La inteligencia emocional es muy importante para interactuar con otras personas, ser exitoso y alcanzar el bienestar en la vida
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Fundamental para el desenvolvimiento en el día a día, la inteligencia es, desde hace tiempo, objeto de innumerables estudios. Hoy tanto se sabe que se habla de inteligencias, en plural. Si bien en general se valora especialmente aquella que asegura el éxito académico en todos los niveles, la inteligencia emocional es igual de importante para interactuar con otras personas y para alcanzar el bienestar en la vida.
Según una definición de John Mayer -psicólogo norteamericano de la Universidad de New Hampshire que desarrolló un modelo de inteligencia emocional junto al psicólogo Peter Salovey-, del 2001, “la inteligencia emocional se refiere a las competencias o habilidades de las personas para monitorear, comprender y procesar de manera efectiva la información emocional y usar estas habilidades para guiar el pensamiento, las acciones y para resolver problemas sociales y emocionales”.
Luego de años de estudio, toda la evidencia encontrada sobre este tipo de inteligencia puso sobre el tapete el rol de las emociones para alcanzar la realización personal. Desde entonces ya no se limita la cuestión al mayor o menor rendimiento intelectual.
“Antes se pensaba que el tener un nivel intelectual alto iba a ser predictor de que las personas iban a ser exitosas en la vida. Después se fue estudiando que no a toda persona que tiene un CI (coeficiente intelectual) alto le va a ir bien porque aparecen limitaciones a otros niveles. Como por ejemplo sucede en personas que no son empáticas -eso responde más a una esfera de la inteligencia emocional- que tienen muchísimas dificultades, si lideran un equipo de trabajo, en saber qué les está pasando a sus empleados y de esta forma gestionar lo mejor posible las situaciones laborales”, sostiene Luz López Llano, licenciada en psicopedagogía y en psicología (M.N. 41517), presidenta de la Sociedad de Neuropsicología Argentina (Sonepsa), staff del servicio de Psiquiatría del Hospital Británico de Buenos Aires.
La profesional señala que, al medir el CI se tienen en cuenta diversos componentes relacionados con la inteligencia cognitiva, como el razonamiento abstracto, la memoria, la velocidad de procesar la información, el lenguaje, la comprensión verbal y la atención. “Son componentes que hacen que una persona pueda, desde el aspecto intelectual, conocer, aprender, memorizar. Después está la otra parte que tiene que ver con la inteligencia emocional. Cuando se habla de esto se tienen en cuenta otros aspectos que ayudan al ser humano a adaptarse adecuadamente a la vida”, recalca.
La empatía, una cualidad indispensable
La empatía es una de las principales cualidades necesarias para resolver problemas, desde el punto de vista de la inteligencia emocional. “Daniel Goleman señala la existencia de cinco características de la inteligencia emocional, que son la autoconciencia, la autoregulación, la motivación, la empatía y la habilidad social. La habilidad social me parece lo más importante en lo que es inteligencia emocional. Es la capacidad de resolver problemas a través de una compresión situacional que tiene en cuenta el sentir del otro, donde uno es capaz de poder leer de manera rápida y efectiva lo que siente la otra persona. Y a partir de ahí hacer una toma de decisiones en función de los objetivos que uno puede tener”, detalla Pablo Mizes, psicólogo (M.N. 9146), miembro del staff del servicio de Psiquiatría del Hospital Británico de Buenos Aires y profesor titular de las cátedras de Psicopatología infanto juvenil y de Diagnóstico y tratamiento de niños y adolescentes de la Universidad del Salvador.
Vivencial, experiencial y modificable, la inteligencia emocional puede trabajarse y entrenarse para su desarrollo. Y esos avances se van a traducir en la práctica. “La capacidad empática es la que permite establecer mejores vínculos, con mejor resultado. Si somos incapaces de ponernos en el lugar del otro y de empatizar con el otro, probablemente nuestras decisiones van a fracasar, por ejemplo, si lideramos un proyecto determinado donde es fundamental contar con la noción de equipo.
