Sobre el golfo de México, en el oeste de Florida, este balneario cultiva un perfil bajo, pero sorprende con arenas finas y un mar tranquilo, cayos, atardeceres únicos, colecciones de arte y mansiones impactantes
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Hay tanto para hacer, ver y disfrutar en Miami que muchos viajeros no le dan ninguna oportunidad a los demás destinos costeros de la Florida. Sin embargo, se llevarían gratas sorpresas, empezando por Sarasota, del otro lado de la península, sobre la costa del golfo de México.
Quienes la conocen bien la llaman la “cara tranquila de la Florida”. Pero tranquilidad está muy lejos de implicar aburrimiento: en realidad es un balneario que optó por un lujo discreto y, salvando las distancias, devino en una especie de Costa Azul versión norteamericana. En Sarasota se cuidan los detalles, por muy mínimos que sean: como en el caso de las Fairy Doors, esas minúsculas puertas de hadas escondidas en los zócalos de algunas fachadas del centro, que se transformaron en un juego, una caminata de descubrimiento que hacen los visitantes más soñadores.
Para llegar a Sarasota hay que cruzar toda la Florida, coast to coast. Es un viaje de algunas horas a través de la inmensa región de los Everglades, pantanos o esteros poblados de aligátores, tortugas y serpientes. Los bosques que se ven de ambos lados de la autopista también son el refugio de las últimas poblaciones de la pantera de Florida, una subespecie de puma. Durante el viaje se puede dejar la ruta para ingresar en pequeñas localidades que parecen salidas de aquellas películas ambientadas en un país rural donde no pasa nada.
A medida que la costa occidental de Florida se acerca, la naturaleza cede su lugar a unos suburbios cada vez más construidos. Los carteles de la autopista indican empalmes para bajar hacia Fort Myers y Cape Coral, dos destinos populares de fin de semana entre la gente que vive en Miami y su gigantesca aglomeración. El mar del golfo de México es mucho más manso que el Atlántico, y es lo que para muchos hace la diferencia.
Sarasota es uno de los balnearios de esa parte de la Florida. Queda al sur de la bahía de Tampa y sus vecinos se llaman Bradenton, Venice u Osprey. Esa parte del litoral, muy bajo, es un intrincado laberinto de islas, islotes, brazos de mar y bahías, y nunca se llega a saber dónde termina el continente y dónde empieza un cayo entre un puente y el siguiente. La naturaleza duplicó así la cantidad de opciones de playa para pasar un día al borde del agua.
Un buen punto de partida para conocer Sarasota, un destino de cultura, compras, comida, deportes, arte y sobre todo sol y playa –que no deja de ser nuevo para muchos– es la gigantesca escultura Unconditional Surrender, en el Bayfront Park, un parque ubicado frente a la costa. Más precisamente a pasos del puerto de yates.
Ese beso del monumento puede ser interpretado como un adiós o como un reencuentro. Se trata de una escena que parece inocente y romántica al mismo tiempo, un lugar ideal para saludar o despedir a quienes están de paso por Sarasota, en camino hacia las fabulosas playas de St. Pete y Clearwater, que se encuentran a solo una hora por la autopista. En realidad, la estatua tiene todo un pasado: reproduce la pareja protagonista de una famosa foto de 1945 tomada en una calle de Manhattan, durante las celebraciones por la victoria de Estados Unidos sobre Japón.
El artista Seward Johnson reprodujo el soldado y la enfermera de la famosa imagen a un tamaño considerable, en la misma posición que en la foto. Hizo varias réplicas que fueron instaladas, duradera o temporariamente, en lugares tan disimiles como Nueva York, San Diego, la Normandía francesa o Pearl Harbor. Pero fue en Sarasota donde logró convertirse en una atracción importante, en parte por una serie de incidentes, actos militantes, manifestaciones y pintadas. En la era #metoo, esa escena no permite olvidar que la enfermera afirmó, luego de la foto, que el beso no fue consentido, sino más bien forzado. Y el tamaño de la escultura (7,5 metros de altura) solo lo pone más en evidencia.
Mecenas y autos de colección
Aunque sea conocida por sus playas, sus cayos, sus marinas y sus paseos costeros, Sarasota es más que un mero balneario. Se destaca por su refinamiento y su gusto por las artes y fue el lugar elegido por mecenas y coleccionistas. No se sabe si todos hubieran apreciado el arte pop de Seward Johnson, pero lo cierto es que varios dejaron una impronta más atractiva. Gracias a ellos, Sarasota es esa ciudad de aspiraciones europeas que supo adaptar algunos toques de Costa Azul sobre un inconfundible semblante bien norteamericano. Su prolijo centro, que brilla bajo el eterno sol de la Florida, aspira a ser una capital cultural gracias a sus museos, las colecciones de arte, las librerías y las tiendas de creadores y diseñadores.
La institución más conocida y más visitada es el Museo de Arte John and Mable Ringling. ¿Quién se acuerda de los hermanos Ringling? Nacieron en el seno de una familia de inmigrantes franco-alemanes e hicieron fortuna –la mayor del país en su tiempo– a fines del siglo XIX: fueron los zares del divertimento más popular de su época, el circo. Sus carpas recorrían Estados Unidos de una punta a la otra, para proveer risas y sueños a millones de espectadores. John y su esposa invirtieron parte de su colosal fortuna en una increíble colección de arte europeo, con un gran interés por el periodo barroco. Ese tesoro, que se puede visitar, es actualmente administrado por la Universidad Estatal de Florida.
