Estudios confirman que el pelo transmite información del medioambiente al cerebro y eso podría estar relacionado con el deseo de querer modificarlo
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Una ruptura amorosa, el cierre de una etapa, la distancia con un amigo o un familiar o incluso el deseo de modificar varios aspectos de la vida de uno. ¿Qué tienen en común todas estas vivencias? Que en su mayoría, cuando las personas atraviesan este tipo de situaciones deciden modificar su pelo: desde cortarlo hasta teñirlo, raparlo o hacer un cambio drástico.
Las experiencias angustiosas o los momentos de crisis son en general recurrentes para animarse a un “cambio de look”.
La experiencia en primera persona de quienes avanzan en un cambio de look casi compulsivo, además de cumplir un deseo concreto, buscan poder tomar el control inmediato de algún aspecto de su vida. En situaciones concretas, suelen darse cuando la persona se sorprendió con alguna noticia que le generó cierta inseguridad e incertidumbre como por ejemplo que su pareja lo deje de un día para el otro.
Según la psicóloga Sol Buscio, estos cambios inesperados son una manera simbólica de marcar un antes y un después frente a una determinada situación: “es una manera de dejar algo atrás y pasar a mirar hacia delante o redirigir el rumbo de la vida”, explica. También hay casos en los que la persona busca realizarse un mimo como una forma de autocuidarse con alguna decisión que le genere bienestar o una sensación agradable.
“Una vez vino una joven con una cabellera hermosa y rulos bien definidos que quería realizarse un alisado”, relata la estilista Lourdes Chareun, que como primera reacción optó por una charla con su clienta y dilatar la decisión. “Le dije que lo pensara mejor porque capaz tenía que ver con un impulso que la provocaba a hacerse algo irreversible en el pelo. Al mes volvió y me dijo que me agradecía la charla y que la decisión de no avanzar había sido acertada porque se encontraba en un momento especial en plena separación de su marido”, recuerda.
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Ahora bien, uno de los dilemas que se plantean es porque es el cabello en general el foco de este tipo de “necesidad” compulsiva de cambio. La respuesta es que el cabello es una parte importante de la identidad de uno, no solo por una cuestión de apariencias sino porque refleja en muchos casos los estados emocionales de las persona. De hecho, en muchos casos se utiliza como símbolo de reivindicación o para expresar rebeldía.
Sin ir más lejos, una investigación realizada por el Centro Nacional de Información sobre Biotecnología de los Estados Unidos comprobó que el pelo es una extensión del sistema nervioso, que mediante sus “nervios exteriorizados” transmite una enorme cantidad de información al cerebro, al sistema límbico -conjunto de zonas del cerebro encargados de regular las emociones- y al neocórtex o neocorteza -la estructura más “humana” del sistema nervioso-. Así como también transmite energía electromagnética hacia el medio ambiente. Esto se ha demostrado mediante las capturas fotográficas Kirliam -una colección de técnicas fotográficas utilizadas para capturar el fenómeno de las descargas coronales eléctricas- que fueron tomadas antes y después del corte de pelo.
En otras palabras, ese hallazgo comprueba que las células capilares guardan energía y recuerdos pasados, un fenómeno que podría estar relacionado con el deseo de modificar el pelo como una manera de erradicar esas partes de la vida que uno quiere “borrar de su mente” o simplemente sintonizar una energía nueva.
Por otra parte, un estudio realizado en secreto durante la Guerra de Vietnam comprobó cómo los hombres nativos de los Estados Unidos que habían sido seleccionados para luchar en la guerra, perdían sus altas capacidades perceptivas a la hora de advertir situaciones de peligro o de ubicarse mejor en el terreno tras ser sometidos a un corte de pelo militar. Estos hombres nativos alegaban ya no “sentir” al enemigo, ni poder acceder a su “sexto sentido” sin su larga cabellera. Los estudiosos del tema advirtieron que esto se debía a que cuando se corta el pelo, se altera el envío y emisión de transmisiones desde y al medio ambiente y se produce un “bloqueo de información”.
Ahora bien, retomando el tema de la relación que hay entre el deseo de cambio la cabellera y los momentos de crisis, ya la legendaria Coco Chanel decía: “cuando una mujer corta su cabello es porque está por cambiar su vida.” Y ella misma fue fiel representante de esta frase, Chanel solía cambiar mucho su pelo en la adolescencia hasta que dio con su icónica melena corta con ondulaciones que mantuvo por el resto de su vida ya que era el estilo que según ella, “mejor la representaba”.
“En general estas crisis o deseos de cambio ocurren en la adolescencia y hasta los 30 o 40 años, etapas de la vida en las que las personas suelen tener la necesidad de un cambio radical”, explica Buscio.
“Coincido con que cuando las personas se divorcian, se mudan, cambian de trabajo o por muchísimas otras razones, acompañan estos procesos con un cambio de cabello”, enfatiza Lourdes Chareun.
Para finalizar, la especialista aconseja atravesar las crisis “como se pueda y con los recursos que uno tenga”: reflexionando sobre uno mismo, sobre aciertos, desaciertos, aprendizajes y buscar volver a conectar con mi deseo. “A veces se necesita dejar ir todo lo que conecta con esa etapa pasada para simbólicamente cerrar y empezar a mirar hacia delante”, concluye.
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