Esto se puede ver claramente en la realización de tareas que requieren de trabajo en equipo. Por ejemplo, en una tripulación de un velero, donde uno tiene que ir leyendo, además de las funciones específicas que cada uno tiene dentro de ese equipo, cómo se va sintiendo el otro para generar un liderazgo que lleve a un resultado más exitoso”, grafica Mizes. El psicólogo destaca el valor de tener una adecuada habilidad social en los grupos, también a nivel laboral. “En los liderazgos dentro de las empresas o en los trabajos, cuando uno arma equipo, es importantísimo que exista una muy buena capacidad de lectura emocional del otro”, señala.
En el plano laboral, en el que se valora cada vez más el trabajo en equipo, poseer inteligencia emocional puede hacer la diferencia en el desarrollo de una carrera y su importancia se podría equiparar a la inteligencia que permite realizar un trabajo intelectual. “Una persona, cuando entra a un trabajo, es importante que no solamente sea buena intelectualmente, que tenga capacidades de razonamiento abstracto o de análisis y síntesis, sino también que tenga estimulado lo que tiene que ver con el aspecto emocional para lograr una buena gestión si tiene gente a cargo o si tiene que atender al público”, señala López Llano.
Por esa razón, hoy las empresas, en sus búsquedas, hacen hincapié en estos perfiles y valoran a las personas capaces de manejar gente. “Esto está asociado a la inteligencia emocional. Por eso se ve mucho en empresas multinacionales y también en algunas nacionales, que entre los beneficios que les dan a sus empleados hay cursos de mindfulness para que accedan a trabajar la regulación del estrés. A menor nivel de estrés, menor nivel de ansiedad, mayor capacidad de resolver situaciones y mayor estabilidad anímica. Y pueden resolver mejor las situaciones cotidianas”, añade.
Otro componente muy importante es la autoconciencia, esto es “ser consciente de quiénes somos y de lo que uno siente, de lo que está sucediendo. Una persona con escasa autoconciencia respecto de lo que siente se va a presentar de un modo tal que el entorno con capacidad de lectura emocional lo va a ver completamente distinto a cómo se presenta. Entonces, esto va a generar un efecto de incongruencia, con las consecuencias que esto tiene”, recalca el psicólogo. También tiene que estar presente la autorregulación, es decir, “entender si en el momento hay alguna conducta disruptiva. La desregulación emocional es una respuesta emocional inapropiada para el contexto en el cual sucede”, añade Mizes.
Dos modelos relevantes: los mixtos y los de habilidad
Luz López Llano aclara que hay dos modelos relevantes de inteligencia emocional: los mixtos y los de habilidad. Según los mixtos, la inteligencia emocional “es un compendio de rasgos de personalidad estables, de competencias socioemocionales, aspectos motivacionales y diferentes habilidades cognitivas. Uno de los que habló de este modelo fue Bar-On Parker”, detalla.
El modelo de las habilidades cree que la inteligencia emocional “es una habilidad que apunta al procesamiento de la información emocional. De esto hablaron Salovey y Mayer, que participaron de la escala de evaluación de la inteligencia emocional. Teniendo en cuenta estos modelos, se define a la inteligencia emocional como un tipo de inteligencia social, que implica la capacidad de monitorear las emociones propias y las de los demás, discriminarlas y utilizar la información para guiar el pensamiento y las acciones”, describe.
Claridad emocional, reparación y atención a las emociones
Mayer y Salovey elaboraron un cuestionario que evalúa la inteligencia emocional percibida, a través de tres factores. Estos son la atención a las emociones -la capacidad de sentir y de expresar los sentimientos-, la claridad emocional -la capacidad de comprender los propios estados emocionales- y la reparación -la capacidad de regular los estados emocionales-.
Sin embargo, lo que podría parecer, a primera vista, un asunto propio de la psiquis que regula las emociones, tiene una raíz física que determina quién tiene más o menos inteligencia emocional. “Hoy se conocen mucho más, desde las neurociencias, las estructuras cerebrales que intervienen en la inteligencia emocional. Está relacionada, desde lo cortical y lo subcortical, con el área frontal. Es decir que tiene que ver con el lóbulo frontal, que interviene predominantemente”, explica Luz López Llano, en sintonía con lo que explica Amit Etkin, psiquiatra de la Universidad de Stanford, en una investigación publicada en la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
El lóbulo frontal tiene dos funciones, la ejecutiva, que interviene en la planificación, la organización, la flexibilidad, el análisis y la síntesis. Y la función emocional, “que interviene, básicamente, en todo lo que es la regulación de las emociones. Entonces, cuando hablamos de inteligencia emocional, tenemos en cuenta que es una habilidad del ser humano para regular sus emociones y comprenderlas, y así poder comprender al otro e interactuar con los demás”, señala la psicóloga. Por esta razón, afirma que se trata de una inteligencia que tiene limitaciones. “No todo el mundo tiene habilidades de la inteligencia emocional. No todo el mundo tiene empatía, autoreflexión, y capacidad de comprender para resolver situaciones”, apunta.
