La popularidad no siempre juega a favor; expertos hablan acerca de las consecuencias que padecen los jóvenes frente a su abrupto crecimiento
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En los últimos días, el Estadio Único de la Plata no para de recibir a las fanáticas del reconocido cantante canadiense Justin Bieber quienes están haciendo fila e incluso acampando mientras esperan que llegue el fin de semana -10 y 11 de septiembre- para disfrutar del Justice World Tour. Sin embargo, la ilusión del público desapareció hace tan solo unas horas cuando a través de un comunicado: la productora del intérprete anunció que cancelaba los shows debido a problemas de salud.
Se trata del síndrome Ramsay Hunt, una parálisis facial que le impide mover la mitad de la cara, una condición que se la atribuye a la infección de un virus y al estrés. Bieber tiene esta enfermedad desde principio de año, pero recién lo hizo público el ocho de junio cuando anunció que tenía que cancelar sus conciertos. Si bien logró reanudar su gira y realizó un show en Río de Janeiro el último fin de semana, ayer emprendió su regreso a Los Ángeles y hoy canceló sus funciones en Buenos Aires y en Chile.
El talentoso cantante de 28 años inició su carrera a los 12 cuando un productor lo descubrió y desde entonces nunca más paró: lanzó varios hits, realizó un documental y participó de distintas películas. En la Argentina estuvo por última vez en 2013 y su paso, no fue el más agraciado, dejó a más de uno indignado con sus actitudes: se retiró a la mitad del show y limpió el escenario con una bandera argentina.
Salto repentino
Si hay algo que tienen en común los jóvenes como Justin Bieber es que saltaron a la fama de manera repentina cuando aún no rozaban la mayoría de edad y eran apenas adolescentes o niños. En algunos casos fue de casualidad, en otros impulsados por su entorno. De todas maneras, lograron hacer su propio camino y sus nombres circulan alrededor del mundo llenos de fuerza y poder. En las redes sociales son furor y todo lo que publican se convierte inmediatamente en tendencia y sus seguidores no tardan en adquirir lo que promocionan o simplemente imitan lo que hacen.
La reconocida Kylie Jenner, por ejemplo, hoy de 25 años, se dio a conocer a los diez gracias a su mediática familia que lideraba el prime time de la televisión estadounidense con su reality show “Keeping Up with the Kardashians”. Tras catapultarse a la vida pública no tardó en incursionar en el modelaje y en el mundo de la publicidad, lo que le permitió forjar su identidad. Actualmente está a la cabeza de una empresa de cosmética que fundó en 2015 y que lleva su nombre. La misma ofrece una variedad de 400 productos y está valuada en US$900 millones al punto que, en 2018, la revista Forbes la declaró como la persona multimillonaria más joven de todos los tiempos superando incluso al creador de Facebook, Mark Zuckerberg.
Un caso local es el de Lali Espósito, actriz y cantante de 30 años que arrancó su carrera profesional cuando todavía cursaba el colegio primario. El salto lo dio junto a Cris Morena quien la convirtió rápidamente en protagonista de todos sus programas y obras de teatro. Hoy, abocada al universo de la música, se hizo un lugar dentro del plano internacional: las entradas para sus conciertos se agotan en cuestión de horas y se la convoca con regularidad para participar en distintos ciclos de televisión.
Las oportunidades y los tratos especiales son normalidad en sus vidas. Así, es posible que en todas estas historias abunden las oportunidades, el trato diferencial incluso el dinero. Para ellos es normal tener acceso a todo lo que quieren de manera rápida y desmedida y en un abrir y cerrar de ojos, todo parece estar al alcance de la mano, situación que confunde y borra límites.
Pero no todo es color de rosas. Lidiar con semejante popularidad no es una tarea sencilla: de golpe su vida privada pasa a ser pública, ya no pueden circular libremente ni tener una relación con alguien sin ser señalados, juzgados o víctimas de rumores y mentiras”, comenta Sandra López, psicóloga y coordinadora de posgrados en la escuela sistémica argentina.
En base a esto, la especialista señala el grado de estrés y de exigencia al que están sometidos debido a que “los seguidores los catalogan como ídolos. Esto causa un sinfín de emociones internas ya que lidian constantemente con su vida personal y con la exposición externa”, explica López.
Por eso, cuando alguien adquiere tanta popularidad y se convierte en influyente a tan temprana edad, inevitablemente pierde la rutina de una persona de su edad, tanto a nivel familiar, social, escolar. “En lo que se refiere a obligaciones, empiezan a tener responsabilidades propias de los adultos”, agrega la psicóloga.
Y en este sentido, son muchos los que se abruman, sufren problemas de salud o adoptan conductas que se consideran nocivas. Entonces, ¿qué hay detrás de este repentino crecimiento?
Según Juan Martín Barbich, coach ontológico profesional, esta idea de triunfo puede no ir a la par de la felicidad ya que lo que realmente aporta plenitud y satisfacción son “los tipos de vínculos que generamos, el hecho de ir por nuestros ideales, y nuestra realización personal que tiene que ver con los valores individuales que no siempre están alineados con los de otras personas”, sostiene el especialista.
Y es que para Barbich, el ser humano no está plenamente desarrollado hasta cumplir los 21 años aproximadamente. “La vida está dividida en ciclos que duran siete años y que indican diferentes etapas evolutivas: desde transformaciones físicas, pasando por el nivel emocional, cognitivo y espiritual. Entonces, si transitamos cada etapa con consciencia y a su ritmo, nos vamos a convertir en adultos maduros, estables y coherentes”, añade el coach.
Ahora bien, cuando una persona se convierte rápidamente en adulto sin tener cierto grado de madurez y conocimientos, “se hace difícil que tenga un buen manejo de las emociones y del auto control”, comenta López.
Las etapas de aprendizajes en la vida
El coach explica los distintos períodos que atraviesan las personas desde que nacen:
- De los cero a los siete años: yo y el mundo. Se produce la primera interacción entre lo individual, lo hereditario y el entorno. En este momento es importante el vínculo que se construye con la madre o la persona que los cría ya que, transitar esta etapa de manera satisfactoria habilita a que en el próximo ciclo el niño comience a generar autonomía.
- De los siete a los 14 años: cambios. En esta fase aparece el mundo exterior y la persona descubre cómo manifestarse en él. Limitarlo, equivale a que luego de adulto tenga problemas para responder de manera satisfactoria a los cambios, a la adaptación y es posible que se le dificulte su capacidad de incorporar conocimientos nuevos.
- De los 14 a los 21 años: identidad. Las personas empiezan a participar en los temas sociales, comienzan a crear y a ocupar un lugar en el mundo. No experimentar esta etapa en tiempo y forma puede llevar a generar problemas de identidad.
- De los 21 a los 28 años: límites. Se prioriza el desarrollo emocional y surgen dudas acerca del futuro personal, además, puede surgir la famosa crisis de talento. Llegar a este momento de manera correcta permitirá transitar los conflictos de manera saludable y permitirse volver a elegir o cambiar de rumbo.
Para Barbich, el desafío pasa por lograr ser uno mismo, por sentir la trascendencia de nuestras vidas, dándole un sentido y propósito. “Es importante asumir que la vida y los resultados son dinámicos, que comienzan, terminan y se transforman”, reflexiona el coach.