Las termas de Viterbo ofrecen piscinas con agua de origen volcánico y entrada libre ideales para un paseo de relax
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A Viterbo no le pasan los años: la ciudad amurallada, 100 km al norte de Roma, Italia famosa por el imponente Palacio de los Papas y por sus sólidas casas de piedra, parece haber aterrizado en el siglo XXI sin escalas desde la Edad Media. Sus alrededores no son menos extraordinarios, gracias a pueblos como Civita di Bagnoregio, la fortaleza ubicada en la cima de una colina y conocida como “la ciudad que muere”, o el Bosque Sagrado de Bomarzo, donde los caprichosos monstruos tallados en la roca recuerdan el alma atormentada del noble Pierfrancesco Orsini.
Pero no todo es historia en la pontificia Viterbo, donde la naturaleza se abre paso entre los castillos, las fortalezas y los palacios que jalonan el centro de Italia. Toda la región es conocida por sus aguas termales de origen volcánico, que brotan casi siempre a temperaturas superiores a los 40ºC en medio de paisajes dignos del fondo de un cuadro renacentista. Las Termas de los Papas (Terme dei Papi) son el complejo más grande y conocido de Viterbo: aquí la piscina principal, alimentada por las fuentes del manantial Bullicame, se extiende sobre más de 2000 m3 e incluye una gruta que funciona como un baño turco natural.
Pero quienes quieran una opción más agreste (y sobre todo sin pagar entrada) también tienen dónde ir, sin alejarse demasiado del centro de la ciudad. En un mundo cada vez más presionado por el turismo, es difícil encontrar todavía lugares y actividades con los famosos calificativos de “entrada libre y gratuita”. Sin embargo, las Piscine Carletti están entre ellos.
Estas fuentes termales, que se encuentran junto al cruce de la Strada Terme y la Strada Tuscanese, a unos dos kilómetros y medio del centro de Viterbo, son populares entre los turistas que pasan el día en la ciudad y quieren un poco de relax sin gastar un euro. Atención: no hay servicios de ningún tipo, y tampoco señalética que oriente a los visitantes, aunque es posible llegar en autobús hasta una parada muy cercana. Para todo lo demás hay que arreglarse solo, desde conseguir las toallas hasta el calzado adecuado para caminar por el campo hasta el borde mismo de las piscinas, que luego cumplen lo que prometen: un baño cálido y reparador en el agua humeante y sulfurosa.
Uno de los detalles más interesantes es que, precisamente por ser completamente agrestes, las Piscine Carletti nunca cierran. Por eso hay quienes prefieren visitarlas de día –considerando que cuando el clima está más lindo la concurrencia puede ser realmente muy alta y desanima un poco de la visita– y quienes optan por la noche. En ese caso, es toda una experiencia: sin iluminación a la vista, hay que dejar el auto en el estacionamiento que se arma espontáneamente cerca de las piscinas, y caminar hasta el borde del agua iluminándose con los celulares.
Antes o después, protegidos por la oscuridad, los visitantes se las arreglan para cambiarse: no hay servicios de ningún tipo y los bordes de las piscinas son resbalosos, porque se mezcla la tierra con el agua termal, de modo que son aptas solamente para quienes disfruten de una experiencia que no ha pasado por el filtro de un moderno spa.
Una vez dentro del agua, se descubrirá que hay familias con chicos, gente joven llegada de media Europa que se toma un rato de relax nocturno antes de seguir explorando Italia, y viterbesi dispuestos a continuar las costumbres de su infancia, cuando el turismo no se había desarrollado tanto y las termas libres eran mucho más comunes que ahora. Tanto de día como de noche, aunque se recomienda no olvidar las precauciones necesarias para cualquier lugar concurrido, la zona de las termas es segura.
Otra opción cercana a Viterbo son las Termas del Bullicame, famosas porque sus aguas sulfúreas fueron mencionadas por Dante en la Divina Comedia (tal como hoy recuerda una placa expresamente colocada junto al manantial). Estas termas también son gratuitas y carecen de instalaciones, pero tienen guardián, cierran por la noche y sus horarios pueden ser variados, de modo que conviene averiguar antes. Incluso sin darse un baño, es interesante conocer las características de la surgente termal y admirar el famoso cráter (hoy protegido por una estructura perimetral de plexiglás) donde el agua se mezcla con barro hirviente, evocando de algún modo el infierno dantesco.
En la era del turismo wellness, las termas destacan entre los atractivos naturales de Viterbo. Pero no muy lejos hay otro sitio extraordinario: se trata de la romántica Faggeta Vetusta del Monte Cimino, un denso bosque de hayas y castaños que forma parte del Patrimonio de la Unesco. Se extiende sobre 50 hectáreas y es un destino tradicional de trekking, pero también para paseos a caballo o en mountain-bike. Sus árboles seculares se enorgullecen de ser las hayas más altas de Europa.
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