Su padre fue el creador del programa Deportes en las cárceles, y desde niño, lo acompañaba; así empezó a aprender sobre la empatía: “la gente no es consciente que puede vivir mejor”, afirma
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Desde muy pequeño, Luciano Calomeni tomó contacto con diversas realidades y entendió que hay muchas formas de conectar con los demás. Su padre fue el creador del programa Deportes en las cárceles, y desde niño, lo acompañaba en este trabajo. Para él, dice, era como una aventura de fin de semana. Así fue que empezó, sin saberlo, a aprender sobre la empatía y sobre la necesidad de sacar a la luz esos temas que suelen considerarse tabú.
Años más tarde, cuando a su papá le asignaron el negocio de proveeduría en las cárceles, Luciano, que ya tenía diecisiete años, comenzó a trabajar allí. Se trataba de un negocio exigente que le dejó muchas enseñanzas como emprendedor y empresario, pero según cuenta, aportó también algo mucho más valioso: “Ahí aprendí mucho sobre la inteligencia emocional, y entendí la importancia de la salud mental. Es un contexto muy duro en el que hay que estar muy entero, equilibrado”, señala.
De la cárcel al mundo
La vida lo llevó por diversos rumbos, más de una vez, imprevistos: se formó en Turismo y Hotelería y a los 23 años, luego de la crisis del 2001, se instaló en España, donde se dedicó al rubro gastronómico, en el que construyó una carrera.
En momentos de éxito profesional, sin embargo, también tuvo que aprender a encontrar su propio equilibrio y lidiar con adicciones, trastornos de ansiedad y depresión que lo llevaron a pedir ayuda y apoyo terapéutico. “Lamentablemente somos muy ignorantes con respecto a inteligencia emocional, vamos remando con lo que podemos, y en general pensamos que podemos con todo, lo laboral y lo personal. Empezamos a ponernos una careta para lucharla día a día afuera y vamos creando esos personajes basados en frases tipo “tenés que seguir, tenés que luchar”. Nadie te dice “podés vencerte”, “podés caer”. A mí nunca me enseñaron a respirar, a calmarme, ni me enseñaron de miedos o de empatía. Uno tendría que parar cuando se siente saturado, hay gente que aguanta más y sigue, sigue y el orgullo y el ego llevan a no pedir ayuda. Si llegás al punto de ansiedad, al pico, pedís ayuda y ahí es donde todo empieza a mejorar”, comenta, y apunta que para muchas personas incluso el hecho de hacer terapia resulta tabú.
Así, mientras transitaba su camino de sanación y crecía profesionalmente en el rubro gastronómico con sus propios locales en España, Luciano sintió que era importante compartir su experiencia.
“Nadie nos enseñó a gestionar nuestras emociones”
Inquieto y abierto a escuchar y ayudar a otros, desarrolló un programa de inteligencia emocional en el ámbito laboral. Hoy dicta talleres en empresas, ofrece mentorías a grandes empresarios y deportistas, y da cursos online de bienestar. También se destaca como mentor de personas con adicciones. “Las adicciones son una problemática muy común: al trabajo, a sustancias, hay muchas. Vivimos en entornos estresantes y nadie nos enseñó a gestionar nuestras emociones. Por eso siempre digo que es importante desde la educación, desde niños, aprenderlo. Tenemos que enseñar a los niños a respirar, a manejar la ira, las emociones que nos desbordan”, dice.
Su propia experiencia hace que empatice y entienda, porque ya se ha encontrado muchas veces en situaciones similares, sobrepasado de estrés y angustia que no sabía cómo abordar. Así, señala, tiene la humildad de quién supo mirar de frente a sus sombras y transitar sus propios altibajos.
Luciano cuenta que la escritura fue una gran compañera en su proceso y un encuentro con nuevas formas de conectar. Así, su experiencia se volcó en su reciente libro “Un Pacto para Vivir”, que en poco tiempo se convertió en un best-seller. Allí expresa con total honestidad su historia, sus aventuras alrededor del mundo y en dieciseis capítulos explora temáticas que apuntan a comprender la importancia de desarrollar la inteligencia emocional, reinventarse y lograr el compromiso con uno mismo.
En acción: meditación, respiración y buenos hábitos
Calomeni también comparte consejos a quienes les cuesta encontrar el equilibrio: “lo primero que sugiero es sentarse con un papel y empezar a escribir lo que uno sabe que no está haciendo bien con uno mismo. Por ejemplo, no sé “me tomo dos botellas de whisky a la semana”, “no entreno”, “le hablo mal a la gente”, “fumo”. Se trata de volcar la vida, los hábitos buenos y los malos en un papel y ser más que sincero en esto. De esta forma uno puede reforzar lo bueno y trabajar lo malo. A partir de ahí se trata de ver cómo trabajás cada punto, porque si no seguís viviendo como el personaje que creaste”, apunta, y destaca la importancia de empezar a armar un plan de hábitos saludables de acuerdo a lo que necesite cada uno, una rutina que permita ir encontrando un el equilibrio.
También destaca la importancia de dedicar energía y darle espacio al bienestar emocional. “Se puede trabajar la mente como se trabaja el cuerpo”, afirma. Asegura que la mente también se puede entrenar: con una respiración consciente, por ejemplo, o con la lectura, que es fundamental porque ayuda a calmarte, te ayuda a evaluar y manejar situaciones. En otras palabras, se trata de aprender a vivir en el presente. “Vivimos el 95 por ciento del día en automático, y esto nos lleva a actuar por instinto, pero uno con la mente calma, piensa mejor”, concluye.