Hay otros factores que influyen en esta inteligencia. “La teoría de la mente se refiere a la habilidad social de comprender al otro. Tiene que ver con la capacidad de inferir lo que está pensando el otro. Entonces es importante pensar la inteligencia emocional de una manera integrada, teniendo en cuenta el aspecto neurobiológico y pensar desde el aspecto psicológico.
Hay patologías psiquiátricas en las que hay fallas de estructuras del lóbulo frontal que pueden estar dañadas y esto hace que las personas fallen en cuestiones de regulación o de empatía. Esto provoca dificultades en la inteligencia emocional”, explica López Llano.
La inteligencia emocional se puede estimular
Si bien posee un componente que viene dado en cada persona, la inteligencia emocional no es una capacidad estática. “Se estimula, se mejora, se beneficia. Hoy hay una fuerte y sólida evidencia científica que el mindfulness -una práctica meditativa- ayuda a beneficiar la atención plena, el conectarse con uno mismo. Esto contribuye a que uno pueda ver cómo se siente, cómo está. Tiene un fuerte impacto en la regulación de la conducta. Hay estudios que muestran que, a mayor inteligencia emocional, hay mayor predicción de mejor calidad de vida. En la medida en que uno puede darse cuenta de cómo se siente y puede entender al otro cómo se siente, hay mayor claridad en cuanto a las emociones y esto mejora la calidad de vida”, expresa.
La adolescencia es una etapa clave en la vida en la que hay que estar muy atento a las emociones de los chicos y a cómo ayudarlos a desarrollar su inteligencia emocional. “Es importante enseñarles a los adolescentes a entender qué les pasa, qué sienten. En la medida en que puedan empezar a conocerse, a entender lo que les va sucediendo y lo que sienten, van beneficiando al desarrollo de su inteligencia emocional. Lo que más se ve que ayuda es el mindfulness”, asegura la psicóloga.
Trabajándola, es posible alcanzar un mejor desarrollo de la inteligencia emocional, así, las lecturas del otro y de uno mismo puedan estar más equiparadas. “Cuando la inteligencia emocional está ausente o fracasa se pueden generar situaciones en las que, sin querer, se puede producir un daño afectivo en la otra persona, o un daño a sí mismo. En la medida en que una persona no puede reconocer sus propias emociones, puede terminar involucrada en situaciones indeseadas para sí misma o para los demás”, advierte Pablo Mizes.
Un ejemplo puede ser cuando “una persona llega a una reunión y hay tres personas que están tristes, sentadas una al lado de la otra, conversando en voz baja. Si esta persona que llega tiene inteligencia emocional, muy rápidamente va a comprender ese contexto y, sin necesidad de que medien palabras, se va a ajustar adaptativamente a la situación. Va a poder interactuar con estas personas en un tono acorde, va a tener un posicionamiento empático, probablemente afectivo y va a poner en juego la habilidad social, esa capacidad de entender el clima emocional que imperaba en ese momento, gracias a su inteligencia emocional.
Una persona con muy poca inteligencia emocional va a llegar, no va a tener la capacidad de entender el clima que está imperando y a lo mejor va a tener un comentario disruptivo que va a ser desajustado, desadaptativo a la situación. Entonces, esa conducta lo va a colocar por fuera de una buena receptividad social. Seguramente además va a tener un efecto a nivel vincular con los demás, que van a notar esa incongruencia y eso genera conducta y reacción”, ejemplifica Mizes.
Además de la emocional, hay otros tipos de inteligencias fundamentales para el buen desenvolvimiento en la vida. “El concepto de inteligencia es multívoco, son muchos los autores que han teorizado de manera diferente sobre la inteligencia, conceptualizándola de manera distinta. Piaget, Raymond Cattell, Payne, Goleman... Hay diversidad de autores que han trabajado sobre el tema y siguen trabajando”, destaca Pablo Mizes.
