Ejercitar el silencio es una de las claves para lograr un contacto profundo con nuestra espiritualidad
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Se habla mucho del tema y está tan “de moda” estar en contacto con nuestra espiritualidad que a veces parece que no se la toma en serio. Pero la espiritualidad debería ser una dimensión más de nuestra vida. Así como tenemos una biológica o social.
El yogui indio Sadhguru suele decir que la espiritualidad no tiene nada que ver con el ambiente en el que vivamos, sino con el que creamos dentro de nosotros. En este sentido, me gusta la idea de las tres R que debemos seguir en la vida: respeto a uno mismo, respeto a los otros y responsabilidad sobre nuestras acciones. Sobre esta base podemos tener una conciencia clara y calma. No en vano no hablar mal de nadie es la mejor forma de hablar bien de uno…
En este camino, cuando estamos nerviosos, enojados y de un ánimo oscuro, lo mejor que podemos hacer es practicar el silencio. Porque callar nos permite escuchar. Nos lleva a un espacio de encuentro con nosotros mismos en el que podemos entender mejor qué nos pasa y de dónde proviene nuestro malestar.
El silencio tiene múltiples beneficios. Disminuye el estrés, mejora el sueño, aumenta la creatividad y el aprendizaje, porque permite pensar y reflexionar, aprovechando emociones e ideas que de otra forma no podríamos distinguir. Incluso beneficia la química del cerebro: según un estudio, dos horas de silencio podrían crear nuevas células en la región del hipocampo, ese espacio vital relacionado con el aprendizaje, la memoria y las emociones.
¿Y cómo se practica el silencio? Actividades cotidianas como dar un paseo, permanecer en la cama unos minutos más luego de despertarnos o realizar algunos ejercicios de respiración después del entrenamiento pueden ser buenos métodos. Aunque la reina de estas técnicas es sin duda la meditación. Y por sobre todas las cosas, el silencio empieza por apagar los dispositivos electrónicos.
Todas estas son prácticas que, si se llevan a cabo con constancia y perseverancia, pueden llevar al crecimiento espiritual y a la transformación, del mismo modo que el ejercicio constante puede traer fuerza y salud.
Puede comenzarse con cinco minutos de silencio al día e ir alargando esos momentos. Se trata de aprender a disfrutar de nuestra propia compañía y de prestarle atención a la voz de nuestra conciencia. Como decía el filósofo chino Lao-Tsé, “el que conoce a los demás es sabio; el que se conoce a sí mismo está iluminado”.