Gran Bretaña y Japón tienen ministerios de la soledad; en la Argentina las iniciativas son aisladas, genera más riesgos de enfermedades físicas y emocionales
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CÓRDOBA.- Una cadena de supermercados extendió en Holanda y Bélgica la modalidad de “cajas lentas” cuyo objetivo es, ni más ni menos, que ayudar a que los solos no se sientan tan solos. El cajero le dedica algo más de su tiempo conversando. La “percepción de soledad” -no necesariamente el que está solo se siente así- es un mal de esta época que genera problemas de salud físicos y emocionales. Dos países en el mundo tienen ya un Ministerio de la Soledad, el Reino Unido y Japón. En la Argentina, todavía no hay iniciativas generalizadas para ayudar a los afectados.
Según un estudio del BID, la Argentina es uno de los países con población más envejecida en América Latina y el Caribe: la población de 60 años y más es del 15,7% del total al 2020, unos 7,1 millones de personas. Diferentes reportes estiman que de ese total, alrededor de 1,6 millones viven solos, especialmente en las ciudades más grandes.
La pandemia del Covid-19 y los aislamientos agudizaron los problemas que ya existían y que son más evidentes en las personas mayores, aunque no sean el único grupo afectado. Las filas en los bancos para cobrar haberes que podrían gestionarse de manera virtual, ir a hacer compras que podrían recibirse en la casa o llegar con mucha anticipación a una cita médica son formas a las que los adultos mayores suelen echar mano para encontrarse con gente.
Carlos Presman, médico especializado en gerontología, cuenta a LA NACION que ya existe la “clínica de la soledad”, que se refiere a cómo la “percepción de la soledad” genera daños psico físicos. Ya es un problema de salud pública. “Uno tiene vida porque tiene biología pero tiene existencia porque necesita del otro y los otros de uno; sin esa dinámica se deja de existir”, resume.
Comenta que en su consultorio las frases que más escucha son “no tengo miedo a morirme; no quiero ser una carga para mi familia; no quiero sufrir” y advierte que las sensaciones de soledad y miedo son ejes de estudios científicos que evidencian que derivan en trastornos de tristeza y depresión. Esas son las enfermedades que se proyectan como las prevalentes -más frecuentes- de los próximos años.
“Las ciudades son grandes fábricas de solos -añade Presman-. Los centros para adultos mayores son hoy lo que eran las veredas antes; el lugar donde conversar, donde intercambiar. Por eso los mayores no quieren que les saquen la posibilidad de ir a misa, al banco, a la farmacia…son los lugares donde comparten con otros”.
En el 2021 la Organización Mundial de la Salud (OMS) aseguró que entre 20% y 34% de las personas mayores en China, Europa, América Latina y Estados Unidos se sienten solas.
Mario Boskis, cardiólogo, miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología, repasa ante este medio que hay estudios científicos en grandes grupos que revelan una “asociación” entre la soledad autopercibida y enfermedades: aumenta 30% la incidencia de infartos agudos de miorcardio, accidentes cerebrovasculares y muertes prematuras.
“Se está investigando la causa, no está definida la razón -subraya-. Hay teorías, como que quienes viven solos y sufren esa situación no se cuidan tanto en factores de riesgo como sedentarismo, alimentación, consumo de tabaco y alcohol e insomnio.
El estrés crónico genera mayor liberación de cortisol que sube la presión arterial, vuelve la sangre más espesa…todo es mayor riesgo, son mecanismos vinculados a la posibilidad de una enfermedad cardiovascular”. Incluso menciona que en casos de muertes de cónyuges, los problemas crecen. “Se habla del efecto protector del cónyuge, el cuidarse más”, sintetiza.
La soledad que se sufre se suele asociar también con el deterioro de la salud mental. Los expertos aclaran que no es que genere demencia, pero sí puede acelerar los síntomas; conversar, interactuar, “usar la cabeza”, ralentiza los problemas.
“Tener un proyecto de vida alarga la vida”, apunta Presman en relación a que quienes tienen un porqué, un para qué están siempre dispuestos a cuidarse más, quieren recuperarse y estar bien. El aislamiento social empuja hacia un círculo vicioso, más soledad no querida, menos actividades, menos contención psicosocial.
Dinámica de ida y vuelta
El neurocientífico Mariano Sigman, autor de “El poder de las palabras”, dijo a “Libertad digital” “la soledad es, hoy, muy difícil de reconocer” ya que “estamos todo el tiempo acompañados, pero con compañía de chatarra. Puedes estar en un concierto con 6.000 personas, pero puedes estar solo. Puedes tener un millón de seguidores en las redes, y estar profundamente solo. No estar solo significa tener alguien con quien puedes hablar de verdad. Por eso, la soledad y la conversación se encuentran tanto”.
El filósofo y divulgador David Pastor Vico plantea a LA NACION que la soledad es el “precio” que “pagamos por nuestro modo de vida”. Sostiene que se educa para los logros individuales, para el éxito, para elegir las carreras con mejores posibilidades y “menos para los proyectos con entorno familiar, con un grupo”.
“Lo que nos hace humanos es confiar los unos en los otros -repasa-. Hace años los chicos se juntaban con los del barrio, los de la cuadra; los grandes se reunían en la calle; los vecinos compartían. Ahora, cuando los hijos se van empieza lo de ‘la casa me quedó grande’ y se mudan y se desarraigan del sitio donde todos los conocen, los de las tiendas, los del banco”.
Pastor Vico subraya que hay un “valor fundamental que tiene la socialización diaria” y que, cuando no existe, deviene una “debacle emocional”. Ironiza con que los médicos aconsejan a los mayores caminar, andar al menos 30 minutos al día: “Ningún ser humano anda gratuitamente, se requiere una motivación; los humanos nos desarrollamos siempre en un entorno social. La soledad no buscada es una condena, es similar a la que vive un preso aislado”.
En las personas mayores -mucho más que en los jóvenes- la percepción de la soledad está influida por factores que van desde la limitación de la autonomía física a la crisis de la pérdida de vínculos sociales a los que se refiere Pastor Vico. Hay una ruptura con el estilo de vida que llevaban y la sensación de que ya no son “útiles” al resto.
El psicólogo Alexis Alderete, sostiene que hay una dinámica “de ida y vuelta, bidereccional” donde hay quienes no tienen las habilidades sociales para contactarse, para interactuar y, en ese contexto, perciben que ya no se los quiere. Y, por el otro lado, la necesidad de que la sociedad “aprenda a valorar a todos en la edad y capacidades que tienen. Hace falta una reflexión, un repensar qué se puede hacer para que la soledad se sufra menos”.
Por ejemplo, en Canadá se puso en marcha el programa Hey Neighbour! Collective, que trabaja sobre lo que deben ser las ciudades para contribuir a fortalecer los vínculos, busca construir “comunidades más conectadas y resilientes y combatir la soledad y el aislamiento como problemas sociales crecientes”.