El baño de bosque, que surgió en Japón en los 80, propone caminar entre árboles a paso lento, para desconectarse; los expertos aseguran que tiene poderes benéficos sobre el organismo
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A Marianela Ducca, una psicóloga porteña de 46 años, no le faltaba nada. Tenía una carrera consolidada en el mundo de la salud y una pareja estable. Sin embargo, durante la pandemia sintió que algo no funcionaba. Luego de un proceso de búsqueda interna, descubrió que estaba abrumada de las corridas y de tener que cumplir horarios a rajatabla, incluso, que se sentía incómoda en la vida urbana. Después de varias idas y vueltas pensando en soluciones para mejorar su bienestar, decidió bajar un cambio y arrancar de cero mudándose a la naturaleza.
El destino elegido fue Rodeo de Piedra, un pequeño pueblito de montaña, rústico, a tres horas de Córdoba Capital. Allí vive en una casa a 2056 metros de altura sobre el nivel del mar, totalmente ecológica y sustentable rodeada de árboles: moradillos, chañares, espinillos, molles, algarrobos, quebracho blancos y talas.
Desde allá continúa con algunas de las labores que hacía en Buenos Aires como atender pacientes online. Además, como parte de su rutina, cuenta que todas las mañanas, con café en mano, sale a dar un paseo por la naturaleza. Realiza una caminata tranquila, de introspección de al menos media hora para conectar con su esencia y tomar consciencia del entorno en el que está inmersa. A veces también se sienta contra el tronco de algún árbol y contempla a su alrededor.
Esta necesidad de zambullirse en la naturaleza para cambiar de aire y relajarse, dice Marcos Apud, psicólogo y wellness coach, es un fenómeno que se viene gestando con el crecimiento de las ciudades y el aumento de las responsabilidades laborales y familiares.
A Ducca, este cambio de vida y el contacto pleno con el verde, le permitió hacer un giro de 360 grados. Según comenta, el nexo pleno con la naturaleza le enseñó a adaptarse a sus ritmos, a dejar atrás la ansiedad y vivir en el presente. “Me siento con más energía”, confiesa.
Esta incipiente necesidad de la población mundial de conectarse con el verde, dio pie hace unos años al surgimiento de los baños de bosque. Un paseo lento por un entorno natural donde se desarrollan diversas actividades para “despertar los sentidos que están agobiados por el estilo de vida actual”, explica Guillermina Romera, guía certificada en baños de bosque e instructora. Hace cuatro años dejó atrás la vida en Capital y se instaló con sus dos hijos pequeños en Tandil en busca de tranquilidad. Según expresa, “vivimos estresados por la tecnología y el exceso de responsabilidades; la forma de apaciguar esto es a través del contacto con la naturaleza: volver al inicio, a lo primitivo”.
Una de las principales cualidades de la conexión con la vegetación es que “permite encontrarse con uno mismo, escucharse y alcanzar un equilibrio entre el cuerpo, la mente y el alma”, señala Apud. Este método también tiene la ventaja de que es apto para todo público: tanto chicos como adultos pueden disfrutar de una sesión de baño de bosque sin ningún tipo de inconveniente.
La historia de Marcela Azarkievich (56) es similar a la de Ducca. Hace cuatro años la necesidad de cambiar su estilo de vida y buscar un camino para sanarse luego de haber sido diagnosticada con cáncer de mama, la llevaron a toparse con la técnica de los baños de bosque. Desde Misiones, dice que este método no solo la ayudó a atravesar el problema de salud con templanza y con la capacidad de manejar sus miedos, sino que le permitió nutrirse de herramientas, las que utilizó una vez dada de alta, para poder soltar todas las situaciones dolorosas que le tocaron vivir.
Hoy, es guía de baños de bosque en su Misiones natal y asegura que su objetivo es ayudar a que la gente pueda reducir el estrés diario y vivir en el presente. “La vida sigue y hay problemas, pero una inmersión en la naturaleza nos da la chance de atravesar las situaciones adversas con otra mirada”, comenta Azarkievich.
Shinrin yoku
Una sesión de baño de bosque implica una caminata serena y distendida en medio de la naturaleza. Por lo general dura entre una hora y media y dos y se realiza con un guía certificado, que conduce la experiencia a través de una serie de actividades de reconocimiento de plantas como también de meditación y lúdicas, con los árboles como protagonistas. De todas maneras, dicen los expertos consultados, también es válido que quienes lo deseen, hagan una inmersión en el verde en solitario.
Conocida también como shinrin yoku, se trata de una práctica sencilla y terapéutica de origen japonés que surgió en 1982. Esta sociedad es conocida por su filosofía de vida basada en la simpleza y su devoción por la naturaleza. Sin embargo, al sorprenderse por los elevados niveles de estrés y ansiedad que manejaba gran parte de la población, Tomohide Akiyama, el entonces director de la Agencia de Bosques Japoneses, no tardó en diseñar esta propuesta para ayudar a las personas a combatir el malestar que tenían. Tal fue su éxito que se convirtió en tendencia global y cuenta con una larga lista de beneficios relacionados con la agenda del bienestar.
