Las reuniones familiares, el trazado de metas y las compras de último minuto pueden desencadenar respuestas emocionales muchas veces no deseadas; especialistas en el área de la psiquiatría comparten sus recomendaciones para sobrellevar esta época del año con serenidad y expectativas realistas
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Llegan las fiestas -Navidad y Año Nuevo- y para muchos esto puede generar situaciones de angustia, inquietud o agobio por tener que enfrentarse a expectativas propias, sociales y laborales. La presión por cumplir con objetivos o resoluciones, las reuniones familiares o la necesidad de “celebrar” pueden ser fuentes comunes de ansiedad e incluso estrés. LA NACION dialogó con tres expertos en el área de la psiquiatría, quienes enumeraron sus recomendaciones para sobrellevar esta época con expectativas realistas, más serenidad y menos comparaciones, en medio de las exigencias y reflexiones propias del cierre del 2024.
José Eduardo Abadi, reconocido psiquiatra, psicoanalista y escritor, hizo énfasis en los siguientes puntos:
- Aceptar que el mundo no cambia de manera mágica: Estas fechas son profundamente simbólicas. ¿Qué significa? que el 31 de diciembre da paso al 1° de enero, y no por ser un cambio de año las cosas se transforman de manera mágica. Es primordial aprovechar entonces el momento para hacer reflexiones que habitualmente postergamos. Es común que nos olvidemos de nosotros mismos, atrapados en exigencias externas. Año Nuevo puede ser una oportunidad para reencontrarnos con nuestra propia intimidad. Las angustias por lo que no logramos y los reproches internos son naturales, pero no deberían ser protagonistas. La serenidad se convierte en una meta valiosa. Es útil aprender a priorizar: dejar las preocupaciones para otro momento. No hay que esperar una transformación mágica. Es mejor enfocarse en valorar los vínculos cercanos y procurar disfrutar con ellos de manera genuina.
- Reemplazar la sobreexigencia por la autoexigencia: la autoexigencia es bienvenida y la sobreexigencia se convierte en nuestra enemiga. Debemos poder identificar cuándo esta última se apodera de nosotros. Muchas veces, el problema no está afuera, sino en nuestra forma de mirarnos a nosotros mismos. Es importante reconocer y aceptar que no todo es posible -más en un cambio de año- y que está bien no cumplir con cada meta propuesta. La autocompasión nos hace avanzar.
- Los momentos felices pasan y los problemas también: es fundamental trabajar en lo positivo en estas fiestas, incluso cuando uno tenga la percepción de que todo es malo. Un ejercicio útil es escribir una lista con lo bueno y lo malo. Es probable que descubramos que lo positivo abunda. Con frecuencia, nos enfocamos en las personas conflictivas, ignorando a quienes nos acompañan con buena intención. Hay que tener presente: así como los momentos felices pasan, los problemas también.
- Comprender que las metas pueden cumplirse de manera imperfecta: soñar es esencial, pero es igualmente importante mantener un horizonte claro. La vida no se reduce a alcanzar metas; la verdadera meta es transitar la vida con propósito y plenitud. Fijarse objetivos demasiado ambiciosos puede llevar al desaliento. Es clave encontrar un equilibrio entre emoción y razón. Las metas pueden cumplirse de manera imperfecta, porque tanto nosotros como el mundo somos imperfectos.
- Entender que las redes no reflejan la realidad: las redes sociales imponen mandatos: qué deberíamos tener, cómo deberíamos lucir, o cómo deberían ser nuestras experiencias. Sin darnos cuenta, comenzamos a medirnos con estándares ajenos, lo que puede generar sentimientos de insuficiencia o envidia. Es importante recordar que lo que se muestra en redes no siempre refleja la realidad. Muchos suelen hacer alarde en épocas de celebración. Pero en lugar de centrarse uno en otros, la energía debe estar puesta en compartir con los cercanos, cultivar la sabiduría de valorar quiénes somos y lo que tenemos. Esa mirada interna es la que importa.
- Tolerarse a uno mismo: es imprescindible practicar la tolerancia con uno mismo en estas fechas, algo muy distinto a “soportarnos”. Aprender a pedir ayuda es un acto de humildad y fortaleza. Pedir no te hace menos; al contrario, te conecta con los demás y les da un lugar significativo en tu vida. La soledad no siempre es una elección, pero el aislamiento sí puede evitarse. Uno tiene que permitirse compartir, recibir apoyo y encontrar en los otros un espejo que nos ayude a entendernos.
En tanto, Miguel Espeche, psicólogo y psicoterapeuta especialista en vínculos, resumió sus consejos en otros seis ítems:
- Aprender a sobrellevar las “tormentas emocionales”: no hay que tomarse las festividades en términos de responsabilidad y deuda. Hay que generar en lo posible reuniones que sean significativas y no solo obligaciones. Las fiestas son una “tormenta emocional”, que se encubren con consumo de objetos, compras y comidas, pero también pueden verse como una radiografía de nuestra vida emocional, de cómo está constituido nuestro muro de relaciones. Son movilizantes a nivel emocional, incluso para aquellos que dicen odiar las fiestas. Hay que dejar de ver a las fiestas como una obligación u objetivo a cumplir. Hay que ver en qué medida uno desea estar donde está, más allá de que ese deseo no tenga que ver con pasarlo súper bien, si no con querer tener una fiestas mínimamente buenas. Con apuntar a eso, uno puede bajar tranquilamente las exigencias de las fiestas.
