Entre el Jónico y el Adriático, un recorrido por el taco de la bota, que enlaza Alberobello, Lecce y Santa María de Leuca, entre otros pueblos históricos alejados de los íconos artísticos del norte
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BARI, ITALIA- Entre el mar Jónico y el Adriático, la región de Puglia recorre 800 kilómetros de costa y, aunque se la conoce como “el taco de la bota” presenta una densidad y variedad de paisajes y atractivos que no debiera dejarse de lado a la hora de decidir recorrer Italia. Sin tanta estridencia ni íconos artísticos como los del norte, la zona sur es más folklórica y genuina en su cultura de la italianidad. Alejada de poses y mandatos, la Puglia se yergue entre paisajes montañosos, playas de ensueño y la sencillez de gente que no debe sus atributos ni al diseño ni a la innovación. Sin postales icónicas, snobismo ni exceso de sofisticación, la Puglia emociona por su naturaleza y el entramado histórico que se teje alrededor de ella.
Como en los cuentos
Como en las fábulas, Alberobello –declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco– es un pueblo en medio de las montañas con más ficción y magia que lo habitual. Para acceder en auto se recorre un camino, ascendente y zigzagueante, de casi una hora por una zona rural verde y próspera. De a poco se ingresa al mundo de ensueños de los famosos trulli (unas fascinantes edificaciones cilíndricas blancas, con tejados cónicos de piedra que datan del siglo XVI).
Calles peatonales, empedradas y angostas, suben no se sabe a dónde. El recorrido a pie, tan errático como errante, ofrece postales para Instagram y más dudas que certezas: el intento de descifrar por qué y para qué esas construcciones (algunos trulli preservan los techos decorados con símbolos astrológicos, cristianos o paganos), la sensación de que en cualquier momento aparecerán duendes, y el incógnito de cómo serán por dentro. Hay tiendas de recuerdos y para comprar comida. Se ofrecen visitas guiadas aunque también hay cárteles y señalética con información y datos. Con medio día de paso alcanza. No apto para personas con dificultades en su movilidad o sensibilidad en sus rodillas.
La joya barroca
Con un casco histórico asequible y de tonos marfil, la pequeña ciudad de Lecce es conocida como la Florencia del sur por la abundancia del mundo barroco en su casco histórico. Con la piedra de arenisca tallada de sus catedrales y plazas, Lecce invita a recorridos a pie en los que deslumbran la Piazza del Duomo (se recomienda visitarla tanto de día como de noche, cuando es iluminada con claroscuros que ofrecen nuevas apreciaciones de su minuciosa arquitectura), la Basilica di Santa Croce y la de San Mateo, y la Iglesia de Santa Chiara. Existe la posibilidad de subir al campanario del Duomo, donde hay un mirador para admirar Lecce y la zona de Salento desde su edificio más alto, a 43 metros de altura, que cuesta 12 euros. Hay dos teatros al aire libre: el Anfiteatro Romano, que data del siglo II a.C, tenía capacidad para 25.000 espectadores y albergaba combates de gladiadores; y el Teatro Romano que, descubierto en 1929, fue construido en tiempos de Augusto.
Otro imperdible es la Porta Napoli, una puerta tipo arco de triunfo que conduce al centro histórico de la ciudad. La cocina rústica es otra de las principales atracciones que se despliegan por las calles adoquinadas de la ciudad. Se ofrecen clases de cocina de los orecchiette con degustación de vinos y más allá de ese clásico también se pueden probar los ciceri e tria, un corte especial de pasta, en parte hervido y en parte frito, que se sirve con garbanzos.
Entre dos mares
Santa María de Leuca es literalmente el taco de la bota italiana. El pueblo se cierne sobre el accidente geográfico de un cabo y todo se organiza en torno de la costa que es de acantilados interrumpidos por playas pequeñas. Subiendo el promontorio hay una basílica y el santuario de Santa María de Finibus Terrae, construidos sobre una gran explanada con vista al encuentro entre los mares Adriático y Jónico. El templo tiene una fachada en piedra y el interior es bastante minimalista; también hay un faro. A pie se puede acceder por la Escalinata Monumental que permite apreciar vistas desde otro ángulo de la ciudad. Se recomienda visitarlo al atardecer, tras una merienda o un helado en la cafetería Martinucci, que ofrece mesas al aire libre y diversidad de pasticciotti. Durante la temporada de verano el malecón está cubierto de puestos de artesanías, ropa y souvenirs.
Otro paseo inolvidable es en barco: permite ver de cerca las puntas Ristola y Meliso, explorar los espectaculares acantilados rocosos y hasta nadar entre las cuevas naturales que se forman no tan lejos de la costa.
A 50 kilómetros de distancia, sobre el golfo de Tarento, Gallipoli es conocida como “la perla de Salento”. Cuenta con un centro histórico amurallado ubicado en una pequeña isla de piedra caliza, a la que se accede a través de un antiguo puente medieval, y está protegido por un castillo aragonés que data del siglo XI y se puede visitar. Famosa por sus playas, algunas de las cuales son urbanas y otras –las más lindas– no son gratis, Gallipoli es muy concurrida durante la temporada estival y ostenta vida social y nocturna.
Porto Cesareo
La Seychelles de Salento. Así la publicitan quienes la conocen que, dicho sea de paso, son pocos. El pueblo tiene 6000 habitantes y un número similar de plazas hoteleras. Es un pequeño puerto que hace de lugar de veraneo. Tranquilo y austero, tiene playas bellísimas con mar cristalino y arena fina (algunas públicas y otras en las que hay que alquilar sombrilla o reposeras para quedarse). Su circuito nocturno es breve, pero grato de recorrer, con malecón, puestos de comida y de artesanías en cerámica. Preparado para el turismo interno, no se caracteriza por el lujo aunque lo hay a la vieja usanza: con servilletas de tela, restaurantes de muchas mesas y construcciones que mezclan materiales y palmeras y no se centran en el chill out o la intimidad.
