Introducir el tema requiere mucha prudencia y tacto, aunque no suele ser apropiado inmiscuirse en la intimidad del vínculo
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Ya sea que vivamos en una gran ciudad o un pueblo pequeño, podemos a veces encontrar sorpresas insospechadas. Por ejemplo, ver a la pareja de nuestro amigo (o amiga) en una situación inequívoca de infidelidad. Se nos estruja el corazón y nos quedamos pensando en qué debemos hacer con esa información. ¿La compartimos con el engañado o engañada?...
El doctor Juan Eduardo Tesone, médico de la UBA y psiquiatra de la Universidad de París XII, considera que no es apropiado inmiscuirse en la intimidad del vínculo de pareja.
El especialista en vínculos afirma también que el concepto de fidelidad cambia con cada pareja, ya que muchas veces puede haber pactos privados que las amistades no conocen.
–¿Es aconsejable contarle a un amigo que su pareja lo engaña?
–No existe una respuesta inequívoca a dicha pregunta. Existen muchas variables que pueden influenciar tal decisión: grado de amistad, personalidad del amigo, estilo de vínculo que tiene con su pareja, si existe previamente entre los amigos una demanda explícita en tal sentido, etc. Conviene tener presente que la omisión no es una mentira, y algunas verdades son agresivas.
–¿Sería un mal amigo si no se lo contara?
–Si la demanda del amigo fue explícita con anterioridad, lo cual ya denota cierta desconfianza hacia su pareja, es probable que lo considere un “mal” amigo. Pero fuera de esta exigencia no lo creo, dado que en parte sería inmiscuirse en la intimidad del vínculo de pareja de su amigo o amiga. De todas formas, aún en el caso de que el pedido existiese, suele ser ambiguo y requiere mucho cuidado. Con cierta frecuencia existe una demanda consciente en el sentido de querer saber, que coexiste con otra inconsciente de no querer saber nada.
–¿La infidelidad es una forma de maltrato de la que debemos proteger a una amistad?
–No creo que sea necesariamente una forma de maltrato. Depende en parte del grado de exposición pública y del cuidado que se tenga hacia el otro. Pero sobre todo, habría que definir en qué consiste la infidelidad, cuál ha sido o es el acuerdo consciente o tácito de cada pareja. Hay relaciones abiertas por mutuo consentimiento que no pregonan públicamente dicho acuerdo y para quienes la noción de “infidelidad” no existe. ¿Cómo saber cuál es el acuerdo de cada pareja? ¿Por qué presumir que un “otro vínculo” es vivido como “una traición” que habría que “denunciar”? En ciertas ocasiones la persona privilegia la fidelidad hacia sí misma, a su modo de vivir sus vínculos, que no implica necesariamente un maltrato hacia el otro.
–¿Si decido contarle, cómo sería la mejor manera de hacerlo?
–Quizás hay que interiorizarse bien en cómo está su amigo y cómo se siente en su vínculo de pareja. Se requiere mucha prudencia y mucho tacto. No consiste simplemente en brindar una información cruda, sino en acompañar al amigo en la vida, intentar ser su confidente, ayudarlo a pensar sobre la calidad de sus vínculos amorosos, sobre lo que le hace bien o no. Y esto último es muy variable. Cada subjetividad lo vive a su manera. Lo que es el mal para uno puede ser el bien para otro.
En ciertas ocasiones la persona privilegia la fidelidad hacia sí misma, a su modo de vivir sus vínculos, que no implica necesariamente un maltrato hacia el otro
–¿Contarle podría resentir la amistad?
–Es un riesgo cierto si existió previamente la demanda de ser informado, pero suele ser una demanda excepcional. Aunque no excluyo que pueda resentir la amistad, dado que la información puede ser vivida como una intrusión en su vida privada. Incluso como una violencia gratuita. ¿Por qué me decís lo que no quiero saber?, podría ser una respuesta a dicho “sincericidio”.
–Y el caso contrario: si mi amigo se entera de que yo sabía que su pareja le era infiel y no se lo dije, ¿puede afectar la amistad?
–No necesariamente, depende de la personalidad de cada uno y si había o no previamente un pedido en ese sentido. Pedido al cual el amigo no está obligado a someterse. No es una demanda que obliga. Pero en regla general no se puede sacar conclusiones universales.
–¿Sería conveniente hablar primero con el infiel, si también nos une una amistad?
–Por un lado, pienso que sería arrogarse un derecho inexcusable. ¿En nombre de qué o de quién se sentiría alguien autorizado para pregonar fidelidad? Cada persona es libre de vivir lo que considera bueno para sí mismo, y deberá asumir su propia responsabilidad si sus acciones perjudican o dañan a terceros. Por otro lado, la palabra infiel, contiene una fuerte carga religiosa.
Los vínculos interpersonales no son religiosos, sino humanos. Nadie puede arrogarse un lugar divino que castigaría al supuesto infiel, con alguno de los círculos del Infierno de Dante. Más allá de que si aceptamos la palabra infidelidad, nunca existe solo un involucrado, sino que al menos participan dos.
–¿Cómo estar seguro de que mi amigo no sabe de la infidelidad?
–Imposible saberlo, aún si se le preguntara. Forma parte de la intimidad de la pareja como cada vínculo tramita dichas experiencias. Existe un saber consciente y otro inconsciente, cuyas defensas pueden preferir no saber. Y aún sabiendo, privilegiar que quede en la intimidad de su vínculo.
–¿Cómo saber si mi amigo preferiría que no le dé esta mala noticia?
–A mi juicio es muy difícil saberlo, y deja de tener sentido si uno no se plantea la pregunta. ¿En nombre de qué principio sacaría a la desnuda luz una información no solicitada? A veces, en nombre de la amistad o de la ética, se cometen errores que en vez de ayudar, lastiman.
–Si mi amigo continúa con su relación de pareja, ¿quedaría mal parado?
–Evidentemente, toda intrusión en la vida afectiva del otro, más allá de que sea un amigo, puede retornarse negativamente en el vínculo de amistad. Como bien dice el proverbio: “El infierno está empedrado de buenas intenciones”. Y el infierno de uno no es necesariamente el del otro.ß