La salud emocional es una vivencia dinámica, que no se define por un estado, sino por el modo en que cada quien es capaz de tolerar tensiones internas y atravesar conflictos
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¿Es cierto que las mujeres son “más sensibles” que los hombres? ¿Están en contacto con sus emociones de un modo más profundo? La lista de interrogantes respecto de las diferencias entre géneros es extensa, pero siempre llega cargada de prejuicios arraigados que se vuelven obsoletos en una sociedad cada vez más informada.
En principio, la salud emocional es una vivencia dinámica, que no se define por un estado, sino por el modo en que cada quien es capaz de tolerar tensiones internas y atravesar conflictos. “No hay emoción que sea positiva o negativa por sí misma, sino que la salud está en la relación armónica que cada una pueda establecer con las demás”, advierte Luciano Lutereau, Psicoanalista, Doctor en Filosofía y Doctor en Psicología (UBA).
Por eso, explica que ser una persona estable emocionalmente no significa calcular las emociones sino poder transitar la inestabilidad en busca de un equilibrio móvil. Además, agrega que estigmatizarlas conduce habitualmente a que no conozcamos o reprimamos algunas de ellas, lo cual actúa en perjuicio propio.
La diferencia de género
El prejuicio de que las mujeres son “más sensibles” o “emocionales” que los varones sigue vigente y es moneda corriente en varios ámbitos de nuestras vidas. Por eso, Lutereau se expresó en relación a esta premisa instalada en el imaginario colectivo, para dar cuenta de cómo se desarrolló.
“Esto se explica a partir de que la masculinidad tradicional estuvo siempre más proyectada en la acción, y tiende a la hiperactividad y la negación de los afectos como instancia de reflexividad”, dijo el profesional, y advirtió sobre el riesgo al que se someten quienes no aceptan sus emociones: “Por lo general tienen una tendencia a ser reactivos –es decir, huyen de lo que sienten– y así se fijan en patrones emocionales rígidos. El caso más común de emoción reactiva es la ansiedad”.
Lo cierto es que la individualidad es uno de los factores que más peso tiene en la salud integral. Ninguna persona puede compararse con otra, cada uno ha crecido bajo diferentes circunstancias, ha tenido diferentes condiciones físicas y biológicas y, sobre todo, oportunidades. Por tanto, las emociones no tienen género.
Sin embargo, las percepciones o el permiso que nos damos para conectarnos con ellas sí puede ser influenciada por el género, pero que esto tiene que ver con una educación de género ya instaurada.
“Definitivamente hay una cultura ‘de varones’ que luego transmiten a los niños, especialmente en el deporte, que trata de evitar cualquier tipo de vulnerabilidad o debilidad. Hay tanta presión involucrada que hace que no se sientan cómodos hablando de su bienestar mental y emocional”, expresó Adam Burgess, Innovate Team Leader de Coaches Across Continents, una ONG que recibe el apoyo de Disney en sus iniciativas dirigidas a mejorar la calidad de vida de jóvenes de bajos recursos a través del deporte en México, Brasil, Argentina, Chile y Colombia.
Respecto de los informes de los programas que realizan, Burgess menciona que se intenta que los varones se involucren no solo en jugar un deporte como fútbol o baloncesto, sino que también adquieran herramientas acerca de temáticas sobre el bienestar mental y la alimentación saludable. Gracias al trabajo que realizan, logran que se abran a este tipo de discusiones.
Deconstruir ideas arraigadas toma tiempo y requiere de información. Lo cierto es que nuestro género no define nuestro grado de sensibilidad, pero sí lo hace el contexto que nos rodea y los estímulos que se reciben desde edades tempranas. Atender nuestras emociones nos permite tener una calidad de vida óptima y reprimirlas solo nos conduce hacia un camino que atenta contra nuestra salud, tanto física como mental. Nuestro bienestar emocional y psíquico incluye nuestro pensar, sentir y actuar.
“La salud integral es nuestra principal condición del desarrollo humano y es fundamental cuidarla, conservarla y potenciarla. Somos seres biopsicosociales, y nuestra salud se ve influenciada por nuestro estilo de vida, entorno y ambiente en el que vivimos. Nuestras costumbres, cultura y hábitos que practiquemos van a repercutir directamente en nuestro bienestar”, concluyó Yasmin Claros, Médica Especialista en Medicina del Trabajo para Disney (MN 140677).