Un destino familiar, sin semáforos ni edificios de más de dos pisos, en la costa del mar Jónico, con agua calma, transparente y tibia, en la que se ofrecen paseos en barco, snorkel y salidas en kayak. La oferta gastronómica se centra en los mariscos y frutos de mar, por ejemplo en la cantina La Piovra da Anna Maria, donde todo lo que se sirve es superfresco. También se puede comer pizza y carne en La terrazza. La temporada se extiende entre junio y septiembre. ¿Lo mejor de lo mejor? Disfrutar de la puesta del sol en el paseo costero, aperitivo mediante.
Tres clásicos
Imperdible la visita a Ostuni, Monopoli y Polignano a Mare. Ostuni tiene una particularidad: es una ciudad panorámica construida sobre tres colinas, a más de 200 m de altura. Sus casas encaladas y las calles que las rodean, de un blanco impoluto, no responden a ninguna cuadrícula. Su epicentro turístico es la Plaza de la Libertad, rodeada por sus edificios civiles y religiosos más importantes como el Palazzo di Città, actual municipalidad de Ostuni, la Iglesia de San Francisco de Asís, de origen medieval, y el Obelisco de Sant’Oronzo. Gracias a su cercanía al mar Adriático, Ostuni también es un destino de playa ideal. Entre los balnearios que la rodean se destacan dos: Baia dei Camerini, en gran parte de acceso libre y rodeado de bares y restaurantes; y Torre Guaceto, que es todo lo contrario; en el límite sur de Ostuni es de gran belleza por su paisaje natural y poco intervenido. Ideal para desconectar.
A menos de una hora en auto de Ostuni está Monopoli, una ciudad un poco más grande con, sí adivinó, centro histórico y murallas. Se destaca el pequeño puerto, un lugar muy pintoresco donde se amarran barcos pesqueros, conserva cierta tranquilidad y un concentrado de testimonios arquitectónicos venecianos, góticos y bizantinos, que son la demostración de la importancia que ha tenido el puerto en el tráfico mercantil de la zona. La playa de la ciudad es Cala Vecchia: pequeña con muchas piedras, poca arena y las murallas de la ciudad de fondo. La Porta Vecchia es un lugar de encuentro de jóvenes y turistas junto al mar, ideal para tomar un trago y relajarse durante el verano.
Polignano a Mare, un antiguo pueblo de pescadores, hoy en día es un balneario pintoresco construido sobre acantilados, con circulación casi en su totalidad peatonal, iluminación teatral y construcciones de roca caliza. ¿Su esquina más mágica? Il Super Mago Del Gelo, una heladería típica con decoración de los 70, atendida por su dueño y con música de ambiente autóctono. Su playa principal, Lama Monachile, es una postal típica del sur de Italia, un tesoro muy retratado y difundido que funciona en redes sociales como el símbolo de la Puglia. La playa, encajada entre las rocas sobre las que se asientan las viviendas del casco histórico, tiene aguas cristalinas pero piedras, y en temporada alta se llena. La ciudad tiene dos miradores del Adriático: desde el Puente Borbónico y otro dentro del centro histórico.
Cerca, pero en Basilicata
Por fuera de los límites geográficos de Puglia, pero muy cerca de ella, en la provincia de Basilicata, hay una ciudad imperdible por su singularidad e historia: Matera. Lo que la caracteriza son los sassi, construcciones rupestres excavadas en la roca de la Murgia, declaradas Patrimonio de la Humanidad en 1993 y que encuentran sus orígenes en asentamientos prehistóricos que se cree son de los primeros en habitar Italia y ¡el mundo!
Gran parte del casco se mantiene, al menos en las fachadas, tal cual. Hay muchos miradores. Lo mejor es dormir en el centro para acceder con facilidad a la zona histórica. En esta ciudad se filmaron películas como El evangelio según San Mateo, de Pasolini y La pasión de Cristo, de y con Mel Gibson. En lo culinario el Pane di Matera es una especialidad. Con grano de sémola molida, levaduras naturales y fermentación extendida en recipientes de arcilla, el exterior es crujiente mientras que el interior es suave y con miga. Hasta mediados del siglo XX los hornos de leña de la ciudad que se utilizaban para hornear estos panes eran compartidos por todos los habitantes por lo que cada familia le imprimía su propio sello para lograr distinguirlos.
Datos útiles
1) Traslados
Hay conexiones en tren diarias desde todo el país a las ciudades principales de la región, desde las cuales se deben realizar conexiones en bus. El auto es la opción más recomendada porque permite los traslados internos con mayor comodidad e independencia. Para llegar desde Roma se puede optar por la autopista (A1 y A16 que incluye peajes) o las rutas nacionales que, algunas no están en las mejores condiciones. Entre los gastos a tener en cuenta si se viaja en auto está el del parking, que casi nunca es gratis ni fácil de conseguir.
2) Gastronomía
En pastas la especialidad de la zona son los orecchietti preparados en sus dos variantes más populares: con brotes de grelo, y con salsa de albóndigas y “brasciole” (rollitos de carne). Otro famoso plato de la tradición barense es el arroz con papas y mejillones: “tiella barese”. Como tentempié los preferidos son los taralli, pequeñas rosquitas de masa ideales para acompañar los amargos a la hora del aperitivo. Para endulzar las mañanas: pasticciotto, una factura de masa tipo hojaldrada con crema pastelera en el centro, cocinado en el horno.
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