El primer punto, dice Marcos Apud, es que permite despojarse de actividades y pensamientos rumiantes y negativos, “activar los sentidos y centrarse en el momento presente”. Esta práctica, “también tiende a aumentar los niveles de felicidad y potencia la salud”, agrega el especialista.
Desde la Asociación de Naturaleza y Terapia de Bosques profundizan en que incrementa la actividad del sistema nervioso parasimpático, disminuye el estrés, estimula el descanso, regula el ritmo cardíaco, permite conservar la energía y potenciar la actividad intestinal. Además, destaca un informe de la entidad, fortalece el sistema inmune y previene el desarrollo de enfermedades.
El autoconocimiento es otro de los ejes que fomenta una inmersión en el verde. Tal como cuenta Romera, los sonidos de la naturaleza y la armonía del entorno relajan y desarrollan la capacidad de poder escucharse a uno mismo. “Ayuda a conectar y reflexionar”, comenta esta bañista y agrega que “también favorece nuestra gestión emocional y potencia nuestras sensaciones corporales, lo que nos facilitará afrontar mejor las situaciones que nos tocan vivir”.
Lo curioso de esta práctica es que “cada uno conecta con lo que le llama la atención”, explica Azarkievich. “A algunos puede ser un tronco grueso y leñoso, a otros quizás uno más finito o alto. No es lo mismo la energía que te va a transmitir cada uno como tampoco el significado que se desprende: cuando abrazás un árbol flaco, estás conectando con una debilidad personal, si lo hacés con uno muy alto, es sinónimo de que estás en la búsqueda de algo”, ahonda la experta.
La creatividad y el rendimiento cognitivo también son aspectos que el contacto con la naturaleza potencian. Así lo demostró un estudio mencionado por la Asociación de Naturaleza y Terapia de Bosques después de investigar a un grupo de personas miembros de Outward Bound, una red internacional que agrupa organizaciones de educación al aire libre, quienes durante tres días realizaron caminatas en el medio del bosque. Según constató, David Strayer, el encargado del análisis, estos individuos se desempeñaron un 50% mejor en tareas relacionadas con la imaginación después de haber vivido esta experiencia inmersiva.
El fenómeno de los baños de bosque deja entrever que “nuestra salvación para vivir en un contexto de ciudad es estar en contacto con la naturaleza y una buena forma es incluir las plantas en nuestra vida”, expresa Apud. Y los datos dan cuenta de esto una vez más: la Asociación de Naturaleza y Terapia de Bosques encontró que una caminata lenta en el medio del bosque, a diferencia de una urbana, disminuye un 12,4% el cortisol, la hormona del estrés, un 7% la actividad nerviosa simpática, un 14% la presión arterial y un 5,8% la frecuencia cardíaca.
Lo llamativo es que “muchos profesionales de la salud alrededor del mundo, además de recetar un medicamento, también brindan lo que se conoce como Green Prescription, que es pasar tiempo inmersos en la naturaleza”, comenta Rocío Ferrero, terapista de bosque certificada por la Forest Therapy Hub.
Experiencias de Misiones a Bariloche
En diferentes paisajes del país, sesiones organizadas por guías certificados.
Misiones. Entre lapachos, quebrachos y palmeras
En la reserva Tupambaé de Apóstoles, a 50 kilómetros de Posadas, Marcela Azarkievich, bañista certificada, brinda sesiones de baños de bosque. Allí, cuenta, son seis hectáreas de una tupida arboleda con lapachos, quebrachos y palmeras pindó, además de vegetación de piso como enredaderas. Para evitar el calor de la zona, la terapista suele realizar la experiencia al amanecer o al caer la tarde. Azarkievich propone una experiencia que arranca con una caminata tranquila y de observación de las especies autóctonas. “Después hacemos paradas en distintos puntos estratégicos. A veces leemos poesías relacionadas con el bosque, reflexionamos, abrazamos los troncos de los árboles, bailamos”, comenta. La premisa, dice, es que cada uno se exprese y libere las tensiones. El recorrido termina enfrente a una laguna con una meditación con cuencos tibetanos y una degustación de té.
Bariloche. Con vista a lagos y montañas
Desde hace un año, Analía García da sesiones de baños de bosque en el Parque Municipal Llao Llao, un área protegida de 1226 hectáreas. Es un bosque templado donde conviven árboles de gran tamaño como coihues y cipreses junto a otros un poco más chicos como laura, maitén, caña colihue y radal. En zonas donde el suelo es más acuoso, hay arrayanes y pataguas. El predio cuenta con varios senderos con vistas panorámicas al Nahuel Huapi. El recorrido, narra García, que arranca en la entrada del parque, concluye en un mirador hacia el lago Moreno con cosas ricas para degustar. “Hacemos actividades que exploran los sentidos y ejercicios de meditación”, comenta. La idea, agrega, “es conectarnos con nuestra grandeza, fortalezas y trabajar en nuestras debilidades”.