El magnate del circo fue al mismo tiempo el mayor promotor de Sarasota, décadas antes de que llegara Walt Disney y cambiara para siempre la suerte de las zonas rurales del centro de la península. Además de su museo, dejó una impronta circense que todavía forma parte del legado de Sarasota, donde se organizan incluso tours temáticos para recordar a los hermanos Ringling y sus artes. Durante los paseos se puede conocer la Ca’d’Zan, que en dialecto véneto podría traducirse como la Casa de Giovanni (John en este caso). Fue la residencia de los dos mecenas, un monumento histórico que forma parte de aquellas extravagantes mansiones que se hacían construir quienes habrían logrado, realmente, hacer la América.
Como en Europa
La Ca’d’Zan, con sus 56 habitaciones y su fachada de palacio veneciano, fue famosa desde el momento mismo de su inauguración, hace un siglo, y recibió los honores de la revista Country Life al poco tiempo de quedar terminada. Causa y efecto: en el mismo gran predio hay un museo dedicado al circo. Y hasta hace unos meses, del otro lado de la calle estaba el Museo de Autos Clásicos de Sarasota. Cerró temporalmente para reabrir en breve en una nueva ubicación que pondrá mejor en valor una de las colecciones más admirables de vehículos de todas las épocas. Vale la pena estar atento al dato de su reubicación para intentar visitarlo y descubrir, entre otras joyas, el Roadster Mercedes de John Lennon, que forma parte de la colección.
Para quienes quieran comparar lo que no es comparable, Sarasota puede verse como una pequeña Miami. Es cierto que comparten el mismo combo arte-malls-playas-gastronomía. Pero los que eligen Sarasota están convencidos de jugar en una categoría que, si no es superior, es bien diferente. ¿Dónde, si no, se podría ir con tanta desenvoltura de la terraza de un café de autor o de instituciones como la Biblioteca Selby, el Van Wezel Performing Arts Center, el Jardín Botánico Marie Selby, la Sarasota Opera House o el Art Center hasta las islas y sus fabulosas playas de arena blanca?
Como en toda esta costa oeste de la Florida, el litoral no tiene nada que envidiarles a los habituales paraísos isleños del Caribe. Cada cayo tiene su particularidad. Es como tener un menú de playas entre las manos: Siesta Key para un día bien activo bajo el sol; Turtle Key para convertirse en un Robinson; Lido Key para vivir la vida loca (sobre todo por la noche); o Siesta Longboat Key para sentarse y esperar tener la suerte de ver llegar una tortuga marina. Un pequeño tip: los que privilegian la calidad de la arena no lo tienen que pensar. Su playa favorita debe ser la de Siesta Key, blanca y brillosa bajo el sol, porque está compuesta por minúsculos cristales de cuarzo que se deslizan como agua entre los dedos.
En los cayos las jornadas transcurren bajo la marca de una tonalidad muy argentina: los dos colores que predominan son el celeste del cielo y del agua transparente, y el blanco de las arenas de las playas. El Caribe se luce en su máximo esplendor, similar a tantos otros lados de la región, pero con el respaldo de uno de los centros urbanos más sofisticados del sur de Estados Unidos.
Orgullosa de su aspecto europeo, Sarasota es una ciudad que se puede caminar, a diferencia de tantas otras en el gran país del norte. Las boutiques y las terrazas de los cafés se suceden a lo largo de Main Street y lo mismo ocurre en Palm Avenue y otras calles cercanas a la marina y el Bayfront Park.
Sarasota tiene todavía mucho para mostrar, como sus centros comerciales (en Elleton hay una sucursal de los famosos Premium Outlets) o sus restaurantes y aposentos frente al mar, donde se disfruta de puestas de sol que parecen haber sido diseñadas con la misma maestría con que preparaban sus shows los hermanos Ringling.
Datos útiles
Qué hacer en dos días
- Desayunar en el centro y buscar algunas de las puertitas de hadas (como las de la Iglesia Santa Marta, a pasos de Main Street y sus cafés y pâtisseries). No se sabe cuántas puertitas hay, pero son varias y se encuentran en los lugares menos pensados. Son pequeños adornos de apenas unos centímetros de altura, todas diferentes en su forma y su diseño. Su búsqueda se ha convertido en un juego para muchos visitantes, grandes y chicos.
- Pasar una tarde en Siesta Key y comprobar que su arena es una de las más extraordinariamente finas.
- Visitar el Mote Marine Laboratory & Aquarium, un acuario muy interesante en Lido Key.
- Pasar por el Ringling Museum, ver la mansión Ca’ d’Zan, los jardines y el museo del circo.
- Disfrutar de una puesta de sol desde Bayfront Park.
- Hacer algunas compras en Ellenton o en las casas de antigüedades de Main Street.
- Almorzar en Yoder’s, el restaurante más famoso de la comunidad amish y menonita instalada en el barrio de Pinecraft.
- Fotografiar flamencos en los Sarasota Jungle Gardens.
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