Desaparecer, bloquear al otro o dejar de seguirlo son prácticas frecuentes que causan daño; los especialistas insisten en que no es obligación quedarse, pero sí cerrar las etapas
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CÓRDOBA.- “La responsabilidad afectiva es saber que lo que hacemos tiene consecuencias sobre la vida de quien tenemos delante. Detrás de un tilde azul o gris hay alguien que sueña, que vive, que anhela, que espera, que desea, y que ha sufrido. Cuidar y ser cuidado es la acción esencial de un amor que se percibe sano”. El posteo es de Alejandro Schujman, psicólogo especialista en familia.
Desaparecer, dejar de responder o directamente bloquear a alguien sin preaviso se conoce, desde hace un tiempo, como “ghosting” (hacerse fantasma). Los psicólogos admiten que la tecnología no ha hecho más que darle velocidad y facilitar lo que ya existía. La acción de “borrarse” sin ninguna explicación va de la mano con la irresponsabilidad emocional, con el no tener en cuenta los sentimientos del otro.
Hay consenso de que la generalización de los contactos virtuales, sin conocerse, simplifica la posibilidad de “desaparecer”, una situación que corre no solo para relaciones sexo afectivas sino para amistades y vínculos laborales. Para la psicóloga Claudia Ghersevich “ahorra poner el cuerpo, la cara; se actúa desde una especie de anonimato”.
“Es más fácil desconectar del otro pero también desconecto con lo que me movilizaría enfrentarme al conflicto. Es una forma rápida de terminar con algo con lo que no se quiere lidiar. Desaparece el contacto, desaparece el conflicto”, grafica la especialista y aclara que el “ghosting” es una decisión consciente.
Su colega Fabio Calvo ratifica que, si bien los que “desaparecen” de un vínculo existieron “toda la vida”, la tecnología convierte esas acciones en más “evidentes y virales”. Adjudica esas conductas a quienes se mueven con “desapego o con un apego mal aprendido” y coincide en que pueden actuar por “miedo, por no animarse a decir las cosas de frente” pero advierte que “daña” al otro.
“La comunicación es más despersonalizada, la multiplicidad de canales de la virtualidad habilita una dosis de crueldad que no implica que haya más gente mala, sino que este es un tiempo de amores cobardes, de miedo al compromiso -dice Schujman-. La mayoría de la gente sufre por los vínculos cuando las cosas quedan sin explicar, cuando quedan situaciones irresolutas. Este tipo de actitudes hacen daño y si quien es ‘ghosteado’ está en una etapa de autoestima baja, es peor”.
La palabra “ghosting” fue usada por primera vez en 2014 por la actriz cómica Hannah VanderPoel, quien contando su experiencia personal en YouTube definió como “ghoster” el “hombre perfecto que te lo promete todo justo antes de desaparecer como un fantasma”. Tres años después el concepto se incluyó en el diccionario Merriam-Webster (que es de referencia) y se empezó a aceptar en todo el mundo (no la Real Academia Española).
A la práctica del “ghosting” con el tiempo se le sumó la del “orbiting”, que significa orbitar. Es decir, la misma persona que desapareció y no se contacta más, sigue viendo las redes del otro. Una combinación “fatal”.
No hay que estar, sí explicar
Los especialistas consultados por LA NACION subrayan que de ninguna manera alguien está “obligado” a quedarse en una relación, pero destacaron que sí es importante que todos los involucrados sepan las reglas de juego.
Schujman sostiene que si un vínculo termina “debe haber un cierre; es la forma de estar en paz. Necesitamos empezar y cerrar etapas”. Plantea que, en el caso contrario, puede ocurrir que la persona se quede “esperando como Penélope”. El personaje de la Odisea, esposa de Ulises, lo aguarda durante veinte años después de la guerra de Troya, cuando él se había quedado prisionero de Calipso. Ella tejía de día y destejía de noche para no elegir otro candidato.
El psicólogo afirma que, en general, son las mujeres las que más asumen la conducta de esperar y de creer que la otra persona cambiará: “En ese modus operandi no hay cambio posible porque no hay empatía”.
“Puedo elegir no vincularme con la otra persona pero debo atender la manera en que lo gestiono. El problema no es la emoción sino la gestión”, resume Ghersevich y distingue que “ghostear” no es sinónimo de retirarse de una situación para “regularse”, para no hablar desde el enojo, para “tomar perspectiva”.
También apunta que, en la comunicación digital, no hay que imponer un ritmo único y hay que comprender que no todos responden al instante, que hay quienes se desconectan los fines de semana. Demorarse en responder no es ghosting.
Hay quienes sistemáticamente repiten la “desaparición” y es ahí donde los especialistas enfatizan que hay falta de responsabilidad afectiva. “Es no comprender cómo mis acciones impactan en el otro”, apunta Ghersevich y recuerda que el filósofo y escritor chileno Humberto Maturana hablaba de tres derechos del ser humano: a equivocarse, a irse de un lugar y a cambiar de opinión. “Están, se ejercen, pero cuidando del otro, siendo claros”, aporta la psicóloga.
No hay una guía para prevenir el “ghosting” pero Calvo señala que es más frecuente si un vínculo pasa solo por lo virtual. “Es importante conocer al otro en su ámbito natural, a sus amigos, a su contexto. Las relaciones van más allá del uno a uno, incluye vínculos, lo sistémico es muy importante”, advierte.
Añade que es muy importante que las personas se “prioricen” pero eso “no significa ser egoísta; no implica hacer solo para mí sin importarme lo que siente el otro. Debo cuidar de no lastimar”.
Schujman agrega que el “diálogo” es otro factor que puede orientar sobre cómo va una relación. Señala que si una persona es reiteradamente “ghosteada” tiene que revisar su propio modelo de relaciones y analizar si no tiene “empecinamiento, exceso de expectativas”.
“Lo más doloroso para quienes sufren el ‘ghosting’ es sentirse invisible para el otro -acota Ghersevich-. Actuar con responsabilidad afectiva implica no dejar al otro con lo inacabado, lo inconcluso, la incertidumbre. Quien está bien puede cerrar más rápido esa historia; si no, hay una rumiación y es más difícil el duelo”.
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