Tandil. Con el plus de una ceremonia del té
Guillermina Romera organiza inmersiones en la naturaleza dentro de un bosque de terreno ondulado que tiene 200 años de antigüedad. Allí predominan las crucíferas y los eucaliptus. Durante el recorrido, “intento que el contacto con la naturaleza sea lo más natural y relajado posible”, señala Romera. Esta bañista estructura sus sesiones en tres etapas. Primero, se hacen técnicas de relajación; luego “se buscan despertar los sentidos y entrar en armonía con el entorno adaptándose a sus ritmos”, detalla. Por último, se realiza una ceremonia de té alrededor de un cedro. En esta instancia, “nos enfocamos en capitalizar las enseñanzas que nos regaló la naturaleza y que nos sirven para encarar la vida”, menciona.
Saladillo. Un banquete en medio del bosque
En el vivero Municipal Eduardo Holmberg de Cazón en la localidad de Saladillo, el Banquete de Bosque ofrece una experiencia 360: propone una inmersión en la naturaleza acompañada con una gastronomía de primer nivel. Los artífices son Rafael Caporale, arquitecto de Saladillo y Josefina Giménez Burlo, sommelier, cocinera y especialista en plantas silvestres junto con Yamila Di Renzo y Pablo Savio, quienes despliegan su arte una vez por mes en este predio de 210 hectáreas. Después de una caminata de tres kilómetros con el foco puesto en el reconocimiento de plantas silvestres, se llega hasta una mesa larga y elegante para disfrutar de un menú de seis pasos a base de productos orgánicos y plantas comestibles autóctonas maridados con vinos de baja intervención. La experiencia termina con la caída del sol que se disfruta con una sofisticada pastelería.
Cariló. Una profunda conexión en el pinar
“El espacio es un pinar mixto con coníferas: cipreses y distintos tipos de pinos, sumado a otras especies como eucaliptus, acacias, aromos y vegetación endémica de la zona que se fue mezclando”, describe Rocío Ferrero. A través de un paseo lento donde el recorrido no suele superar el kilómetro de caminata, “se realizan actividades de conexión con el verde estructuradas en una secuencia progresiva hacia una inmersión profunda en la atmósfera del bosque”, explica la especialista. La propuesta varía según el perfil de cada grupo “para ofrecer un espacio seguro físico y emocional ya que la exposición a los estímulos ambientales produce sensaciones, emociones y pensamientos de todo tipo”, aclara Ferrero.
Villa La Angostura. Un paseo sensorial
El instructor certificado Juan Aubert, creó Anfitriones, una empresa que ofrece actividades inmersas en la naturaleza. Entre su cartera de servicios, el baño de bosque está dentro de los hits. Para este coach, “el baño de bosque no es una caminata sino un paseo sensorial donde uno se desprende del pasado y vive, a través de las actividades, diferentes escenarios donde pone de manifiesto sus emociones. El contacto humano con otro ser vivo nos beneficia mutuamente. La idea es que los participantes encuentren un motivo para olvidarse de lo que traen”, señala Aubert.
Córdoba. En el Parque Nacional Ansenuza
Marcela Leiva ofrece la experiencia en el Parque Nacional Ansenuza, en Córdoba, un área protegida con senderos, una laguna y una inmensa vegetación nativa. El recorrido tiene dos paradas centrales: “La idea es ejercitar, vivir el momento presente afilando los cinco sentidos con los recursos que nos da la naturaleza”, explica. Cuenta que las actividades que realiza se basan en el reconocimiento y la observación de las plantas. También “buscamos mimetizarnos con la naturaleza para aprender a valorarla”, dice.
Los oasis verdes de Buenos Aires
Entre los edificios y el caos urbano de la ciudad, Buenos Aires esconde algunas joyitas naturales para hacer una inmersión en la naturaleza, aunque sin guía. La Reserva Ecológica de Puerto Madero ubicada en Costanera Sur a expensas del Río de la Plata, comprende 350 hectáreas repletas de fauna y flora silvestre. El predio cuenta con seis senderos, miradores y más de 2000 especies entre vegetación y animales como tortugas, coipos y aves. A la mañana, temprano, se puede ver salir el sol desde el horizonte; este es el momento ideal para recorrer este predio gracias al silencio absoluto que reina.
Otra alternativa para hacer un baño de bosque dentro de la ciudad es el Jardín Botánico Carlos Thays emplazado en el corazón de Palermo y reconocido a nivel internacional. Este espacio verde está montado sobre siete hectáreas y tiene cinco senderos para recorrer y deleitarse con sus más de 1580 especies vegetales, la mayoría de ellas autóctonas como el cedro salteño, la tipa, el quebracho colorado y el aguaribay, aunque también se destacan las hierbas aromáticas y un sector con plantas nativas que provienen de bosques templados del resto de los continentes.