En el futuro cercano el público podrá recorrer los tres kilómetros y algo cuesta arriba ya sea a pie o caballo, como lo hacían los Charles durante sus veranos en el lugar, y ver el circuito de pisadas en lo que hoy se llama el West Gold Hill Dinosaur Tracksite
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Las siestas son momentos de libertad. Los grandes duermen y el barrio de Olivos en los ochenta todavía es lo suficientemente seguro como para que los chicos salgamos con nuestras bicicletas después del último bocado del almuerzo. Casi no pasan autos y además mi calle es una cortada y la de la esquina, en barranca hacia el río, también. En esta última hay un terreno baldío. Tiene un espacio angosto entre el alambrado y la medianera que está desprendido y puede ser levantado como una puerta, permitiendo que un niño pase cómodo, o incluso se puede trepar si alguien ayuda haciendo patita.
El terreno ya tiene la pendiente natural de la barranca de Alberdi, al que se suma un barranco extra hecho por alguna excavadora de cara a una futura construcción. Es perfecto para trepar por el costado y perderse descubriendo todos los misterios que se esconden entre pastos y cañas crecidas. Con los chicos del barrio por momentos somos un equipo forense descubriendo los restos tibios en los troncos de un fuego encendido por algún linyera, y en otros, paleontólogos en busca de restos de criaturas desaparecidas hace millones de años. Me gusta más esto último y puedo pasarme horas mirando las ilustraciones de un libro sobre el tema que atesoro. Además, ¿quién dice que solo pueden aparecer dinosaurios en la Patagonia? Bien podrían estar en un baldío de Olivos. Cada uno de nosotros lleva un palo enorme que se usa a modo de falso bastón, útil a la hora de emprender la empinada subida hasta lo más alto del terreno. Desde allí, entre las ramas, se logran ver bien las vías del tren más allá del paredón de ladrillos, y un poco más allá todavía, el río. Es sabido que los animales siempre están cerca de una reserva de agua. También lo aprendí en mi libro.
Hace unos 150 millones de años un dinosaurio de larguísimo cuello caminaba por la arenisca en lo que hoy es el estado de Colorado, en los Estados Unidos. En un momento de su paseo decidió hacer un giro amplio de 270 grados y cambió de dirección. En 1945, una familia de apellido Charles compró esa misma tierra con la esperanza de encontrar allí oro. Pasaban los veranos acampando en el lugar y conocían cada uno de sus rincones. Los niños Charles estaban familiarizados con estos pequeños huecos en la roca que se llenaban de agua después de una lluvia y crecieron jugando entre ellos. Sin embargo, recién en 2021 y alertados por otros residentes de la zona, se enteraron de que esas estructuras ahuecadas habían sido hechos por las patas pesadas de un dinosaurio.
Los saurópodos que habitaban en la zona eran enormes criaturas herbívoras de largos cuellos y colas que podían llegar a los 30 metros de largo. Uno de ellos fue el que dejó sus pisadas marcadas en el terreno mientras avanzaba y luego, por motivos que jamás conoceremos, decidió cambiar de rumbo. Los movimientos durante el mesozoico, una elevación notable del terreno y luego los glaciares hicieron que las pisadas quedaran perfectamente preservadas en la arenisca convertida en roca. En la actualidad, las 134 huellas que dejó durante su travesía ese dinosaurio indeciso durante el Jurásico tardío forman uno de los circuitos continuos más largos del planeta, tan grande que puede verse desde Google Earth.
La familia Charles, sabiendo que tenía el sueño de millones de niños (y no tan niños) ahí mismo en el jardín trasero de su casa, decidió contactarse con el servicio forestal y compartir su tesoro vendiendo esa parte del terreno y convirtiéndola en reserva federal. La intervención del ente oficial desde abril de 2024 asegura que el área estará protegida y podrá ser disfrutada por las generaciones venideras. En el futuro cercano el público podrá recorrer los tres kilómetros y algo cuesta arriba ya sea a pie o caballo, como lo hacían los Charles durante sus veranos en el lugar, y ver el circuito de pisadas en lo que hoy se llama el West Gold Hill Dinosaur Tracksite. En el mundo solo hay otros cinco circuitos de huellas que marcan el recorrido que supieron hacer los dinosaurios, pero todos siguen líneas relativamente rectas. “Este, sin embargo, muestra al dinosaurio de cuello largo dando un giro de más de 180 grados cuando caminó por la zona durante el período Jurásico, hace aproximadamente 150 millones de años”, afirma con entusiasmo uno de los paleontólogos a cargo del proyecto.
Marcando agujeros con nuestros palos en las paredes barrosas del acantilado en el terreno baldío de la calle Alberdi encontramos huesos. Después del entusiasmo inicial (para nosotros era obvio: ¡dinosaurios!) nos damos cuenta de que se parecen más a los restos de una tira de asado que algún perro callejero robó de un tacho de basura y enterró por ahí. Nos miramos con desilusión. Seguramente, a mis 9 ó 10 años ya veía mi carrera como paleontóloga desaparecer frente a mis ojos. O por lo menos, caminar hacia el horizonte y dar un giro como el de ese dinosaurio indeciso que cambió su rumbo y se fue lentamente hacia otro lugar.
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