- Pensar en nuestros deseos y no en objetivos: La mejor manera de recibir al año es no proponerse objetivos. Esto genera una sensación de una enorme presión. Uno está en duda en relación a los objetivos. Lo mejor que uno puede hacer es ver al año que viene como un espacio fecundo para sembrar semillas y desplegar lo que uno ya tiene en términos de deseos. Que los logros vengan por añadidura. Que sea un espacio que ofrezca oportunidades de desarrollo, pero no para alcanzar objetivos concretos. Es un buen momento para tirar por la borda los objetivos y centrarse más bien en los deseos que uno tiene. De esa manera, el año que viene es un año amigo y no un enemigo y/o exigente.
- Aceptar que amamos a gente insufrible: Las discusiones y peleas se condensan en estas fechas, están ya en el ambiente. La idea sería tener conciencia de esas peleas y ver si no puede manejarlo para no pasar una mala noche. Es imprescindible ir armando los encuentros con un diseño lo más adecuado posible a la naturaleza de nuestra comodidad, con nuestros afectos más profundos. Tampoco está mal que, dentro de un tono civilizado, se puedan explicitar algunos conflictos y que las fiestas puedan ser un lugar para la conversación, para blanquear dificultades. Todo se vive de una mejor manera si uno recuerda que las fiestas son para honrar todo eso que nos une. Más que nada la Navidad, que es una fiesta de amor y que nos demuestra que a veces uno quiere a gente insufrible. No hay que lamentarse por las personas que no están a nuestro lado, sino valorar tengamos a quien tengamos a nuestro lado.
- Dejar la “comparación competitiva” detrás: Si uno elige ser un comparador competitivo, sufrirá las consecuencias. Todos sabemos que las redes sociales son una edición de la realidad, y no todo es tan glamoroso como lo muestran estas plataformas. Pero sí uno, aún sabiendo eso, se dedica a comparar y sufrir en esa equiparación, la solución es dejar de comparar y honrar el espacio en el que uno está, con los defectos y las virtudes que le competen. No se ama solo lo perfecto, se ama lo que es. Si nuestra vida es imperfecta, también se le debe ofrecer amor y dignidad. Y si otros viven en el Olimpo, allá ellos.
- Mirar con generosidad: todas las prácticas que podamos llegar a implementar para lidiar con esta época del año tienen que partir desde una generosidad en la mirada. No competir con el año, sino amigarse con lo que pasó y mantener esa misma actitud también para el año entrante. Hay que verlo como un terreno fértil para cumplir nuestras vocaciones y no ir directo a la permanente conflictividad en relación a nuestra vida y nuestro ser.
Finalmente, para Elsa Costanzo, jefa del Servicio de Psiquiatría de Fleni, estos son los puntos a tener en cuenta:
- Aceptar lo que no se ha logrado: el final del año es un buen momento para reflexionar sobre lo que hemos vivido, sin juzgar por lo que no se alcanzó. Las metas pueden haberse transformado y cambiado las prioridades. La autocompasión es clave.
- Expectativas realistas: las festividades no tienen que ser perfectas. Aceptar que no todas las cosas saldrán según lo planeado puede aliviar la presión. La perfección no es el objetivo, sino disfrutar del momento y compartir en armonía.
- Desconectar y priorizar el autocuidado: en un entorno lleno de actividad y compromisos es importante encontrar espacios de descanso para uno mismo. Practicar la meditación, leer un buen libro, tomar un baño relajante o simplemente descansar sin preocupaciones.
- Evitar compararse con otros: las redes sociales, especialmente al final del año, están llenas de imágenes de “momentos perfectos”. No caer en la trampa de comparase con lo que otros parecen estar haciendo. Cada persona tiene su propio ritmo y proceso.
- Practicar mindfulness: las técnicas de respiración profunda o la práctica de mindfulness pueden ser muy útiles para reducir la ansiedad en momentos de estrés. Tomar unos minutos para estar presente y conectar con el momento puede ayudar a liberar tensiones.
- Fomentar relaciones saludables: en caso de sentir ansiedad en reuniones familiares o sociales, es importante buscar rodearse de personas que aporten bienestar. Si no es posible, procurar establecer límites claros para proteger la paz mental.
- Conectar con la gratitud: hacer una lista de lo que se agradece del año puede ayudar a cerrar el ciclo con una actitud positiva. La gratitud disminuye la ansiedad y permite ver lo que se ha vivido de una manera más equilibrada.
- Aceptar la imperfección: finalizar el año con la intención de cuidar el bienestar emocional y aceptar la imperfección.