La inteligencia emocional se vincula al campo de los sentimientos y emociones, a experiencias de contenido emocional. “Es tangente en relación a las otras formas de inteligencia. Es como si se tratara de otra dimensión de la inteligencia. Hay muchas personas con altos índices de inteligencia fluida u abstracta y escasa inteligencia emocional”, agrega Pablo Mizes.
Inteligencia cristalizada y fluida
Sintetizando, la inteligencia es la capacidad de resolver problemas. El profesional se refiere a la inteligencia cristalizada, que es aquella que depende de la experiencia. “Es la capacidad de resolver problemas a través de las habilidades que hemos adquirido a través de la memoria y de la experiencia. Por lo tanto, es acumulativa, va creciendo con la edad porque se va apoyando en los distintos conocimientos que vamos adquiriendo y en la capacidad de razonar con ellos”, explica.
Para Mizes, la inteligencia cristalizada es la base intelectual de la construcción de una persona sabia. “La sabiduría de una persona radicaría en el uso adecuado de esta inteligencia cristalizada. Está influida por el ambiente y por la educación. Por lo tanto, es el tipo de inteligencia más asequible al desarrollo. Se puede desarrollar mucho a través de la educación”, señala. Constituida por todo lo que uno aprendió, por ejemplo, en el colegio, de geografía, historia y matemáticas, “es el aprendizaje académico”, resume Luz López Llano.
La psicóloga la diferencia de otro tipo de inteligencia, la fluida, que “tiene que ver con la habilidad de resolver situaciones de la vida diaria a través de los conocimientos. Se la llama fluida porque es más flexible”, añade. También denominada abstracta, la inteligencia fluida “es la capacidad para resolver problemas a través de la identificación de ciertos patrones, pudiendo razonar con ellos” asegura Mizes.
López Llano cita al psicólogo colombiano Rubén Ardila, quien en un estudio aparecido en la Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales sostiene que “Cattell (1963) diferenció entre inteligencia fluida, que es la capacidad para resolver problemas aquí y ahora, e inteligencia cristalizada, que tiene que ver más con la experiencia adquirida, con las capacidades almacenadas y asuntos similares”.
Raymond Cattell es un psicólogo británico, citado por los dos profesionales consultados, que teorizó sobre la inteligencia fluida y la cristalizada. El estudioso clasificó a la fluida como “la capacidad de adaptarse y afrontar situaciones nuevas de forma flexible, sin que el aprendizaje previo constituya una fuente de ayuda determinante para su manifestación”. Y sobre la cristalizada dijo que consiste en “aquel conjunto de capacidades, estrategias y conocimientos, que representa el nivel de desarrollo cognitivo alcanzado a través de la historia del aprendizaje del sujeto”.
Inteligencia lógica
En otro orden de cosas, la inteligencia lógica es “la capacidad de identificar patrones, pero de carácter lógico o numérico y de razonar con esos patrones”, sintetiza Pablo Mizes. El psicólogo explica con un ejemplo cómo funcionan al mismo tiempo más de un tipo de inteligencia: “en una partida de ajedrez interviene la inteligencia lógica y la abstracta. El objetivo central podrá ser ganar en la menor cantidad de jugadas posibles, lo cual supone afinar al máximo esa capacidad de síntesis. Hay casos de interrelación entre los distintos tipos de inteligencia. Puede haber personas que tengan una capacidad extrema para leer a los demás, pero una profunda incapacidad para leerse a sí mismo en términos de inteligencia emocional”.
¿Hay alguna inteligencia más importante que otra? Todas son importantes y cada una favorece el abordaje de distintos aspectos de la vida. “Cada capacidad para la resolución de un problema coexiste junto a otra. Poder llevarlas adelante es el gran desafío que tiene el ser humano. Hay personas que tienen serias dificultades para disponer de una inteligencia emocional, así como hay personas que tienen dificultades para aprender de la experiencia”, afirma el psicólogo.
Apasionante, la inteligencia sigue siendo objeto de estudio y, aunque a veces las conclusiones a las que llegan las distintas vertientes de la ciencia no son las mismas, cada vez más echan luz sobre el tema, ayudando a entender mejor la relación entre sentimientos, intelecto y comportamientos humanos.