Control de esfínteres: las tres señales que anticipan el proceso y los errores más comunes de los padres
Lejos de los mitos que rodean a esta etapa, se trata de un hito en el desarrollo de los más chicos; la psicóloga infantil Laura Francomano describe cómo darnos cuenta de que un niño está listo para dejar los pañales y brinda herramientas para acompañarlo mejor
Para algunas familias, el cumpleaños de dos años de su hijo o el inicio de la sala de dos en el jardín se convierte automáticamente también en el comienzo de una etapa que, por error, asocian al calendario o, incluso, a veces a una estación, como el verano.
El control de esfínteres, o dejar de usar pañales, retener las ganas y poder ir al baño solo, es un proceso en los niños que escapa a todos estos parámetros. Se trata, en realidad, de un momento madurativo, pese a que arrastra en su historia todo tipo de mitos y creencias que llevan, muchas veces, a los padres a precipitarlo por desconocimiento y a incurrir en un sinfín de equivocaciones. “Hay ciertas cuestiones fisiológicas que tienen que estar dadas, pero siempre se necesita de un ambiente que lo propicie, de adultos que acompañen”, sostiene en el noveno capítulo de “Primerizos, ¿y ahora qué?”, el ciclo interactivo y audiovisual de LA NACION + Huggies, Nutrilon y Swiss Medical, la psicóloga Laura Francomano (@lic.laurafrancomano), especializada en crianza y neurodesarrollo, miembro del equipo de la consultora en sueño Lucila Pistiner, y creadora del podcast “El otro grupo de mamis”, desde donde orienta a los padres durante la primera infancia.
Estamos frente a una etapa en la que el protagonista es el chico, no los adultos, y que implica un paso esencial en su desarrollo: deja de ser un bebé y se convierte en un niño. Es un hito para el que las familias deben prepararse y conocer para saber cómo motivar, sin presiones ni exigencias. “Es un proceso de aprendizaje que requiere paciencia, ensayos y oportunidades. Vamos y venimos hasta que por fin está el logro. Hay que siempre tener la mira en ese trayecto y desde ahí posicionarnos”, aconseja la especialista.
-La etapa del control de esfínteres suele ser compleja, con muchos mitos alrededor y desconocimiento también. Para clarificar dónde estamos ubicados, los pañales: ¿se sacan o se dejan de usar?
-Los pañales se dejan, pero con ayuda. En realidad, dejar los pañales es un proceso madurativo. O sea, hay ciertas cuestiones fisiológicas que tienen que estar dadas, pero siempre necesita de un ambiente que lo propicie, de adultos que acompañen.
-Entonces nada tiene que ver con el calendario o con la estación en la que estemos…
-Lo que pasa es que, en líneas generales, es un proceso que suele darse entre los dos años y medio y alrededor de los cuatro años más o menos, edades en las que el niño y la familia están disponibles para dar ese paso. Por otro lado, si bien no es algo atado al verano, tenemos que pensar en la dinámica familiar, y si todo se da y también es verano, porque es más cómodo con la ropa, podemos avanzar, pero no es que sea el único criterio a seguir. Como es un proceso sumamente personal, no lineal, que tiene idas y vueltas, y que requiere paciencia, ensayos y oportunidades, los psicólogos lo vemos como un proceso de aprendizaje, como cuando aprendemos a caminar. Vamos y venimos hasta que por fin está el logro. Hay que siempre tener la mira en ese trayecto y desde ahí posicionarnos.
-¿Cómo podemos las familias empezar a encarar este proceso? ¿Cómo acompañamos a los chicos?
-Primero es pensarlo como un proceso y no hablar de accidentes o de errores, sino ir acompañando el esfuerzo de los niños. Vamos a estar atentos al criterio de la edad y también al interés del niño, que empieza a preguntar, por ejemplo, cuando el adulto va al baño. Juegan a que van al baño, porque nos miran, nos copian. También podemos observar cuestiones más fisiológicas, como el pañal seco después de algunas horas de retención. Otra cosa también que sugiero es acompañar con literatura. Hay un montón de cuentos sobre el tema, algunos muy explícitos, otros más generales, sobre cómo afrontar los miedos, crecer, trabajar las ansiedades.
-Me parece que si nosotros, los papás, nos relajamos, ellos de alguna manera también, hablan, se comunican...
-Sí, conectar emocional y cognitivamente con nuestros hijos en ese momento es la mitad del trabajo. El adulto tiene que estar disponible, sino un niño no puede aprender un hábito.
-Si bien no es una cuestión matemática, los chicos serán quienes nos darán la luz verde y nos indicarán que el proceso está en marcha. ¿Cuáles son esas señales?
-Sí, es medio forzado hablarlo así, pero inclusive en los cursos lo separamos en etapas para que los padres puedan ver a qué estar atentos. En general, ocurre así:
- Avisa mientras está haciendo pis en su pañal: los niños empiezan a notar que están sucios y que les genera incomodidad. Estamos hablando también de cierto desarrollo, porque hay un registro de su propio cuerpo y lo expresan de la forma en la que lo puedan comunicar: “Estoy mojado, estoy frío, me molesta”.
- Anticipa mínimamente (o segundos antes) que está empezando a hacer pis: los niños suelen ser más literales que los adultos, así que la gran mayoría de las veces que lo dice implica que está ocurriendo en ese momento: “Me estoy haciendo”. Pasa que no llega a ir al baño.
