Tras un duro golpe que recibió de la vida, encontró la forma de sanar y volver a ser feliz en una técnica ancestral con el objetivo de elevar la frecuencia energética
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“Lo que querés con tu cabeza, lo atraés con el corazón”, afirma Cecilia Carena, haciendo referencia a su frase de cabecera y la que la guía en la vida desde la partida de Jazmín a los 30 minutos de haber nacido. Su voz es suave y en su cara se dibuja una sonrisa plena, habla pausado transmitiendo paz.
Carena se considera a sí misma una persona ¨mental¨. Proviene de una familia en donde el aspecto intelectual, siempre fue prioridad: estudió relaciones internacionales y tiene una Maestría en Marketing. Sin embargo, en 2011, la vida le dio un vuelco y le demostró que no todo pasa por “la razón” y que “el amor” es la vida de las personas y que muchas veces es dejado de lado en la adultez.
Este cambio de rumbo arrancó a los dos meses y medio de embarazo cuando se fue a hacer un chequeo de rutina y le comunicaron que su hija tenía una malformación no compatible con la vida. Se trataba de la anencefalia, una condición que lleva a la muerte del bebé durante o unas horas después del parto. En ese momento su mundo se detuvo, de todas maneras, decidió llevar adelante el embarazo hasta el final.
Para hacerle frente a esta situación, recurrió a la ayuda de una psicóloga y fiel a su estilo, cuando le explicó su situación, no se le derramó ni una lágrima. No obstante, al terminar la consulta se quebró como nunca antes: la profesional le ofreció tomar su caso y acompañarla durante todo el proceso. Aquel episodio marcó un antes y un después en su vida: por primera vez había tomado consciencia, se conectó con ella misma, con su hija, con todo lo que la rodeaba y descubrió que había “otra forma de sentir”.
El 27 de junio por la mañana nació Jazmín y llenó de amor a esta madre que la tuvo en brazos hasta el momento de su partida. Las dos se pudieron mirar a los ojos y expresar todo lo que sentían. Carena recuerda haber estado plena y en paz, pero estos sentimientos desaparecieron a la tarde cuando la invadió el dolor y la bronca hasta el punto de creer que no iba a volver a ser feliz. Sentía que lo que le había pasado era injusto, “por qué a mí” se repetía una y otra vez. Estaba llena de enojo.
Pasaron los días y su tristeza era cada vez mayor, no encontraba la forma de salir adelante. Para ese entonces su único motor y motivación para levantarse era su hijo mayor que tenía casi dos años. Y en esa búsqueda por el bienestar, incursionó en cuanta terapia y técnica encontraba y le recomendaban: hizo reiki, meditación, incluso visitó curas sanadores. ¿El resultado? Seguía igual, además, temía que, si dejaba de llorar a Jazmín, la olvidase.
Fue recién a los tres meses que una de sus mejores amigas le introdujo una disciplina desconocida: La Llama Violeta, una técnica ancestral con el objetivo de elevar la frecuencia energética para transformar las energías negativas en positivas, y crear y atraer todo lo que uno se propone. Una herramienta que combina los saberes científicos con los espirituales, que genera armonía y paz interior, y permite conectarse con uno mismo activando al máximo los sentidos, que se suelen apagar a medida que uno crece.
Por inercia y un tanto resignada asistió a la primera clase sin imaginarse lo que le esperaba. Esta vez, hubo sanación. Ese día, Carena no se lo olvida más, experimentó una sensación distinta, algo que jamás había vivido. El estado era de felicidad pura como nunca la había sentido antes. Es difícil de ponerlo en palabras” recuerda aunque aclara que, entre estos períodos, también la invadía el pánico y el enojo, que se apoderaban de ella hasta no dejarla salir de su casa.
El punto de inflexión fue una mañana mientras estaba en la fila del banco y vio a otra mamá con una bebé de pocos meses. “Sentí una puñalada al corazón, una nube negra me envolvía, así que dejé todo y me fui para casa”, relata .
Pero esta vez, cansada de seguir mal, estaba decidida a salir adelante, no había opción, quería y necesitaba estar bien. Así es como puso en práctica todo lo aprendido en el curso y de a poco se empezó a sentir íntegra, y de a poco, volvía a sonreír.
Desde ese día, ya no fue la misma: se despojó de la racionalidad y comenzó a conectar con la intuición y sus emociones. Algo en su interior se despertó, entendió el sentido de las conexiones, aprendió a conectarse con una parte suya que siempre tuvo apagada.
Y así es como desde 2013, año en que se capacitó, se dedica a enseñar esta herramienta sagrada, la que combina con el Coaching Ontológico, una disciplina en la que está certificada, y con sus estudios y conocimientos en física cuántica.
En esta ecuación encontró una manera de ayudar a sanar y a desbloquear todo tipo de situaciones emocionales, corporales y mentales. Una técnica que conecta al cerebro con el corazón para dejar atrás el piloto automático y empezar a encarar la vida guiados por la intuición y el amor, y en donde cada uno es dueño de su propio agente de cambio.
Porque no todo en la vida pasa por el aspecto material y social. Si uno vive en automático, se olvida de conectarse con lo esencial, de escucharse, de sentirse, entonces, ¿qué es realmente la felicidad?