Llegó con su familia al país en 1948 para lograr el “sueño de la América”; se inició en el restaurante que su madre fundó en Mendoza y se convirtió en una leyenda gastronómica viviente
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“No tenía amor por la cocina, lo hacía como una obligación para vivir. Empecé por necesidad pero con el tiempo me di cuenta que era algo que amaba y me hacía feliz”, dice María Teresa Corradini, más conocida como “La Nonna” Teresa Barbera.
Con 88 años se consagró como un ícono gastronómico nacional e internacional. Ejemplo de fortaleza y resiliencia, esta ítalo-argentina demostró que se puede salir adelante con poco y construir algo magnífico.
Su historia en la Argentina se remonta a noviembre de 1948. En una Italia de posguerra María Teresa, con 13 años, viajó en barco con su familia en búsqueda de un futuro mejor. “Era el sueño de la América”, recuerda la reconocida cocinera. Y cuenta que esa ilusión se tiñó de luto: “Fue un desembarco muy triste porque mi hermano falleció de peritonitis en el barco. Eso me enseñó a vivir al día: ‘hoy estoy, mañana no sé'”, reflexiona.
Tiempo después de asentarse en la provincia de Mendoza con toda su familia, se asomó otro panorama complicado: sus padres no conseguían trabajo y gracias a un préstamo que consiguió su mamá Fernanda de un cardenal amigo, pudieron alquilar una pensión frente al mercado. Allí vivían y trabajaban todos. De la necesidad y del firme propósito de salir adelante nació la idea de cocinar en familia y hacer un negocio. “El inicio fue duro, empezamos con goteras en el techo, dos cacerolas y una sartén y hacíamos lo que podíamos. Mi hermano Giuseppe era mozo de día y médico de noche, mi mamá sacó las camas de las habitaciones y las reemplazó por mesitas… de a poco el lugar iba tomando forma”, cuenta. Así empezaron con los primeros clientes. “Nos pedían comidas que no sabíamos cocinar y nos ingeniábamos para decir que el cocinero tenía problemas de memoria y se olvidaba de cómo eran los platos”, se ríe mientras evoca su mentira piadosa.
De a poco, se fueron armando una clientela firme gracias al boca en boca de sus fieles vecinos. En 1950 Fernanda (su madre) fundó “La Marchigiana”, un pequeño restaurante cuyo nombre hace honor al pueblo pesquero de Le Marche del que la familia es oriunda. Las exquisiteces gastronómicas se convirtieron en el comentario del pueblo y fue, precisamente en una de esas intensas jornadas laborales mientras atendía a los clientes, que Teresa conoció a quien más tarde se convertiría en su marido, Francesco. Ambos italianos, se enamoraron y se casaron. Tuvieron siete hijos y con el tiempo iniciaron la segunda etapa del restaurante manteniendo un legado: cocinar con amor.
“No salía nunca de la cocina. A veces cerraba y me acostaba a dormir pero si me tocaban la puerta a la una de la mañana para pedirme panqueques, bajaba y los hacía contenta”, añade. María Teresa encontró felicidad en la cocina, en las sonrisas de sus clientes y en los halagos a sus platos, pero por sobre todo en poder disfrutar de todo eso con su familia. “La vida me enseñó que la familia es lo más importante que tengo y que su afecto es lo que me mantiene en pie”, sostiene.
La Marchigiana, un legado de oficio y amor
Según Barbera, en la cocina hay modas, pero en su restaurante los platos siguen siendo tradicionales. “No quiero que los cambien porque después vienen los clientes y piden lo de siempre”, afirma.
El negocio se fue ampliando y hoy la empresa familiar, a cargo de la cuarta generación, tiene en total tres restaurantes. Asimismo, eso no significa que María Teresa no siga recorriendo las cocinas: “¿yo, retirarme? Eso jamás, me voy a morir dentro de la cocina”, expresa. Y lo justifica de esta manera: “Solo yo tengo el ojo para darme cuenta si los platos se hacen mal o si los clientes no disfrutaron de la comida. Por eso, todas las mañanas me doy una vuelta para supervisar”.
La Marchigiana “Centro” es el principal de los tres locales que tiene la familia, ubicado en la calle Patricias Mendocinas al 1550, allí sirven especialidades típicas italo-argentinas, como lasaña, carne a la parrilla, milanesas de lomo a la napolitana y tiramisú. El menú representa la historia del viaje de Teresa desde la Italia de posguerra hasta su amor por la Argentina con platos típicos que muestran el afecto de la Nonna por su patria adoptiva. ¿Lo mejor de la carta? “La lasagna Fernanda -en honor a su madre y hecha con alcauciles-. Las pastas siempre son muy solicitadas, entre ellas los cappelletti y los ñoquis al uso nostro”, cuenta. A su vez añade que otra de las especialidades es el pescado porque Le Marche es un pueblo pesquero.
Sumado a los logros personales, en 2020 La Marchigiana se convirtió en el primer restaurante de la Argentina en alcanzar el sello de empresa B que los ubicó como pioneros en la gastronomía de Triple Impacto del país. Es una certificación privada de empresas con fines de lucro por su desempeño social y ambiental.
La Nonna fue condecorada con varios premios gastronómicos: en el 2001 recibió del Gobierno de Italia el Premio “Cavaliere del Lavoro”; en 2019 fue distinguida por el Club Gastronómico de Mendoza por su trayectoria; y en 2015 recibió en Londres el reconocimiento ESQR´s Quality Achievements Awards por el restaurante Francesco Barbera en honor a su esposo. Sin embargo, para ella lo más destacado es el reconocimiento de su clientela. Una que incluye al famosísimo Brad Pitt que cuando estuvo filmando en Mendoza, “Siete años en el Tibet” pidió que Teresa le cocinara para su cumpleaños. “Le preparé paglia e fieno pesto y pomodoro y me acuerdo que cuando intenté servirle primero a él, se negó y esperó en fila como el resto de sus compañeros. Eso me sorprendió porque uno no esperaría una reacción así de una persona tan famosa”, recuerda. Y añade que esa situación le hizo entender que la grandeza de las personas se ve reflejada en sus valores. A Pitt le gustó tanto la comida que durante los meses que estuvo instalado en la capital mendocina, todos los sábados bajaba un chofer con una cajita de madera a buscar el paglia e fieno pesto y los clásicos panqueques de dulce de leche de la Nonna para que el actor los disfrutara en pleno rodaje de la película.
Brad Pitt no fue el único en la lista de celebridades. A lo largo de los 70 años de historia, pasaron varias estrellas internacionales y nacionales por el restaurante, entre las que se destacan: Mirta Legrand y Tita Merello (1953), Juan Manuel Fangio (1958), Antonio Di Benedetto y Rodolfo Braceli (1976), Gwyneth Paltrow (1996), Joan Manuel Serrat (2001), Mercedes Sosa (2001), Jorge Marrale y Norma Aleandro (2001) y Ciro Martínez (2020).
Todas estas experiencias le enseñaron a amar este país con pasión: por su gente, su comida y lo más preciado que tiene que es su familia. “Estoy acá hace 74 años y tengo todo lo que podría pedir. Viajé a Italia en el pasado, pero estando ahí sentí que ya no me pertenecía”, destaca. Y respecto a su vida personal dice que por más obstáculos que tuvo, “la vida siempre te asombra y te enseña”. Entendió de esta manera que el éxito y la felicidad no son para siempre: son momentos.
Y finaliza: " la cocina en parte ha sido mi vida…”
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