- Avisa un poco antes de hacerse encima y retiene hasta llegar al baño: hay un registro de las ganas y una espera también.
Ese sería el caminito esperado. En la gran mayoría de los casos suele darse que primero controla las heces nocturnas, luego las diurnas, después la orina en vigilia y, por último, la orina nocturna.
-Retomo algunas cosas que fuiste marcando. Por un lado, esto de las señales y de no tomarlas como pasos estrictos. Por el otro, la importancia de no frustrarnos como papás con estas idas y vueltas, ¿no?
-Claro, no frustrarnos ni tampoco retarlos. Es importante no sancionarlos cuando las expectativas de logro no van en base a lo que uno espera. No comparar con otros niños, aunque a veces es muy genuino esto de decirle, por ejemplo: “Mirá, Spiderman, no usa pañales”, porque sabemos que nuestro hijo lo idolatra. Yo sé que esconde el deseo genuino de alentarlo, pero eso también suele esconder una gran frustración y carga emocional para los chicos. Tampoco decirle: “Estás grande para pañales”. Los pañales no son exclusivos de una franja etaria. Son para todas las personas que los necesitan. Ojo que tampoco hay que reforzar el logro, si hilamos muy fino. Obviamente que si fue e hizo pis en la pelela, se lo vamos a celebrar, pero no exagerarlo. Los adultos tenemos que tratar siempre de poner el foco para el aprendizaje de cualquier hábito de nuestros hijos en el esfuerzo, en el proceso, porque la satisfacción va a venir, lo va a lograr. Y otra cosa es bajar nuestras expectativas porque es un proceso que suele durar seis meses, ocho, a veces menos, pero en realidad cuando dura menos es porque todo lo otro quedó invisible.
-Vamos al día a día. ¿De qué manera adaptamos el baño de casa? ¿Pelela o inodoro?
-A gusto del consumidor. No pasa nada si un niño se siente cómodo usando una pelela, aunque siempre sugiero primero probar el reductor de inodoro. Porque, además de que es más práctico, más higiénico, más cómodo, prepara el escenario para el inodoro a futuro. El traspaso luego es más sencillo y te da la disponibilidad de llevarlo adonde vayas. Y ya que estamos también está bueno darle al niño soporte con un banquito y que no esté con los pies colgando, porque eso da sensación de vértigo y pueden tener miedo. Ese mismo banquito después lo acercás a la bacha para que el niño pueda en forma autónoma, o lo más autónoma posible, tratar de abrir las canillas y lavarse las manos. También se puede tratar de favorecer la comodidad con la ropa, es decir, reemplazar los bodies por dos prendas, para que no sea un gran obstáculo en el momento de gestionar rápido porque el niño se hace pis.
-Hablamos bastante sobre cómo se sienten los padres y cómo encaran este proceso. Ahora, ¿cómo se siente el niño frente a esto?
-El niño, por lo general, va a sentir ansiedad. Tenemos que estar atentos a qué tipo de ansiedad. Si es una ansiedad que le da energía, lo motiva, lo predispone bien, es ese famoso distrés del que uno habla. Es parte del proceso y se acompaña. Pero si hablamos de una ansiedad que lo paraliza, lo angustia, lo desborda, hay que consultar a un profesional. Depende de dónde esté puesto el foco. Como papás tenemos que ver si el miedo es real o fantaseado, y eso va a depender de miles de factores. El miedo más común es a que haya dolor cuando van al baño. Entonces el niño empieza a retener y termina con estreñimiento; asocia el dolor con hacer caca.
-Es muy común escuchar que algunos niños se esconden. ¿Por qué pasa eso?
-Porque nosotros significamos a esa caca como algo feo, algo asqueroso, y a ellos les da una especie de sensación de culpa de esa “chanchada” que están haciendo. En ese punto está bueno explicarles en un lenguaje que los niños puedan entender qué es la caca. Por ejemplo: “Cuando vos comés una banana, nuestro cuerpo agarra de la banana todo lo bueno y lo usa como energía, como la nafta de los autos, y lo que no le sirve lo tira a la basura, como la cáscara. Bueno, esa basura es la caca”. Otra cosa tiene que ver con el registro de lo público y lo privado, lo íntimo. Empieza a haber un registro de esto y el niño empieza a esconderse porque tiene que ver con su intimidad, con sus partes íntimas. Hay mil motivos, pero por lo general tiene que ver con esto, con la intimidad o con esta fantasía de: “Esto que voy a hacer es algo feo, no estoy muy seguro y me da miedo”.
-Repasamos las señales, los avances y los retrocesos, y también cómo nos sentimos los adultos y se sienten los niños durante esta etapa. Entonces, para sintetizar, ¿cuándo decimos efectivamente que un niño controla esfínteres?
-Controla esfínteres cuando tiene el registro de las ganas previas de hacer pis o caca y la capacidad retentiva de ir a hacer pis o caca donde él decida, un inodoro con reductor, una pelela, lo que sea. Y no hay que apurarlos, porque es un hábito que tarda en ser incorporado. Hay un montón de escenarios en donde el niño todavía no ensayó ni una vez. Cuando esto ocurre, esperemos unos meses más y, cuando ya pasó por varios contextos durante seis meses, más o menos, ya está listo.