
- Cuándo ir. Si bien muchos eligen el verano para poder disfrutar del mar y las playas, la primavera (de marzo a junio) es una buena opción para evitar la cantidad de gente.
- Cómo moverse. Lo ideal es en colectivo, ya que los pueblos no tienen muchos lugares para estacionar y el camino es vertiginoso. Sin embargo, no es recomendable para las personas que sufren de vértigo o mareos con las curvas. Otra buena opción es en ferry (17 euros de ida, por ejemplo, de Sorrento a Nápoles) aunque hay que tener en cuenta que el último suele regresar cerca de las 18.
- Gastronomía. El helado de limón y de pistacho, las pastas con salsas especiales como carbonara o al limón, la pizza margarita y los gnocchi alla sorrentina (salsa de tomate, albahaca y muzzarella gratinada).
- Dónde dormir. Una buena opción es elegir un punto, como por ejemplo Sorrento, para pernoctar y visitar uno o dos destinos por día. Las distancias son cortas (una hora en promedio en colectivo) y se evitan los traslados con valijas. En Sorrento, se puede optar por un hotel alejado del centro (suelen ser más baratos). De noche se puede bajar a cenar caminando y luego tomar un colectivo hasta el hotel que cuesta unos dos euros en promedio.
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